sábado, 31 de julio de 2010

Juan, modelo de profeta para todos los tiempos

¡Amor y paz!

Juan Bautista es el último profeta del Antiguo Testamento. Fue Precursor de Cristo por su nacimiento, por su predicación, por su bautismo y por su muerte. Se enfrenta a los dirigentes de la Nación por llamarlos al cambio y reclamar un comportamiento según la ley de Dios.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en reste Sábado de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Mateo 14,1-12.

En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: "Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos". Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla". Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: "Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran
y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.


Comentario

a) A Jesús le espera el mismo destino que a su precursor, Juan el Bautista. Un profeta auténtico no sólo es rechazado en su tierra -como decía Jesús ayer-, sino que ese rechazo termina, muchas veces, con la muerte.

A Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, hijo de Herodes el Grande (el de los inocentes de Belén), lo que oye contar de Jesús le recuerda a Juan el Bautista. No tiene la conciencia tranquila, porque le había hecho matar en la cárcel, por instigación de Herodías.

b) La figura del Bautista es recia y admirable, en su coherencia, en la lucidez de su predicación y de sus denuncias.

También en eso es Precursor de Jesús. Es valiente y comprometido. Dice la verdad, aunque desagrade.

Es figura, también, de tantos cristianos que han muerto víctimas de la intolerancia por el testimonio que daban contra situaciones inaguantables. Los profetas mudos prosperan. Los auténticos suelen terminar mal.

PROFETA/CONFLICTOS: Jesús nos dijo que debíamos ser luz y sal y fermento de este mundo. O sea, profetas. Profetas son los que interpretan y viven las realidades de este mundo desde la perspectiva de Dios. Por eso, muchas veces, tienen que denunciar el desacuerdo entre lo que debería ser y lo que es, entre lo que Dios quiere y lo que los intereses de determinadas personas o grupos pretenden.

Un cristiano deberá estar dispuesto a todo. Ya anunció Jesús a los suyos que los llevarían a los tribunales, que los perseguirían, que los matarían. Como a él. Y, sin embargo, vale la pena ser coherentes y dar testimonio del mensaje de Jesús en nuestro mundo, empezando por nuestra familia, grupo o comunidad.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 215-219
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viernes, 30 de julio de 2010

«Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta»

¡Amor y paz!

El episodio de hoy concluye una sección del evangelio. Jesús abandona la enseñanza en las sinagogas y emprende su camino anunciando de pueblo en pueblo la Buena Nueva. El misterio de la "persona" del Señor se aclarará progresivamente, pero crecerá la incredulidad de las masas: ya no lo seguirán más que algunos de sus apóstoles. Incluso, es despreciado en su tierra.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,54-58.

Y, al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. "¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia". Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.

Comentario

a) En su pueblo, Nazaret, Jesús no tuvo mucho éxito.

Sus paisanos quedaron bloqueados por la pregunta: «¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros?». Fueron testigos de sus milagros, admiraron su sabiduría, pero no fueron capaces de dar el salto y aceptarlo como el enviado de Dios.

Un profeta no es recibido en su patria: «y desconfiaban de él».

Hay que reconocer que no les faltaba parte de razón a sus paisanos, al mostrarse reacios a ver en su vecino al Mestas y Salvador. Jesús es un maestro atípico, no ha estudiado en ninguna escuela famosa, es un obrero. Pero, con tantas pruebas, tenían que haber superado su desconfianza inicial.

b) Pasar de la incredulidad a la fe es un salto difícil. Se trata de un don de Dios y, a la vez,
de mantener una actitud honrada por parte de la persona.

En el mundo actual, como entre los contemporáneos de Jesús, existen muchos elementos que
condicionan a favor o en contra, la opción de fe de una persona. En Nazaret, el origen sencillo de Jesús (le esperaban más solemne y glorioso). Para los dirigentes del pueblo, la valentía y la exigencia del mensaje que predicaba. Unos le consideraban un fanático; otros, aliado con el demonio. Muchos no llegaron a creer en él: «vino a su casa y los suyos no le recibieron». Los que creyeron fueron los sencillos de corazón, a quienes Dios sí les reveló los misterios del Reino.

Seguro que conocemos personas que han quedado bloqueadas y no llegan a aceptar el don de la fe. ¿Les ayudamos? ¿Son convincentes o, al menos, estimulantes nuestra palabra y nuestro testimonio de vida, a fin de poderles ayudar en su decisión de fe?

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 211-215
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jueves, 29 de julio de 2010

Ahora, buenos y malos están mezclados, pero…

¡Amor y paz!

