lunes, 6 de febrero de 2012

¡Danos, Señor, entrañas de misericordia ante toda miseria humana!

¡Amor y paz!

Hoy, en el Evangelio, Jesús se dedica a curar a los enfermos. Una labor que ocupa gran parte de su tiempo y que parte de la oración y de la compasión. Su contacto permanente con el Padre preside y anima su tarea y hace propicio que se conmueva y acuda en favor de quienes sufren todo tipo de males y enfermedades.

¡Ah cuán distinto sería hoy el mundo si atendiéramos las palabras y acciones de Jesús! Pero no. Son otros los guías; son otras las pautas de comportamiento. Hoy debiéramos orar con las palabras de un prefacio de la Eucaristía (Vb): «Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana».

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la V Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 6,53-56.

Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.
Comentario

a) El evangelio de hoy es como un resumen de una de las actividades que más tiempo ocupaba a Jesús: la atención a los enfermos.

Son continuas las noticias que el evangelio nos da sobre cómo Jesús atendía a todos y nunca dejaba sin su ayuda a los que veía sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curaba y perdonaba, liberando a la persona humana de todos sus males. En verdad «pasó haciendo el bien».

Como se nos dice hoy, «los que lo tocaban se ponían sanos». No es extraño que le busquen y le sigan por todas partes, aunque pretenda despistarles atravesando el lago con rumbo desconocido.

b) La comunidad eclesial recibió el encargo de Jesús de que, a la vez que anunciaba la Buena Noticia de la salvación, curara a los enfermos. Así lo hicieron los discípulos ya desde sus primeras salidas apostólicas en tiempos de Jesús: predicaban y curaban. La Iglesia hace dos mil años que evangeliza este mundo y le predica la reconciliación con Dios y, como hacia Jesús, todo ello lo manifiesta de un modo concreto también cuidando de los enfermos y los marginados. Esta servicialidad concreta ha hecho siempre creíble su evangelización, que es su misión fundamental.

Un cristiano que quiere seguir a su Maestro no puede descuidar esta faceta: ¿cómo atendemos a los ancianos, a los débiles, a los enfermos, a los que están marginados en la sociedad? Los que participamos con frecuencia en la Eucaristía no podemos olvidar que comulgamos con el Jesús que está al servicio de todos, «mi Cuerpo, entregado por vosotros», y por tanto, también nosotros debemos ser luego, en la vida, «entregados por los demás». De modo particular por aquellos por los que Jesús mostró siempre su preferencia, los pobres, los débiles, los niños, los enfermos.

Sería bueno que leyéramos los números 1503-1505 del Catecismo de la Iglesia que tratan de «Cristo, médico», y los números 1506-1510 sobre «sanad a los enfermos», el encargo que Jesús dio a los suyos para con los enfermos: la asistencia humana, la oración, y de modo particular el sacramento propio de los cristianos enfermos: la Unción.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 126-130