¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, a la
manera de la lectio divina, en este lunes en que celebramos la solemnidad
de los Santos Pedro y Pablo, apóstoles.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: Santos
Pedro y San Pablo
Lectio
Lunes, 29 de junio de 2020
Mateo 16,13-23
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia
en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de
Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia,Tú les ayudaste a
descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y
muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para
ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en
la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los
pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también
nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu
resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros
como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí, Jesús,
Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura
a) Una clave de lectura:
El texto litúrgico de la fiesta de San Pedro y San Pablo está tomado
del Evangelio de Mateo: 16,13-19. En el comentario que haremos incluimos
también los versículos 20-23. Porque en el conjunto del texto, del versículo 13
al 23, Jesús volviéndose a Pedro por dos veces lo llama "piedra". Una
vez piedra de fundamento (Mt 16,18) y otra vez piedra de escándalo. (Mt 16,23).
Las dos afirmaciones se complementan mutuamente. Durante la lectura del texto
sería bueno poner atención al modo de conducirse de Pedro y a las solemnes
palabras, que Jesús le dirige en dos ocasiones.
b) Una división del texto para ayudar en la lectura:
13-14: Jesús quiere saber las opiniones del pueblo sobre su persona.
15-16: Jesús pregunta a los discípulos y Pedro confiesa: "¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios!"
17-20: Respuesta solemne de Jesús a Pedro (frase central de la fiesta de hoy).
21-22: Jesús pone en claro el significado de Mesías, pero Pedro reacciona y no lo acepta.
22-23: Respuesta solemne de Jesús a Pedro.
15-16: Jesús pregunta a los discípulos y Pedro confiesa: "¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios!"
17-20: Respuesta solemne de Jesús a Pedro (frase central de la fiesta de hoy).
21-22: Jesús pone en claro el significado de Mesías, pero Pedro reacciona y no lo acepta.
22-23: Respuesta solemne de Jesús a Pedro.
c) El texto:
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a
sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?"
Ellos dijeron: "Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que
Jeremías o uno de los profetas."
Díceles él: "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?" Simón
Pedro contestó: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo."
Replicando Jesús le dijo: "Bienaventurado eres Simón, hijo de
Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que
está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra
ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la
tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos." Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a
nadie que él era el Cristo.
Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él
debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día.
Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: "¡Lejos
de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!" Pero él, volviéndose, dijo
a Pedro: "¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque
tus pensamientos no son los de Dios, sino los de
los hombres!
3. Un momento de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar
nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Qué punto ha llamado más mi atención?
b) ¿Cuáles son las opiniones del pueblo sobre Jesús? ¿Qué piensan Pedro y los discípulos sobre Jesús?
c) ¿Quién es Jesús para mi? ¿Quién soy yo para Jesús?
d) Pedro es piedra de dos modos: ¿cuáles?
e) ¿Qué tipo de piedra es nuestra comunidad?
f) En el texto aparecen muchas opiniones sobre Jesús y varias maneras de presentarse la fe. Hoy también existen muchas opiniones diferentes sobre Jesús. ¿Qué opiniones son las conocidas por nuestra comunidad? ¿Qué misión resulta de todo esto para nosotros?
b) ¿Cuáles son las opiniones del pueblo sobre Jesús? ¿Qué piensan Pedro y los discípulos sobre Jesús?
c) ¿Quién es Jesús para mi? ¿Quién soy yo para Jesús?
d) Pedro es piedra de dos modos: ¿cuáles?
e) ¿Qué tipo de piedra es nuestra comunidad?
f) En el texto aparecen muchas opiniones sobre Jesús y varias maneras de presentarse la fe. Hoy también existen muchas opiniones diferentes sobre Jesús. ¿Qué opiniones son las conocidas por nuestra comunidad? ¿Qué misión resulta de todo esto para nosotros?
5. Una clave de lectura
para profundizar en el tema.
i) El contexto:
En las partes narrativas de su Evangelio, Mateo acostumbra seguir el
orden del Evangelio de Marcos. Tal vez él cita otra fuente conocida por él y
por Lucas. Pocas veces presenta informaciones propias que aparezcan sólo en su
Evangelio, como en el caso del evangelio de hoy. Este texto, con el diálogo
entre Jesús y Pedro, recibe diversas interpretaciones, incluso hasta opuestas,
en las iglesias cristianas. En la iglesia católica constituye el fundamento del
primado de Pedro. Sin disminuir a propósito la importancia de este texto,
conviene situarlo en el contexto del Evangelio de Mateo, en el cual, en otros
textos las mismas cualidades conferidas a Pedro son atribuidas casi todas
también a otras personas. No son una exclusiva de Pedro.
ii) Comentario del texto:
a) Mateo: 16,13-16: Las opiniones del pueblo y de los discípulos con
respecto a Jesús.