La última parábola, la de la red, sólo la encontramos en el evangelio de Mateo y puede sintetizarse su mensaje en que, por el momento, buenos y malos están mezclados, pero vendrá el juicio que los separará.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Hoy celebra la Iglesia la memoria de Santa Marta. Era hermana de María y de Lázaro; cuando hospedó al Señor en su casa de Betania, se esforzó en servirle lo mejor que pudo y, más tarde, con sus oraciones impetró la resurrección de su hermano. Que ella interceda por nosotros ante Dios Nuestro Señor.

Dios los bendiga…

Mateo 13: 47 - 53

«También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. «¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí.»Y él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.»Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.

Comentario

a) La de hoy es la última parábola de la serie, y resulta muy parecida a la de la cizaña.
Esta vez, la imagen está tomada, no del trabajo del campo, sino de la pesca en el lago.
Jesús compara su Reino -por tanto, su Iglesia- a una red que los pescadores recogen con peces buenos y malos, y la llevan a la orilla tal como está, sin preocuparse, de momento, de separarlos. Eso ya vendrá después, cuando llegue la hora de separar los buenos y los malos, el día de la selección, al igual que el día de la siega para separar la cizaña y el trigo.

b) De nuevo parece como si se nos quisiera disuadir de la idea de una Iglesia pura. Por el Bautismo hemos entrado en la comunidad de Jesús muchas personas. Pero no tenemos que creer que es comunidad de perfectos, sino también de pecadores.

El mismo Jesús trata con los pecadores, les dirige su palabra, les da tiempo, les invita, no les obliga a la conversión o a seguirle. También ahora en su Iglesia coexisten trigo y cizaña, peces buenos y malos. Es una comunidad universal. Jesús se esfuerza por decirnos que, si alguna oveja se descarría, hay que intentar recuperarla, y, cuando vuelve, la alegría de Dios es inmensa cuando logra reconducirla al redil. Y que no ha venido para los justos, sino para los pecadores. Como el médico está para los enfermos, y no para los sanos.

¿Cuál es nuestra actitud ante las personas que nos parecen débiles y pecadoras? ¿Ante la situación de un mundo desorientado? ¿Les damos un margen de rehabilitación? ¿O nos portamos tan drásticamente como los que querían arrancar en seguida la cizaña?

Claro que tenemos que luchar contra el mal. Pero sin imitar la presunción de los fariseos, que se tenían por los perfectos, y parecían querer excluir a todos los imperfectos o pecadores. Jesús tiene otro estilo y otro ritmo.

Ojalá, después de todas estas parábolas, podamos decir, como los oyentes de Jesús -no sabemos si con mucha razón- que sí le habían entendido. Que hemos captado la intención de cada una de ellas y nos disponemos a corregir nuestras desviaciones y ponernos en la dirección que él quiere.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 207-210

miércoles, 28 de julio de 2010

Sacrificarlo todo por quedarse con lo mejor

¡Amor y paz!

El Señor nos relata otras dos parábolas, muy breves, ambas con una intención similar: la del que encuentra un tesoro escondido bajo tierra y la del comerciante que, entre las perlas, descubre una particularmente preciosa. Los dos venden cuanto tienen, para asegurarse la posesión de lo que sólo ellos saben que vale tanto.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,44-46
.

El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.

Comentario

La alegría del Evangelio es como la alegría de aquél que, habiendo encontrado un tesoro, se vuelve loco de alegría, vuelve a casa y vende todos sus bienes, incluso los malvende, para poder comprar el campo en cuestión. Los vecinos piensan que se ha vuelto loco, sospechan que quizá está siendo chantajeado por alguien y necesita dinero, o que tal vez lo haya perdido todo en una casa de juego. Pero aquel hombre sabe muy bien adónde quiere llegar, y no le importa lo que digan de él. No le impresionan las palabras ni los juicios de los demás, porque sabe que el tesoro que ha encontrado vale más que todo cuanto tenía.

También el mercader que ha encontrado la perla preciosa lo vende todo, y la gente piensa que quiere cambiar de oficio o que no está en sus cabales. Pero él sabe que, cuando tenga la perla preciosa, tendrá un bien mucho mayor que todas las demás perlas juntas y que, si quiere, podrá incluso volver a comprarlas todas.

La alegría del Evangelio es propia de aquel que, habiendo encontrado la plenitud de la vida, se ve libre, sin ataduras, desenvuelto, sin temores, sin trabas. Ahora bien, ¿creéis, acaso, que quien ha encontrado la perla preciosa va a ponerse a despreciar todas las demás? ¡Ni mucho menos! El que ha encontrado la perla preciosa se hace capaz de colocar todas las demás en una escala justa de valores, de relativizarlas, de juzgarlas en relación con la perla más hermosa. Y lo hace con extrema simplicidad, porque, al tener como piedra de comparación la perla preciosa, sabe comprender mejor el valor de todas las demás.

