domingo, 30 de mayo de 2010

LA SANTÍSIMA TRINIDAD ES UNA COMUNIDAD DE AMOR

¡Amor y paz!

Desde que fuimos bautizados "en el nombre el Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", vivimos en comunión personal, de relación e intercambio, con el Padre, con el Hijo, con el Espíritu Santo. ¿Qué significa esto para nuestra vida de cada día?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo en que celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad.

Pidámosle a Dios, Uno y Trino, que bendiga y oriente a Colombia y a los colombianos en este día en que se realizan las elecciones presidenciales.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 16,12-15.

Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'.


Comentario

La teología considera los dos últimos versículos de este texto evangélico como uno de los más claros de la Escritura sobre la unidad de naturaleza y la distinción de personas en la Trinidad, y sobre la procedencia del Espíritu, del Padre y del Hijo. La frase "todo lo que es del Padre es mío" se refiere, directamente, sólo a la verdad revelada por Dios, pero indirectamente se puede entender también en relación con la naturaleza divina, ya que la unidad de naturaleza es la razón última para que el Padre, el Hijo y el Espíritu posean la verdad en común.

Es preciso buscar en el Nuevo Testamento qué significa creer en la Trinidad, qué representa en concreto para la vida de los hombres. Porque no podemos olvidar que toda verdad de nuestra fe, toda afirmación del credo, son realidades de vida.

Todos los hombres tenemos la experiencia de ser individuos que no se confunden con nada ni con nadie, irrepetibles. Nuestra propia intimidad es como una isla inabordable, que nos hace ser diversos, inconfundibles. Pero, a la vez, sentimos una irresistible tendencia al amor, a la amistad, a relacionarnos. Sentimos la necesidad de los demás para ser nosotros mismos. Somos diversos, pero sentimos la llamada a vivir en comunión. Estas tendencias de las personas se repiten en los pueblos y en toda la creación.

Conforme avanza la ciencia y la técnica, se va descubriendo cada vez mejor la tendencia a la unidad que existe en el universo. Nuestro mundo y nosotros somos así, porque somos creación de un Dios trino. ¿No deja el artista parte de su propio ser en su obra?

Hemos sido creados para compartir, para complementarnos unos a otros. Nada podemos hacer solos. Todo se explica y se realiza por la comunicación y la colaboración de unos hombres con otros. No podemos vivir ni un solo día de nuestra existencia sin la ayuda de los demás. ¿Cuántas personas colaboran constantemente para que podamos alimentarnos, vestirnos...? Es necesario que nos hagamos conscientes de ello para intuir algo de esa vida trinitaria presente en lo más profundo de la creación. En la raíz del ser humano existe la añoranza de una realidad trinitaria -comunitaria-. Nuestra intimidad personal incluye unas aspiraciones inagotables a la común-unión, porque cada ser humano es la imagen viva de Dios (Gn 1,26-27).

El misterio más profundo de Dios, el dogma más vital, está presente en las aspiraciones y esperanzas más hondas y auténticas del ser humano. Toda la humanidad está implicada en la realidad trinitaria. Dios nos ha creado semejantes a Él y quiere que seamos, por opción libre nuestra, fieles a esa semejanza. La Trinidad es la raíz, la fuente y la meta de nuestra fraternidad humana.

Dios vive una vida semejante a como debería ser la nuestra: vida de familia, de comunicación, de entrega de la propia vida.

El misterio -realidad llena de vida- de la Trinidad nos tiene que ayudar para rechazar ese Dios que nos hemos imaginado tantas veces: un ser autosuficiente, dominador de todo, totalmente solitario en su cielo, rico...

El Dios trino es un Dios cercano, que se comunica, que se da. Una realidad de vida que intentamos describir con nuestro lenguaje, siempre limitado y deficiente, aproximativo, y que es el núcleo fundamental del cristianismo. Es verdad que el ser de Dios supera nuestra comprensión, que no lo podemos demostrar ni definir, pero sí podemos vivir inmersos en él.

Nos equivocamos cuando pretendemos reducir la Trinidad a fríos razonamientos. Lo que debemos hacer es vivir atentos a su existencia dentro de nosotros (Jn 14,23). Creer en Dios como Padre, Hijo y Espíritu, no es saber unas fórmulas, sino vivir en comunión con ellos. Un Padre, un Hijo y un Espíritu que se nos revelan en continua relación de amor, de comunicación, de fecundidad, de diálogo... Manifestamos nuestra fe en la Trinidad a través del amor, de la comunicación, de la fecundidad, del diálogo... que mantengamos unos con otros. El hombre que vive como hijo de Dios y hermano de todos los hombres, fruto de su libertad interior, ha encontrado la razón de su vida; experimenta la Trinidad al vivir como hijo del Padre, siguiendo al Hijo, guiado por el Espíritu .

FRANCISCO BARTOLOMÉ GONZÁLEZ
ACERCAMIENTO A JESÚS DE NAZARET- 4 PAULINAS/MADRID 1986.Págs. 217-222
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