domingo, 15 de junio de 2014

¿A qué Dios adoramos? Somos lo que creemos

¡Amor y paz!

Hoy tenemos más conciencia que en otras épocas de que la disyuntiva más que entre "ateísmo" (=no creer en Dios) o teísmo (=creer en Dios), está entre "fe en el Dios de Jesús" e "idolatría" (=creer en otros dioses). Porque hemos llegado a la conclusión de que nadie deja de tener sus dioses, ante los cuales sacrifica su vida y la de los demás, cuya prioridad convierte en ley suprema.

Dioses o ‘mesías’ del negocio, del poder, del placer, o de la política o también dioses en el campo religioso, pero que en todo caso están lejos del Dios que revela Jesús. Quizá tengamos que tener conciencia clara de que nuestra mayor tentación no es el ateísmo sino la idolatría. Por eso nuestra reflexión inicial parece que tendría que ser: ¿A qué Dios adoramos? ¿En qué Dios creemos? (Dabar/32).

En Colombia celebramos también hoy un votación histórica porque el país se juega su futuro: elige entre continuar con la guerra y volver a la mentira  y la corrupción o darle paso a la paz y la democracia. Oremos porque los colombianos elijan a conciencia.

Los invito, hermanos, a leer meditar el Evangelio y el comentario, en este domingo en que celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad.

Dos nos bendice…

Evangelio según San Juan 3,16-18. 
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.  
Comentario

¡Qué gran fiesta es Dios! A veces pensamos que Dios es un poquito aburrido, un poquito  serio. A veces incluso hemos llegado a pensar que Dios es un tanto severo y exigente,  tendiendo a cruel. ¡Qué imágenes de Dios, Dios mío, hemos llegado a presentar! Como  para hacer ateo a cualquiera. Y. efectivamente. muchos negaron a Dios, pero sólo estaban  negando las imágenes que les presentaban los creyentes. Recordemos aquellas terribles  palabras de Martin Buber: "Dios... es la palabra más vilipendiada de todas las palabras  humanas... Las generaciones humanas... han desgarrado esta palabra. Han matado y se  han dejado matar por ella... Los hombres dibujan un monigote y escriben debajo la palabra  Dios".

En el libro de los Proverbios leemos unas preciosas palabras puestas  en boca de la Sabiduría: «Mi origen es antiquísimo... Cuando colocaba los cielos, allí  estaba yo... Cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como  aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia». Antes de  que el agua fuera vapor y empezara a llover por los siglos; antes que las palabras fueran  como un mar de olas rojas: antes del primer fulgor de las estrellas, que iniciaron enseguida  una danza espléndida, ininterrumpida; antes de que el polvo cósmico produjera inmensas  espirales de galaxias: antes de la primera explosión cósmica, gigantesca, que dio origen a  la expansión no acabada de la materia, hace de esto más de 13.000 millones de años;  antes de todas las cosas creadas, yo, la sabiduría, jugaba con Dios hasta llegar al éxtasis;  yo, su Hijo, «jugaba en su presencia», y ese juego quedó personalizado en el Espíritu.

Entonces, Dios no es un ser solitario o triste o aburrido. Dios está siempre jugando y vive  siempre en una relación desbordante, misteriosa. Dios es una fiesta que no acaba. Dios  vive siempre en éxtasis electrizante. Dios es una danza apasionada. Dios es fecundidad  infinita. Dios es creatividad desbordante. Dios está siempre creando. Y Dios está siempre  amando. La creación es para El como un juego de amor. Dios juega siempre con su Hijo,  con sus hijos. Dios ama infinitamente a su Hijo, a sus hijos. Dios habla mucho con su Hijo,  con sus hijos. Dios es diálogo y amor. Dios es un verdadero «encanto». Dios es una gran  fiesta.

Pero, claro, todo lo que decimos de Dios es palabra relativa, y se define mejor por lo que  no es, que por lo que es. También podríamos decir de Dios que es compasión infinita. que  es una cascada inagotable de lágrimas misericordiosas, que tiene sus ojos puestos con  preferencia sobre los pobres y los despreciados, que no hay dolor que El no sienta, que se  pasa su cielo consolando y ayudando a sus hijos ¿Cómo será ese cielo de Dios?  Realmente es que no le dejamos descansar. Si tiene que escuchar todas nuestras  plegarias y enjugar todas nuestra lágrimas y resolver todas nuestras dudas, ¿qué tiempo le  queda para El? 

De todos modos. aunque no sabemos bien cómo se entiende, algunas cosas sobre Dios  sí podemos asegurar. Podemos decir, por ejemplo. que Dios es Padre, que es Amor, pero  sobrepasando todas nuestras categorías. Podemos decir que Dios es Vida, que es plenitud.  Podemos decir que Dios es Donación- Comunicación-comunión: un Amor que se da, que se  relaciona y que unifica.

¿En qué Dios creemos? Es importante responder a esta pregunta, porque «uno es lo que  adora». Queremos siempre ser como el Dios que adoramos. Cuando uno tiene un ídolo, trata de imitarlo. El Dios que adora hoy la mayoría de la gente  es el dinero y el consumo, y así se van convirtiendo en devotos consumistas.

• Nosotros creemos en un Dios todo corazón, un Dios compasivo y misericordioso. Lluvia  de besos y gracias. Un Dios-Amor.

• Nosotros creemos en un Dios-Padre, fuente de vida, generosidad desbordante. Nos lo  da todo. Nos crea con capacidad de crear.

• Nosotros creemos en un Dios-Hijo, su palabra y su encanto, diálogo
permanente,  comunicación plena, entrega total.

• Nosotros creemos en un Dios-Espíritu, chispazo de unión, arco voltaico divino, abrazo  vivo, comunión profunda, la flor del Amor, el Amor del Amor. Siguiendo la huella trinitaria, podríamos distinguir tres grandes «dimensiones divinas»:  Donación-Comunicación-Comunión.

CARITAS/92-1.Págs. 270-275