¡Amor y paz!
Al comentar el Evangelio de hoy, el P. Hermann Rodríguez cita a otro jesuita, Ignacio Ellacuría, uno de los sacerdotes asesinados en El Salvador hace algunos años, quien decía que la única salvación para nuestro mundo era crear una civilización de la austeridad compartida. Vivir más sencillamente, soñando menos con lo que nos falta y agradeciendo más lo que tenemos.
Y agrega: “Un mundo y un país en el que unos pocos derrochan y malgastan, mientras que las grandes mayorías no tienen ni lo mínimo para sobrevivir como seres humanos, no es sostenible a largo plazo”.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 12,13-21.
Uno de la multitud le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia".
Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?". Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas". Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'. Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'. Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".
Comentario
Muchas personas dan vida al personaje de la parábola que nos cuenta Jesús; hermanos a los que les va bien en los negocios, a quienes cada vez les va mejor, felices acumulando dinero, esclavos de la moda, el éxito y el bienestar.
A todos los que anden tras las riquezas y han puesto en ella su alegría, su confianza y la razón de su existencia, Jesús les dice que comportándose así están perdiendo la vida: en primer lugar, la vida presente, puesto que la excesiva confianza en los bienes materiales los aleja Dios; y en segundo lugar, la vida futura, porque no han aprendido a poner su confianza en Dios sino en seguridades terrenas.
La enseñanza de Jesús es que descubramos a la luz del evangelio la postura que debemos asumir ante la riqueza, sea mucho o poco lo que tengamos en posesión.
Todos deseamos ser felices, todos queremos vivir bien; también lo quiere Dios: que a sus hijos no les falte lo necesario.
Es sumamente importante tener las ideas claras y saber interpretar correctamente la Palabra de Dios; el bienestar no es una aspiración despreciable, con tal que no se realice a costa de otros valores superiores: libertad de espíritu; disponibilidad, apertura y confianza ante Dios de quien hemos de esperar la salvación; sentido de responsabilidad social, compartir con los que no tienen; respeto a los derechos de los demás, especialmente de los más pobres.
Debemos asumir con sinceridad el hecho de que nuestro corazón humano se crea muchos ídolos y el dinero es quizá, el primero; por eso san Pablo, como auténtico intérprete de los sentimientos del Señor, nos da en la segunda lectura la explicación de lo que Jesús quiere de nosotros: " ya que han resucitado con Cristo, aspiren a los bienes de arriba, no a los de la tierra… revístanse de la nueva condición, que se va renovando a imagen de su Creador."
C. E. de Liturgia
Perú
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