Jesús quiere saber la opinión del pueblo sobre su persona. Las
respuestas son muy variadas: Juan Bautista, Elías, Jeremías, uno de los
profetas. Cuando Jesús pide la opinión a los mismos discípulos, Pedro en nombre
de todos, dice: "¡Tú eres el Cristo el Hijo de Dios vivo!" Esta
respuesta de Pedro no es nueva. Anteriormente, después de caminar sobre las
aguas, ya los mismos discípulos habían hecho una confesión de fe semejante:
"¡Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios!" (Mt 14, 33). Es el reconocimiento
de que en Jesús se realizan las profecías del Antiguo Testamento. En el
Evangelio de Juan la misma profesión de fe se hace por medio de Marta:
"¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que ha venido a este mundo!" (Jn
11,27).
b) Mateo: 16-17: La respuesta de Jesús a Pedro: ¡Dichoso tú, Pedro!
Jesús proclama "dichoso" a Pedro, porque ha recibido una
revelación del Padre. Tampoco aquí es nueva la respuesta de Jesús.
Anteriormente Jesús había hecho una idéntica proclamación de beatitud a los
discípulos porque veían y oían cosas que ninguno antes había conocido (Mt
13,16), y había alabado al Padre porque había revelado el Hijo a los pequeños y
no a los sabios (Mt 11,25). Pedro es uno de los pequeños a los que el Padre se
revela. La percepción de la presencia de Dios en Jesús no "viene de la
carne ni de la sangre", o sea, no es fruto de estudio, ni es mérito de
ningún esfuerzo humano, sino que es un don que Dios concede a quien quiere.
c) Mateo: 16,18-20: Las calificaciones de Pedro: Ser piedra de
fundamento y recibir en posesión las llaves del Reino.
1. Ser Piedra: Pedro debe ser la piedra, a saber, debe ser el
fundamento firme para la Iglesia, de modo que pueda resistir contra los asaltos
de las puertas del infierno. Con estas palabras de Jesús a Pedro, Mateo animaba
a las comunidades de la Siria o de la Palestina, que sufrían y eran perseguidas
y que veían en Pedro el jefe que las había sellado desde los orígines. A pesar
de ser débiles y perseguidas, ellas tenían un fundamento sólido, garantizado
por la palabra de Jesús. En aquel tiempo, las comunidades cultivaban una
estrecha relación afectiva muy fuerte con los jefes que habían dado origen a la
comunidad. Así las comunidades de la Siria y Palestina cultivaban su relación
con la persona de Pedro. La de la Grecia con la persona de Pablo. Algunas
comunidades de Asia con la persona del Discípulo amado y otras con la persona
de Juan el del Apocalipsis. Una identificación con estos jefes de sus orígines
les ayudaba a cultivar mejor la propia identidad y espiritualidad. Pero podía
ser también motivo de conflicto, como en el caso de la comunidad de Corinto
(1Cor 1,11-12). Ser piedra como fundamento de la fe evoca la palabra de Dios al
pueblo en el destierro de Babilonia: "Oídme vosotros, los que seguís la
justicia, los que buscáis a Yahvé. Considerad la roca de la que habéis sido
tallados y la cantera de la que habéis sido sacados. Mirad a Abrahán, vuestro
padre y a Sara que os dio a luz; porque sólo a él lo llamé yo, lo bendije y lo
multipliqué." (Is 51,1-2). Aplicada a Pedro, esta cualidad de
piedra-fundamento, indica un nuevo comienzo del pueblo de Dios.
2. Las llaves del Reino: Pedro recibe las llaves del Reino para atar y
desatar, o sea, para reconciliar entre ellos y con Dios . El mismo poder de
atar y desatar se les ha sido dado a las comunidades (Mt 18,8) y a los
discípulos (Jn 20,23). Uno de los puntos en el que el Evangelio de Mateo
insiste más, es el de la reconciliación y el perdón. (Mt 5,7.23-24.38-42.44-48;
6,14-15; 18,15-35). El hecho es que en los años 80 y 90, allá en la Siria
existían muchas tensiones en las comunidades y divisiones en las familias por
causa de la fe en Jesús. Algunos lo aceptaban como Mesías y otros no, y esto
era fuente de muchos desavenencias y conflictos. Mateo insiste sobre la
reconciliación. La reconciliación era y sigue siendo uno de los más importantes
deberes de los coordinadores de las comunidades. Imitando a Pedro, deben atar y
desatar, esto es, trabajar para que haya reconciliación, aceptación mutua,
construcción de la verdadera fraternidad.
3. La Iglesia: La palabra Iglesia, en griego ekklesia, aparece 105
veces en el Nuevo Testamento, casi exclusivamente en las Actas de los Apóstoles
y en las Cartas. Sólamente tres veces en los Evangelios, y sólo en Mateo. La
palabra significa" asamblea convocada" o " asamblea
elegida". Esta indica el pueblo que se reúne convocado por la Palabra de
Dios, y trata de vivir el mensaje del Reino que Jesús nos ha traído. La Iglesia
o la comunidad no es el Reino, sino un instrumento y una señal del Reino. El Reino
es más grande. En la Iglesia, en la comunidad, debe o debería aparecer a los
ojos de todos, lo que sucede cuando un grupo humano deja a Dios reinar y tomar
posesión de su vida.
d) Mateo: 16,21-22: Jesús completa lo que falta en la respuesta de
Pedro y éste reacciona y no acepta.
Pedro había confesado: "¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios
vivo!" Conforme a la ideología dominante del tiempo, él se imaginaba un
Mesías glorioso. Jesús lo corrige: Es necesario que el Mesías sufra y sea
muerto en Jerusalén". Diciendo "es necesario", Él indica que el
sufrimiento ya estaba previsto en las profecías (Is 53, 2-8). Si los discípulos
aceptan a Jesús como Mesías e Hijo de Dios, deben aceptarlo también como Mesías
Siervo que va a morir. ¡No sólo el triunfo de la gloria, sino también el camino
de la cruz! Pero Pedro no acepta la corrección de Jesús y trata de disuadirlo.
e) Mateo: 16-23: La respuesta de Jesús a Pedro: piedra de escándalo.
La respuesta de Jesús es sorprendente: "¡Retírate de mi, Satanás!
Tú me sirves de escándalo, porque no sientes las cosas de Dios sino la de los
hombres". Satanás es el que nos aparta del camino que Dios ha trazado para
nosotros. Literalmente Jesús dice: "¡Colócate detrás de mi!" (Vada
retro! En latín). Pedro quería tomar la guía e indicar la dirección del camino.
Jesús dice: "¡Detrás de mí!" Quien señala la dirección y el ritmo no
es Pedro, sino Jesús. El discípulo debe seguir al maestro. Debe vivir en
conversión permanente. La palabra de Jesús era también un mensaje para todos
aquéllos que guiaban la comunidad. Ellos deben "seguir" a Jesús y no
pueden colocarse delante como Pedro quería hacer. Non son ellos los que pueden
indicar la dirección o el estilo. Al contrario, como Pedro, en vez de piedra de
apoyo, pueden convertirse en piedra de escándalo. Así eran algunos jefes de las
comunidades en tiempos de Mateo. Había ambigüedad. ¡Así nos puede suceder a
nosotros hoy!
iii) Ampliando informaciones del evangelio sobre Pedro: un retrato de
San Pedro
Pedro de pescador de peces se transformó en pescador de hombres (Mc
1,7). Estaba casado (Mc 1,30). Hombre bueno, muy humano. Estaba llamado
naturalmente a ser el jefe entre los doce primeros discípulos de Jesús. Jesús
respetó esta tendencia natural e hizo de Pedro el animador de su primera comunidad
(Jn 21, 17). Antes de entrar en la comunidad de Jesús, Pedro se llamaba Simón
bar Jona (Mt 16,17), Simón hijo de Jonás. Jesús le dió el sobrenombre de Cefas
o Piedra, que luego se convirtió en Pedro. (Lc 6,14).
Por naturaleza, Pedro podía serlo todo, menos una piedra. Era valiente
en el hablar, pero a la hora del peligro se dejaba llevar del miedo y huía. Por
ejemplo, aquella vez que Jesús llegó caminando sobre las aguas, Pedro pidió:
"Jesús, ¿puedo yo también ir a ti sobre las aguas?" Jesús respondió
"¡Ven, Pedro!" Pedro desciende de la barca, se pone a caminar sobre
las aguas. Pero cuando llega una ola un poco más alta de lo acostumbrado, se
asusta, comienza a hundirse y exclama: "¡Sálvame, Señor!" Jesús lo
tomó de la mano y lo salvó (Mt 14, 28-31). En la última cena, Pedro dice a
Jesús: "¡Yo no te negaré jamás, Señor!" (Mc 14,31), pero pocas horas
después, en el palacio del sumo sacerdote, delante de una sierva, cuando Jesús
ya había sido arrestado, Pedro negó con juramento el tener algo que ver con
Jesús (Mc 14, 66-72). En el huerto de los olivos, cuando Jesús fue arrestado,
él llega hasta desenvainar la espada (Jn 18, 10), pero luego huyó, dejando solo
a Jesús (Mc 14,50). Por naturaleza ¡Pedro no era piedra!
