¡Amor y paz!
La enseñanza de Jesús hoy,
expresada con un lenguaje muy llano y expresivo, es que lo importante no es lo
que entra en la boca, sino lo que sale de ella. Lo que hace buenas o malas las
cosas es lo que brota del corazón del hombre, la buena intención o la malicia
interior. Los alimentos o en general las cosas de fuera tienen una importancia
mucho más relativa (J.A.).
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el evangelio y el comentario, en este miércoles de la V Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos
7,14-23.
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!". Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola. El les dijo: "¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?". Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos. Luego agregó: "Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".
Comentario
"Bienaventurados
los límpios de corazón, ellos verán a Dios" (Mt 5,8). Creemos fácilmente
que un corazón purificado nos hará conocer la felicidad suprema. Pero esta
purificación del corazón parece tan ilusoria como la subida al cielo. ¿Qué
escala de Jacob (Gn 28,12), qué carro de fuego semejante al que se llevó al
profeta Elías al cielo (2R 2,11) encontraremos para llevar nuestro corazón
hacia la bienaventuranza celeste y liberarlo de todo su peso terrestre?..
No alcanzamos sin dificultad la
virtud: ¡Qué de sudores y de pruebas! ¡Qué de esfuerzos y de sufrimientos! La
Escritura a menudo nos lo recuerda: "estrecha y angosta" es la puerta
del Reino, mientras que el pecado nos lleva a la perdición por un camino ancho
e inclinado (Mt 7,13-14). Y sin embargo la misma Escritura nos asegura que se
puede llegar a esta existencia superior... ¿Cómo llegar a ser puro? El sermón
de la montaña nos lo enseña por todas partes. Leed los mandamientos unos tras
otros, y descubriréis el verdadero arte de la purificación del corazón...
Al
mismo tiempo que Cristo nos promete la bienaventuranza, nos instruye y nos
forma a la consecución de esta promesa. Sin duda no alcanzamos sin dificultad
la bienaventuranza. Pero compara estas penas con la existencia de la vida de la
que te alejan, y verás cómo el pecado es más penoso, si no inmediatamente, por
lo menos en la vida futura... ¡Qué desgraciados son aquellos cuyo espíritu se
obstina en las impurezas! Sólo verán la cara del Adversario. La
existencia de un justo, al contrario, queda marcada con la efigie de Dios...
Sabemos
qué consecuencias tiene, por un lado, una vida de pecado y, por otro, una vida
de justicia, y ante la alternativa tenemos la libertad de escoger. Evitemos
pues la cara del demonio, arranquemos su máscara odiosa y, revestidos de la
imagen divina, purifiquemos nuestro corazón. Así poseeremos la felicidad y la
imagen divina brillará en nosotros, gracias a nuestra pureza en Cristo Jesús
nuestro Señor.
San Gregorio de Nisa (v.
335-395), monje y obispo
Homilía sobre las
bienaventuranzas, n° 6
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