El que ha encontrado el tesoro no desprecia lo demás, no teme entrar en tratos con los que
tienen otros tesoros, puesto que él está ahora en condiciones de atribuir a cada cosa su valor exacto.
CARLO M. MARTINI
LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO
Meditaciones para los jóvenes
Sal Terrae. Santander 1989. Pág. 43
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martes, 27 de julio de 2010

Al final de los tiempos triunfará la justicia

¡Amor y paz!

Si hay algo que caracteriza a las personas de bien es que jamás se resignan a que la injusticia tenga la última palabra. Sin embargo, en ciertas sociedades que han perdido su norte, suceden a diario hechos penosos que muestran cómo los malvados burlan a los tribunales y se salen con la suya. Podrán burlar la justicia humana, no la divina.

Los invito, hermanos, a leer y editar el Evangelio y el comentario, en este Martes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,36-43.

Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo". El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!


Comentario

Con tres parábolas, Jesús presenta en el Evangelio la situación de la Iglesia en el mundo. La parábola del grano de mostaza que se convierte en un árbol indica el crecimiento del Reino, no tanto en extensión, sino en intensidad; indica la fuerza transformadora del Evangelio que "levanta" la masa y la prepara para convertirse en pan.

Los discípulos comprendieron fácilmente estas dos parábolas; pero esto no sucedió con la tercera, la del trigo y la cizaña, y Jesús tuvo que explicársela a parte.

El sembrador, dijo, era él mismo; la buena semilla, los hijos del Reino; la cizaña, los hijos del maligno; el campo, el mundo; y la siega, el fin del mundo.

Esta parábola de Jesús, en la antigüedad, fue objeto de una memorable disputa que es muy importante tener presente también hoy. Había espíritus sectáreos, donatistas, que resolvían la cuestión de manera simplista: por una parte, está la Iglesia (¡su iglesia!) constituida sólo por personas perfectas; por otra, el mundo lleno de hijos del maligno, sin esperanza de salvación. A estos se les opuso san Agustín: el campo, explicaba, ciertamente es el mundo, pero también en la Iglesia; lugar en el que viven codo a codo santos y pecadores y en el que hay lugar para crecer y convertirse. "Los malos --decía-- están en el mundo o para convertirse o para que por medio de ellos los buenos ejerzan la paciencia".

Los escándalos que de vez en cuando sacuden a la Iglesia, por tanto, nos deben entristecer, pero no sorprender. La Iglesia se compone de personas humanas, no sólo de santos. Además, hay cizaña también dentro de cada uno de nosotros, no sólo en el mundo y en la Iglesia, y esto debería quitarnos la propensión a señalar con el dedo a los demás. Erasmo de Roterdam, respondió a Lutero, quien le reprochaba su permanencia en la Iglesia católica a pesar de su corrupción: "Soporto a esta Iglesia con la esperanza de que sea mejor, pues ella también está obligada a soportarme en espera de que yo sea mejor".

Pero quizá el tema principal de la parábola no es el trigo ni la cizaña, sino la paciencia de Dios. La liturgia lo subraya con la elección de la primera lectura, que es un himno a la fuerza de Dios, que se manifiesta bajo la forma de paciencia e indulgencia. Dios no tiene simple paciencia, es decir, no espera al día del juicio para después castigar más severamente. Se trata de magnanimidad, misericordia, voluntad de salvar.

La parábola del trigo y de la cizaña permite una reflexión de mayor alcance. Uno de los mayores motivos de malestar para los creyentes y de rechazo de Dios para los no creyentes ha sido siempre el "desorden" que hay en el mundo. El libro bíblico de Qoelet (Eclesiastés), que tantas veces se hace portavoz de las razones de los que dudan y de los escépticos, escribía: "Todo le sucede igual al justo y al impío... Bajo el sol, en lugar del derecho, está la iniquidad, y en lugar de la justicia la impiedad" (Qoelet 3, 16; 9,2). En todos los tiempos se ha visto que la iniquidad triunfa y que la inocencia queda humillada. "Pero --como decía el gran orador Bossuet-- para que no se crea que en el mundo hay algo fijo y seguro, en ocasiones se ve lo contrario, es decir, la inocencia en el trono y la iniquidad en el patíbulo".

La respuesta a este escándalo ya la había encontrado el autor de Qoelet: "Dije en mi corazón: Dios juzgará al justo y al impío, pues allí hay un tiempo para cada cosa y para toda obra" (Qoelet 3, 17). Es lo que Jesús llama en la parábola "el tiempo de la siega". Se trata, en otras palabras, de encontrar el punto de observación adecuado ante la realidad, de ver las cosas a la luz de la eternidad.

