viernes, 30 de mayo de 2014

No seamos motivo de tristeza ni de angustia para nadie

¡Amor y paz!

Ha llegado la hora de Jesús. De su costado herido nacerá la Iglesia. Y su alegría será plena porque volverá a Aquel que le envió, llevando consigo a todos los redimidos mediante su Misterio Pascual. Nosotros no tenemos ya motivos para estar tristes. El Señor habita en nosotros. Él va con nosotros, que estamos llamados a dar a luz continuamente a una nueva humanidad, libre del pecado y de la muerte.

Quien contemple a la Iglesia de Cristo lo contemplará a Él y experimentará el amor que Dios siente por todas sus criaturas. Entonces no seremos motivo de tristeza ni de angustia para nadie, sino de alegría y de paz para todos. Entonces no preguntaremos dónde está Dios, pues Él estará y caminará con nosotros; y desde nosotros estará y caminará con toda la humanidad, hasta que juntos volvamos como hijos a la Casa de nuestro Dios y Padre.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 6ª, semana de Pascua.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 16,20-23a.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo." La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo. También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar. Aquél día no me harán más preguntas."
Comentario

Hay muchos momentos angustiantes que hemos pasado al trabajar por Cristo y su Evangelio. El Señor nos reúne para hacernos saber que Él va delante de nosotros. Él bebió primero el cáliz de la amargura, de la traición, del amor manifestado hasta el extremo. Hoy lo contemplamos clavado en una cruz, en su hora, la de hacernos surgir como hijos de Dios, reconciliados con Él mediante su Cuerpo, entregado por nosotros; y su Sangre, derramada para el perdón de nuestros pecados.

Pero lo contemplamos lleno de Gloria, elevado y atrayendo todo hacia Él para que, junto con Él, vivamos eternamente a la diestra del Padre Dios. Él camina con su Iglesia; y en medio de nuestras tribulaciones, sufridas a causa de creer y de dar testimonio de Él, Él nos llena de gozo al permitirnos entrar en comunión con su Vida y con su Misterio Pascual. Reunidos en su Nombre, Él cumple su promesa de estar en medio de nosotros como nuestro Dios y Señor, como nuestra alegría y nuestra paz. Llenémonos de gozo y de confianza por este amor tan grande que Él nos sigue teniendo.

Tengamos confianza; el Señor va con nosotros. Él quiere que surja una humanidad nueva donde haya menos dolor, menos pobreza, menos tristeza, menos angustia, menos explotación de los desvalidos, menos injusticias sociales, menos vicios que minen la salud de las personas y la paz familiar. El Señor nos ha enviado para que generemos una auténtica alegría cristiana. Pero dar a luz a ese hombre nuevo nos costará grandes sufrimientos, persecuciones, incomprensiones. Todo cuesta en la vida; nada se nos da gratis; nada se logra sin morir a uno mismo.

El Señor nos quiere fuertes, valientes, seguros, confiados en Él y caminando tras sus huellas. No podemos vivir de un modo egoísta, esperando disfrutar de un mundo nuevo contemplando desde el balcón de nuestra vida el sudor y la entrega de los demás. Quienes creemos en Cristo debemos ser los primeros en trabajar por el bien de todos, de tal forma que el Señor nos conceda colaborar ardientemente en la construcción de su Reino, que debe iniciarse ya desde ahora entre nosotros.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir totalmente comprometido en el amor a Dios y en el amor al prójimo, buscando el bien de todos hasta logra que todo sea recapitulado en Cristo, para gloria de Dios Padre. Amén.

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