¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este sábado de la 6ª semana de Pascua.
Dios nos bendice...
Evangelio según San Juan 16,23b-28.
Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, Él se lo concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta. Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre. Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre".
Comentario
a) En el evangelio, Jesús sigue profundizando tanto
en su relación con el Padre como en las consecuencias que esta unión tiene para
sus seguidores: esta vez respecto a su oración.
Ahora que Jesús «vuelve al Padre», que es el que le
envió al mundo, les promete a sus discípulos que la oración que dirijan al
Padre en nombre de Jesús será eficaz. El Padre y Cristo están íntimamente
unidos. Los seguidores de Jesús, al estar unidos a él, también lo están con el
Padre. El Padre mismo les ama, porque han aceptado a Cristo. Y por eso su
oración no puede no ser escuchada, «para que vuestra alegría sea completa».
b) La eficacia de nuestra oración por Cristo se
explica porque los que creemos en él quedamos «incardinados» en su viaje de
vuelta al Padre: nuestra unión con Jesús, el Mediador, es en definitiva unión
con el Padre. Dentro de esa unión misteriosa -y no en una clave de magia- es
como tiene sentido nuestra oración de cristianos y de hijos.
Cuando oramos, así como cuando celebramos los
sacramentos, nos unimos a Cristo Jesús y nuestras acciones son también sus
acciones. Cuando alabamos a Dios, nuestra voz se une a la de Cristo, que está
siempre en actitud de alabanza. Cuando pedimos por nosotros mismos o
intercedemos por los demás, nuestra petición no va al Padre sola, sino avalada,
unida a la de Cristo, que está también siempre en actitud de intercesión por el
bien de la humanidad y de cada uno de nosotros.
La clave para la oración del cristiano está en la
consigna que Jesús nos ha dado: «permaneced en mí y yo en vosotros»,
«permaneced en mi amor». Por eso el Padre escucha siempre nuestra oración. No
se trata tanto de que él responda a lo que le pedimos. Somos nosotros los que
en este momento respondemos a lo que él quería ya antes. Orar es como entrar en
la esfera de Dios. De un Dios que quiere nuestra salvación, porque ya nos ama
antes de que nosotros nos dirijamos a él. Como cuando salimos a tomar el sol,
que ya estaba brillando. Como cuando entramos a bañarnos en el agua de un río o
del mar, que ya estaba allí antes de que nosotros pensáramos en ella. Al entrar
en sintonía con Dios, por medio de Cristo y su Espíritu, nuestra oración
coincide con la voluntad salvadora de Dios, y en ese momento ya es eficaz.
Aunque no sepamos en qué dirección se va a notar la
eficacia de nuestra oración, se nos ha asegurado que ya es eficaz. Nos lo ha
dicho Jesús: «todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis
recibido» (Mc 11,24). Sobre todo porque pedimos en el nombre de Jesús, el Hijo
en quien somos hermanos, y por tanto también nosotros somos hijos de un Padre
que nos ama.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 138-140
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 138-140