Es lo que pasa con algunos cuadros modernos que, si se ven de cerca, parecen una mezcla de colores sin orden ni sentido, pero si se observan desde la distancia adecuada, se convierten en una imagen precisa y poderosa.

No se trata de quedar con los bazos cruzados ante el mal y la injusticia, sino de luchar con todos los medios lícitos para promover la justicia y reprimir la injusticia y la violencia. A este esfuerzo, que realizan todos los hombres de buena voluntad, la fe añade una ayuda y un apoyo de valor inestimable: la certeza de que la victoria final no será de la injusticia, ni de la prepotencia, sino de la inocencia.

Al hombre moderno le resulta difícil aceptar la idea de un juicio final de Dios sobre el mundo y la historia, pero de este modo se contradice, pues él mismo se rebela a la idea de que la injusticia tenga la última palabra. En muchos milenios de vida sobre la tierra, el hombre se ha acostumbrado a todo; se ha adaptado a todo clima, inmunizado a muchas enfermedades. Hay algo a lo que nunca se ha acostumbrado: a la injusticia. Sigue experimentándola como intolerable. Y a esta sed de justicia responderá el juicio. Ya no sólo será querido por Dios, sino también por los hombres y, paradójicamente, también por los impíos. "En el día del juicio universal --dice el poeta Paul Claudel--, no sólo bajará del cielo el Juez, sino que se precipitará a su alrededor toda la tierra".

¡Cómo cambian las vicisitudes humanas cuando se ven desde este punto de vista, incluidas las que tienen lugar en el mundo de hoy! Tomemos el ejemplo que tanto nos humilla y entristece a nosotros, los italianos, el crimen organizado, la mafia la ‘ndrangheta, la camorra..., y que con otros nombres está presente en muchos países. Recientemente el libro "Gomorra" de Roberto Saviano y la película que se ha hecho sobre él han documentado el nivel de odio y de desprecio alcanzado por los jefes de estas organizaciones, así como el sentimiento de impotencia y casi de resignación de la sociedad ante este fenómeno.

En el pasado, hemos visto personas de la mafia que han sido acusadas de crímenes horrorosos defenderse con una sonrisa en los labios, poner en jaque a jueces y tribunales, reírse ante la falta de pruebas. Como si, librándose de los jueces humanos, habrían resuelto todo. Si pudiera dirigirme a ellos, les diría: ¡no os hagáis ilusiones, pobres desgraciados; no habéis logrado nada! El verdadero juicio todavía debe comenzar. Aunque acabéis vuestros días en libertad, temidos, honrados, e incluso con un espléndido funeral religioso, después de haber dado grandes ofertas a obras pías, no habréis logrado nada. El verdadero Juez os espera detrás de la puerta, y no se le puede engañar. Dios no se deja corromper.

Debería ser, por tanto, motivo de consuelo para las víctimas y de saludable susto para los violentos lo que dice Jesús al concluir su explicación sobre la parábola de la cizaña: "De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre".

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]
Autor: P. Raniero Cantalamessa, ofmcap (Predicador de la Casa Pontificia).

lunes, 26 de julio de 2010

Dios se vale de lo humilde para construir su Reino

¡Amor y paz!

Hace unos días reflexionábamos sobre cómo nuestra fe no puede estar condicionada a los milagros. ¡Que el requisito para creer fuera que el Señor nos convenciera a base de portentos, modificando a cada rato drásticamente las leyes naturales que Él mismo estableció! ¿Quién dejaría de creer así? Pero no. Dios se vale más bien de lo pequeño y sencillo para llegar a realizar obras grandes.

De tal manera, continuando con las parábolas, Jesús nos relata hoy dos en su Evangelio: la del grano de mostaza y la de la levadura. La mostaza es la más pequeña de las semillas pero hará brotar de allí a la más grande de las hortalizas. La levadura por su parte transformará la masa de harina silenciosamente.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,31-35.


También les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas". Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa". Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.

Comentario

-El reino de los cielos...

El "reino de Dios"... Si Dios fuese, efectivamente, el rey de la humanidad, si los hombres se sometiesen a su proyecto de amor, si la inteligencia de los hombres se dejase iluminar por la sabiduría divina, si el corazón de los hombres se dejase inflamar por la capacidad del don de sí que hay en Dios...

De vez en cuando es necesario soñar en ese "reinado", en ese éxito de la obra de Dios.
Pero, ¿por qué, Señor, el mundo está tan lejos de ese hermoso proyecto?

-Se parece a un grano de mostaza... que un hombre siembra...

Un "grano"... un grano "sembrado"....

Hay que haber hecho esta experiencia: tomar una semilla y sembrarla. No hay nada como esta experiencia vital para comprender la potencia escondida de la vida. