sábado, 21 de diciembre de 2013

¡Benditas María e Isabel, disponibles a los planes de Dios!

¡Amor y paz!

Seguimos leyendo los relatos del nacimiento del evangelio de Lucas, y lo haremos todavía hasta Navidad. Hoy se nos presenta la escena que llamamos comúnmente de "la visitación" de María a su prima Isabel.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la Feria de Adviento: Semana antes de Navidad (21 dic.).

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,39-45. 
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". 
Comentario

Se nos dice que la Virgen hizo el camino hasta las montañas de Judea donde vivía su familiar, eran unos dos o tres días de marcha. El encuentro de las dos mujeres ha sido inmortalizado, como tantísimas otras páginas de la Biblia, en las obras de los artistas cristianos. Pero lo que más cuenta son las palabras con que Isabel saluda a María, llena –dice el autor- del Espíritu Santo: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!", palabras que millones y millones de cristianos repetimos en todas las lenguas del mundo para saludar diariamente a la madre de nuestro Señor.

Bendita no por sus propios méritos sino por la gracia y el favor divino, porque supo acoger la Palabra de Dios hasta el punto de engendrarla en su seno, porque se puso enteramente a la disposición de Dios que la hacía instrumento precioso de su obra salvífica. 

Isabel es consciente de la desproporción de la visita: "¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?" pregunta. La misma humildad con que su hijo, Juan Bautista, dirá más tarde que no es digno ni de llevarle las sandalias al Mesías. Y proclama dichosa, bienaventurada, bienamada a María porque en ella se cumplirá lo que le dijo el Señor por medio del ángel. Aunque la lectura de hoy se interrumpe en este punto, sabemos que María prorrumpió, en respuesta a las palabras de Isabel, en un cántico de acción de gracias, el "Magníficat" que nos sabemos de memoria.

Debiéramos hacer nuestros los sentimientos y las palabras de Isabel, bendecir y felicitar a María por las maravillas que Dios realizó en ella. Pero debiéramos sobre todo, asumir las actitudes de estas mujeres que sumisamente se ponen a disposición de los planes salvíficos de Dios. A nosotros nos toca llevar al Mesías a visitar a nuestros hermanos que sufren y lloran, para que se alegren como Isabel y alaben a Dios que los salva y libera.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
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