Sin embargo, este Pedro tan débil y tan humano, tan igual a nosotros,
se convirtió en Piedra, porque Jesús ha rezado por él diciendo: "¡Pedro,
yo he orado por ti, para que no desfallezca tu fe. Y tú, una vez convertido,
confirma a tus hermanos!" (Lc 22,31-32). Por esto, Jesús podía decir:
"¡Tú eres Pedro y sobre esta piedra yo edificaré mi Iglesia!" (Mt
16,18). Jesús le ayudó a ser piedra. Después de la resurrección, en Galilea,
Jesús se apareció a Pedro y le pidió dos veces: "¿Pedro me amas?" Y
Pedro dos veces respondió: "Señor, Tú sabes que te amo.". " (Jn
21, 15.16). Cuando Jesús hizo la misma pregunta por tercera vez, Pedro se
entristeció. Debió recordar que lo había negado tres veces. A la tercera
pregunta, él respondió: "Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que yo te
amo". Y fue en aquel momento cuando Jesús le confió el cuidado de las
ovejas, diciendo: ¡Pedro, apacientas mis ovejas! Con la ayuda de Jesús la
firmeza de la piedra crecía en Pedro y se reveló en el día de Pentecostés.
En el día de Pentecostés, después de la venida del Espíritu Santo, Pedro
abrió la puerta de la sala, donde estaban todos reunidos, a puertas cerradas
por miedo de los judíos (Jn 20,19), se llenó de valor y comenzó a anunciar la
Buena Noticia de Jesús al pueblo (Act 2,14-40). ¡Y no se paró nunca más!. Por
causa de este anuncio valeroso de la resurrección, fue arrestado (Act 4,3). En
el interrogatorio le fue prohibido anunciar la buena noticia (Act 4,18), pero
Pedro no obedeció la prohibición. Él decía: "¡Nosotros pensamos que
debemos obedecer a Dios antes que a los hombres!" (Act 4, 19; 5,29). Fue
arrestado de nuevo y (Act 5,18.26). Fue castigado (Act 5,40). Pero el dijo:
"Muchas gracias. Pero nosotros continuaremos" (cfr Act 5,42).
La tradición cuenta que, al final de su vida, cuando estaba en Roma,
Pedro tuvo todavía un momento de miedo. Pero luego volvió sobre sus pasos, fue
arrestado y condenado a la muerte de cruz. Él pidió que le crucificasen con la
cabeza hacia abajo. Pensaba que no era digno de morir del mismo modo que su
maestro Jesús. ¡Pedro fue fiel así mismo hasta el final!
6. Salmo 103 (102)
Acción de gracias
Bendice, alma mía, al Señor,
el fondo de mi ser, a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
nunca olvides sus beneficios.
Él, que tus culpas perdona,
que cura todas tus dolencias,
rescata tu vida de la fosa,
te corona de amor y ternura,
satura de bienes tu existencia,
y tu juventud se renueva como la del águila.
Yahvé realiza obras de justicia
y otorga el derecho al oprimido,
manifestó a Moisés sus caminos,
a los hijos de Israel sus hazañas.
El Señor es clemente y compasivo,
lento a la cólera y lleno de amor;
no se querella eternamente,
ni para siempre guarda rencor;
no nos trata según nuestros yerros,
ni nos paga según nuestras culpas.
Como se alzan sobre la tierra los cielos,
igual de grande es su amor con sus adeptos;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros crímenes.
Como un padre se encariña con sus hijos,
así de tierno es el Señor con sus adeptos;
que él conoce de qué estamos hechos,
sabe bien que sólo somos polvo.
¡El hombre! Como la hierba es su vida,
como la flor del campo, así florece;
lo azota el viento y ya no existe,
ni el lugar en que estuvo lo reconoce.
Pero el amor del Señor es eterno
con todos que le son adeptos;
de hijos a hijos pasa su justicia,
para quienes saben guardar su alianza,
y se acuerdan de cumplir sus mandatos.
Yahvé asentó su trono en el cielo,
su soberanía gobierna todo el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
héroes potentes que cumplís sus órdenes
en cuanto oís la voz de su palabra.
Bendecid al Señor, todas sus huestes,
servidores suyos que hacéis su voluntad.
Bendecid al Señor, todas sus obras,
en todos los lugares de su imperio.
¡Bendice, alma mía, al Señor!
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor
la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos
comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que
nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en
práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del
Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.
Orden de los Carmelitas