viernes, 25 de octubre de 2013

Jesús nos invita a interpretar el tiempo presente

¡Amor y paz!

Esta sección, a diferencia de la anterior, está dirigida a toda la multitud. Jesús apela a la experiencia popular que ya tiene unos esquemas con los que interpretar el clima. Estos esquemas le permiten anticipar el tiempo venidero y prever las acciones necesarias por si hace calor o por si llueve. Sin embargo, este conocimiento no se extiende más allá al conocimiento de la realidad.

Jesús exhorta a la multitud a que interprete los signos de los tiempos, a que analice la realidad y a que no se contente con vivir el día. Pues, el pueblo no puede conformarse con ver cómo los hechos ocurren y los cambios se producen. El pueblo se debe preocupar por descifrar y anticipar las señales del tiempo presente. Pues, de otra manera sólo seguirá siendo la eterna víctima de circunstancias que otros previeron y decidieron.

Los invito, hermanos a, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XXIX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 12,54-59.
Dijo también a la multitud: "Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente? ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo".
Comentario

Interpretar el momento presente, a veces, no resulta fácil. Jesús invita a las multitudes a la práctica del discernimiento para saber lo que es conveniente hacer y lo que no en cada momento. La gente esperaba de Dios el envío de un mesías de poder, un mesías político que, por la fuerza, los liberase de la dominación romana y de los aprietos económicos.

Pero Jesús –el Mesías de Dios- no está de acuerdo con esto y tacha a la gente de “hipócritas”, como lo había hecho con los fariseos. No es por el poder, la fuerza y la dominación de unos sobre otros por donde se alumbrará una nueva sociedad. No. Será más bien por el diálogo, el consenso, el acuerdo con el otro por el que se saldrá airoso de la situación presente. Con el contrincante en un pleito es mejor hacer las paces que declararle la guerra. Así eliminas todo lo que te enemista con él, dejas de considerarlo enemigo y lo abres a él también a la vía del amor, del diálogo y del consenso. Si no se adopta ese método, uno mismo, en lugar de probar la libertad, tendrá que soportar las cadenas (cuando vas con tu contrincante a ver al magistrado, haz lo posible por librarte de él mientras van de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel).

El momento presente es tiempo de enmienda y de cambio; hay que provocar un cambio fuerte de mente que nos lleve a practicar la unión y no la división, el reparto y no el acaparamiento, el servició y no la sumisión, la liberación y no la esclavitud. Y este cambio en profundidad no puede hacerse sin un amor que, como decía Pablo, “es paciente, afable, no tiene envidia, no se jacta ni se engríe, no es grosero ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia, sino con la verdad, disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre” (1 Cor 13,4-7). Quien va por este camino sabe ya discernir el momento presente y está anticipando un futuro mejor para sí y para los demás.

Servicio Bíblico Latinoamericano 2004