sábado, 16 de diciembre de 2017

‘Una fe acostumbrada a no sufrir es una fe acostumbrada a negociar’

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este sábado de la 2ª semana de Adviento.

Dios nos bendice...

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico (48,1-4.9-11):

EN aquellos días, surgió el profeta Elías como un fuego,
sus palabras quemaban como antorcha.
Él hizo venir sobre ellos hambre,
y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor cerró los cielos
y también hizo caer fuego tres veces.
¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos!
¿Quién puede gloriarse de ser como tú?
Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente,
en un carro de caballos de fuego;
tú fuiste designado para reprochar los tiempos futuros,
para aplacar la ira antes de que estallara,
para reconciliar a los padres con los hijos
y restablecer las tribus de Jacob.
Dichosos los que te vieron
y se durmieron en el amor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 79,2ac.3b.15-16.18-19

R/.
 Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.


V/. Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

V/. Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has fortalecido. R/.

V/. Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,10-13):

CUANDO bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.

Palabra del Señor

Comentario


1.1 La Biblia asocia más de una vez a Elías con el fuego (1 Re 18,25; 2 Re 1,10.12; Sir 48,1). Su palabra purifica, trae ardor de fe y provoca incendios que propagan el celo por la causa de Dios. Quizá tal es la esencia de este profeta: el celo, es decir, el amor que reclama sus derechos.

1.2 Este mismo ardor brilla en Juan Bautista. Como Elías, también Juan fue perseguido por quienes tenían el poder. Su palabra no pudo ser detenida por amenazas, y aun muerto es elocuente en su coherencia, su vigor, su amor inquebrantable.

1.3 Es posible que a nosotros un amor así nos parezca exagerado. Preferimos tal vez una fe sin fanatismos, sin excesos, sin mucho compromiso. El problema de una religión así es que fácilmente se vuelve cómplice de los intereses de los poderosos de este mundo. Una fe acostumbrada a no sufrir es una fe acostumbrada a negociar, a evitarse problemas, a venderse por el precio espúreo de una aparente calma. Por eso, de tanto en tanto necesitamos profetas de fuego.

2. Profeta de los derechos de Dios

2.1 El que habla en nombre de Dios y de sus derechos se expone a dos cosas, y ambas las sufrió el Bautista. En primer lugar, "no lo reconocieron"; en segundo, "hicieron con él lo que quisieron".

2.2 Reconocer a los enviados de Dios es admitir sus credenciales, que no son otras sino su fidelidad al Dios que les envía. Por eso dijo Cristo: "Jesús exclamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado. Y el que me ve, ve al que me ha enviado".

2.3 Es un pequeño problema epistemológico el que aquí asoma: ¿cómo saber que alguien es enviado por otro sin conocer a ese otro? Es necesario, dirá san Juan, recibir el testimonio, y esto es lo que realizan las obras de Cristo y de los que son de Cristo; tales obras son señales capaces de despertar nuestra conciencia y dirigirla al conocimiento del Padre y de su enviado.

2.4 Mas los que no miran las obras ni se interesan por la fidelidad no pueden reconocer a los enviados de Dios y por eso sólo les interesa demostrar que tienen más poder que los profetas. Maltratando al profeta, o incluso matándolo, pretenden demostrar que no tiene poder alguno. Mas su inicuo obrar lo único que prueba es que Dios prefiere instrumentos frágiles, pues no quiere revelarse en la ostentación sino en la sencillez.

3. Cristo en su pasión

3.1 Nuestro Señor anuncia su propio destino, que seguirá la regla común a los enviados. Tampoco a Cristo se le reconocerá como enviado, y también a él le tratarán a su antojo. Estremece pensar que la pasión del Señor es un punto más en la larga serie de los que han sido desconocidos y torturados. Su sangre recoge la sangre de tantos otros.

3.2 La Eucaristía, pues, es la catequesis suprema de la constancia en la misión. Cristo, el Misionero por excelencia, revela en su Cuerpo "entregado" y en su Sangre "derramada" el precio de la fidelidad al Dios que es digno de toda honra y de todo amor.

http://fraynelson.com/homilias.html.

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