¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, a la
manera de la lectio divina, en este viernes de la 13ª semana del Tiempo Ordinario,
ciclo A.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: San Tomás,
apóstol
Lectio
Viernes, 3 de julio de 2020
Juan 20,24-29 - Tempo Ordinario
1) Oración inicial
Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos
de la luz; concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer
siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del Evangelio según san Juan 20,24-29
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando
vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les
contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en
el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.» Ocho días
después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó
Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.»
Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y
métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» Tomás le contestó:
«Señor mío y Dios mío.» Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos
los que no han visto y han creído.»
3) Reflexión
• Hoy, en la fiesta de Santo Tomás, el evangelio nos presenta el
encuentro de Jesús resucitado con el apóstol Tomás, que quería ver para poder
creer. Por esto muchos lo llaman Tomás, el incrédulo. En realidad, el mensaje
de este evangelio es bien diferente. Es mucho más profundo y actual.
• Juan 20,24-25: La duda de Tomás. Tomás, uno de los doce, no estaba
presente cuando Jesús aparece a los discípulos la semana anterior. Tomás no
cree en el testimonio de los demás que decían: “Hemos visto al Señor”. Pone
condiciones: "«Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi
dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.”.
Tomás es exigente. Quiere ver para creer. No quiere un milagro para poder
creer. ¡No! Quiere ver las señales en las manos, en los pies y en el costado.
No cree en un Jesús glorioso, desligado del Jesús humano que sufre en la cruz.
Cuando Juan escribe, al final del siglo primero, había personas que no
aceptaban la venida del Hijo de Dios en la carne (2 Jn 7; 1Jn 4,2-3). Eran los
gnósticos que despreciaban la materia y el cuerpo. Y para criticar a los
gnósticos, el evangelio de Juan habla de la preocupación de Tomás que quiere
“ver para creer”. La duda de Tomás deja transparentar también lo difícil que
era creer en la resurrección.
• Juan 20,26-27: No seas incrédulo, sino creyente. El texto dice “seis
días después”. Esto significa que Tomás fue capaz de sostener su opinión
durante una entera semana, contra el testimonio de los otros apóstoles. ¡Vaya
tozudez! ¡Gracias a Dios, para nosotros! Y así, seis días después, durante la
reunión de la comunidad, ellos tuvieron de nuevo una profunda experiencia de la
presencia de Jesús resucitado en medio de ellos. Las puertas cerradas no
pudieron impedir que El estuviera en medio de los que creían en El. Hoy pasa lo
mismo. Cuando estamos reunidos, aunque tengamos las puertas cerradas, Jesús
está en medio de nosotros. Y hasta hoy, la primera palabra de Jesús, es y será
siempre: “¡La Paz esté con vosotros!" Lo que llama la atención es la
bondad de Jesús. No critica, ni juzga la incredulidad de Tomás, sino que acepta
el reto y dice: “Tomás, ¡ven, pon tu dedo en mis heridas!". Jesús confirma
la convicción de Tomás y de las comunidades, a saber: el resucitado glorioso es
¡el crucificado torturado! El Jesús que está en la comunidad, no es un Jesús
glorioso que no tiene nada en común con nuestra vida de gente normal. Es el
mismo Jesús que vivió en esta tierra y que tiene en el cuerpo las señales de su
pasión. Las señales de su pasión están hoy en el sufrimiento de la gente, en el
hambre, en las señales de tortura, de injusticia. Y en las personas que
reaccionan, que luchan por la vida y no se dejan abatir, Jesús resucita y se
hace presente en medio de nosotros. Y ¡Tomás cree en este Cristo, y nosotros
también!
• Juan 20,28-29: Felices los que no vieron y creyeron. Con él decimos:
"¡Señor mío y Dios mío!" Esta entrega de Tomás es la actitud ideal de
la fe. Y Jesús completa con el mensaje final: "Has creído porque has
visto. ¡Dichosos los que no han visto y han creído ¡" Con esta frase,
Jesús declara felices todos los que estamos en esta condición: sin haber visto,
creemos que el Jesús que está en medio de nosotros, es el mismo Jesús que
¡murió crucificado!
El envío: "¡Como el Padre me ha enviado, yo también os
envío!" De este Jesús, crucificado y resucitado, recibimos la misión, la
misma que él recibió de su Padre (Jn 20,21). Aquí, en la segunda aparición,
Jesús repite: "La paz sea con vosotros.” Esta repetición acentúa la
importancia de la Paz. Construir la paz forma parte de la misión. Paz,
significa mucho más que la ausencia de guerra. Significa construir una
convivencia humana armoniosa, en la que las personas puedan ser ellas mismas,
teniendo todas lo necesario para vivir, conviviendo felices y en paz. Fue ésta
la misión de Jesús, y es también nuestra misión. Jesús sufrió y dijo:”Recibid
al Espíritu Santo” (Jn 20,22). Solamente con la ayuda del Espíritu de Jesús,
seremos capaces de realizar la misión que El nos dio. Enseguida Jesús comunicó
el poder de perdonar los pecados: "A quienes perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» El punto
central de la misión de paz está en la reconciliación, en el intento de superar
las barreras que nos separan. Este poder de reconciliar y de perdonar es dado a
la comunidad (Jn 20,23; Mt 18,18). En el evangelio de Mateo es dado también a
Pedro (Mt 16,19). Aquí se percibe que una comunidad sin perdón ni
reconciliación no es una comunidad cristiana. Dicho con una palabra, nuestra
misión es crear comunidad a ejemplo de la comunidad del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
4) Para la reflexión personal
• En la sociedad de hoy, las divergencias y tensiones de raza, clase,
religión, género y cultura son enormes y crecen cada día. ¿Cómo realizar hoy la
misión de reconciliación?
• En tu familia y en tu comunidad, ¿hay algún grano de mostaza que apunta hacia
una sociedad reconciliadora?
5) Oración final
¡Alabad al Señor, todas las naciones,
ensalzadlo, pueblos todos!
Pues sólido es su amor hacia nosotros,
la lealtad del Señor dura para siempre. (Sal 117)
ensalzadlo, pueblos todos!
Pues sólido es su amor hacia nosotros,
la lealtad del Señor dura para siempre. (Sal 117)
Orden de los Carmelitas