miércoles, 28 de julio de 2010

Sacrificarlo todo por quedarse con lo mejor

¡Amor y paz!

El Señor nos relata otras dos parábolas, muy breves, ambas con una intención similar: la del que encuentra un tesoro escondido bajo tierra y la del comerciante que, entre las perlas, descubre una particularmente preciosa. Los dos venden cuanto tienen, para asegurarse la posesión de lo que sólo ellos saben que vale tanto.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,44-46
.

El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.

Comentario

La alegría del Evangelio es como la alegría de aquél que, habiendo encontrado un tesoro, se vuelve loco de alegría, vuelve a casa y vende todos sus bienes, incluso los malvende, para poder comprar el campo en cuestión. Los vecinos piensan que se ha vuelto loco, sospechan que quizá está siendo chantajeado por alguien y necesita dinero, o que tal vez lo haya perdido todo en una casa de juego. Pero aquel hombre sabe muy bien adónde quiere llegar, y no le importa lo que digan de él. No le impresionan las palabras ni los juicios de los demás, porque sabe que el tesoro que ha encontrado vale más que todo cuanto tenía.

También el mercader que ha encontrado la perla preciosa lo vende todo, y la gente piensa que quiere cambiar de oficio o que no está en sus cabales. Pero él sabe que, cuando tenga la perla preciosa, tendrá un bien mucho mayor que todas las demás perlas juntas y que, si quiere, podrá incluso volver a comprarlas todas.

La alegría del Evangelio es propia de aquel que, habiendo encontrado la plenitud de la vida, se ve libre, sin ataduras, desenvuelto, sin temores, sin trabas. Ahora bien, ¿creéis, acaso, que quien ha encontrado la perla preciosa va a ponerse a despreciar todas las demás? ¡Ni mucho menos! El que ha encontrado la perla preciosa se hace capaz de colocar todas las demás en una escala justa de valores, de relativizarlas, de juzgarlas en relación con la perla más hermosa. Y lo hace con extrema simplicidad, porque, al tener como piedra de comparación la perla preciosa, sabe comprender mejor el valor de todas las demás.

El que ha encontrado el tesoro no desprecia lo demás, no teme entrar en tratos con los que
tienen otros tesoros, puesto que él está ahora en condiciones de atribuir a cada cosa su valor exacto.
CARLO M. MARTINI
LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO
Meditaciones para los jóvenes
Sal Terrae. Santander 1989. Pág. 43
www.mercaba.org