viernes, 3 de junio de 2011

“Ustedes tendrán una alegría que nadie les podrá quitar”

¡Amor y paz!

El Evangelio reitera lo que Jesús dijo ayer: que sus discípulos llorarán y se lamentarán por su ausencia, aunque el mundo se alegrará. Hoy, hermanos, la sociedad se está secularizando de una manera pasmosa. Le ha dado la espalda a Dios. Muchos sufren, otros ríen. Pero Jesús volverá a ver a sus discípulos y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar.   

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la VI Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 16,20-23a.
Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.  La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo. También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar. Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre. 
Comentario

Comprendo los silencios de los cristianos. Muchos sacerdotes, diría que todos, han vivido con pasión el Evangelio. Muchos padres de familia, diría que todos, han querido anunciar a Jesucristo en su casa, su “Iglesia doméstica.” ¿Los frutos? Parecen escasos, se reciben desprecios, te manipulan, se burlan, parece que predicas en el desierto y terminas tirando la toalla, apostando por “valores seguros” y echando la culpa a la “secularización creciente” a la falta de esfuerzo en el trabajo de anunciar el Evangelio.

“No temas:” “La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza porque ha llegado su hora.” Tal vez nuestros “partos” duren toda la vida, nos parezcan eternos e interminables. “Pero en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre,” por tu constancia Dios hará que veas los frutos y se te olvidarán los apuros y fatigas, darás por bien empleadas tantas horas, tantos desprecios y apariencia de soledad. Entonces “nadie os quitará vuestra alegría.”

“Ese día no me preguntaréis nada.” Cuando me preguntas los “por qué” de tantas cosas (las muertes de gente joven, las deserciones en la Iglesia, la falta de fe, el mal en el mundo, etc. ...) me acuerdo de esta frase y, aunque no sé explicarlo, estoy seguro de que cuando veamos el amor entrañable y misericordioso de Dios se nos olvidarán los porqués y surgirá el “gracias.”

María, madre mía, ayúdame a “guardar en mi corazón” (en tu corazón), los cansancios y desvelos y a adelantar, desde ahora, mi acción de gracias.

ARCHIMADRID 2004