¡Amor y paz!
Hoy tenemos más conciencia que en otras épocas de
que la disyuntiva más que entre "ateísmo" (=no creer en Dios) o
teísmo (=creer en Dios), está entre "fe en el Dios de Jesús" e
"idolatría" (=creer en otros dioses). Porque hemos llegado a la conclusión
de que nadie deja de tener sus dioses, ante los cuales sacrifica su vida y la
de los demás, cuya prioridad convierte en ley suprema.
Dioses o ‘mesías’ del negocio, del poder, del
placer, o de la política o también dioses en el campo religioso, pero que en
todo caso están lejos del Dios que revela Jesús. Quizá tengamos que tener
conciencia clara de que nuestra mayor tentación no es el ateísmo sino la
idolatría. Por eso nuestra reflexión inicial parece que tendría que ser: ¿A qué
Dios adoramos? ¿En qué Dios creemos? (Dabar/32).
En Colombia celebramos también hoy un votación
histórica porque el país se juega su futuro: elige entre continuar con la
guerra y volver a la mentira y la
corrupción o darle paso a la paz y la democracia. Oremos porque los colombianos
elijan a conciencia.
Los invito, hermanos, a leer meditar el Evangelio y
el comentario, en este domingo en que celebramos la solemnidad de la Santísima
Trinidad.
Dos nos bendice…
Evangelio según San Juan 3,16-18.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Comentario
¡Qué gran fiesta es Dios! A veces pensamos que Dios
es un poquito aburrido, un poquito serio. A veces incluso hemos llegado a
pensar que Dios es un tanto severo y exigente, tendiendo a cruel. ¡Qué
imágenes de Dios, Dios mío, hemos llegado a presentar! Como para hacer
ateo a cualquiera. Y. efectivamente. muchos negaron a Dios, pero sólo
estaban negando las imágenes que les presentaban los creyentes.
Recordemos aquellas terribles palabras de Martin Buber: "Dios... es
la palabra más vilipendiada de todas las palabras humanas... Las
generaciones humanas... han desgarrado esta palabra. Han matado y se han
dejado matar por ella... Los hombres dibujan un monigote y escriben debajo la
palabra Dios".
En el libro de los Proverbios leemos unas preciosas
palabras puestas en boca de la Sabiduría: «Mi origen es antiquísimo...
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo... Cuando asentaba los
cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su
encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia». Antes de que
el agua fuera vapor y empezara a llover por los siglos; antes que las palabras
fueran como un mar de olas rojas: antes del primer fulgor de las estrellas,
que iniciaron enseguida una danza espléndida, ininterrumpida; antes de
que el polvo cósmico produjera inmensas espirales de galaxias: antes de
la primera explosión cósmica, gigantesca, que dio origen a la expansión
no acabada de la materia, hace de esto más de 13.000 millones de años;
antes de todas las cosas creadas, yo, la sabiduría, jugaba con Dios hasta
llegar al éxtasis; yo, su Hijo, «jugaba en su presencia», y ese juego
quedó personalizado en el Espíritu.
Entonces, Dios no es un ser solitario o triste o
aburrido. Dios está siempre jugando y vive siempre en una relación
desbordante, misteriosa. Dios es una fiesta que no acaba. Dios vive
siempre en éxtasis electrizante. Dios es una danza apasionada. Dios es
fecundidad infinita. Dios es creatividad desbordante. Dios está siempre
creando. Y Dios está siempre amando. La creación es para El como un juego
de amor. Dios juega siempre con su Hijo, con sus hijos. Dios ama
infinitamente a su Hijo, a sus hijos. Dios habla mucho con su Hijo, con
sus hijos. Dios es diálogo y amor. Dios es un verdadero «encanto». Dios es una
gran fiesta.
Pero, claro, todo lo que decimos de Dios es palabra
relativa, y se define mejor por lo que no es, que por lo que es. También
podríamos decir de Dios que es compasión infinita. que es una cascada
inagotable de lágrimas misericordiosas, que tiene sus ojos puestos con
preferencia sobre los pobres y los despreciados, que no hay dolor que El no
sienta, que se pasa su cielo consolando y ayudando a sus hijos ¿Cómo será
ese cielo de Dios? Realmente es que no le dejamos descansar. Si tiene que
escuchar todas nuestras plegarias y enjugar todas nuestra lágrimas y
resolver todas nuestras dudas, ¿qué tiempo le queda para El?
De todos modos. aunque no sabemos bien cómo se entiende,
algunas cosas sobre Dios sí podemos asegurar. Podemos decir, por ejemplo.
que Dios es Padre, que es Amor, pero sobrepasando todas nuestras
categorías. Podemos decir que Dios es Vida, que es plenitud. Podemos
decir que Dios es Donación- Comunicación-comunión: un Amor que se da, que
se relaciona y que unifica.
¿En qué Dios creemos? Es importante responder a
esta pregunta, porque «uno es lo que adora». Queremos siempre ser como el
Dios que adoramos. Cuando uno tiene un ídolo, trata de imitarlo. El Dios que
adora hoy la mayoría de la gente es el dinero y el consumo, y así se van
convirtiendo en devotos consumistas.
• Nosotros creemos en un Dios todo corazón, un Dios
compasivo y misericordioso. Lluvia de besos y gracias. Un Dios-Amor.
• Nosotros creemos en un Dios-Padre, fuente de
vida, generosidad desbordante. Nos lo da todo. Nos crea con capacidad de
crear.
• Nosotros creemos en un Dios-Hijo, su palabra y su
encanto, diálogo
permanente, comunicación plena, entrega
total.
• Nosotros creemos en un Dios-Espíritu, chispazo de
unión, arco voltaico divino, abrazo vivo, comunión profunda, la flor del
Amor, el Amor del Amor. Siguiendo la huella trinitaria, podríamos distinguir
tres grandes «dimensiones divinas»: Donación-Comunicación-Comunión.
CARITAS/92-1.Págs. 270-275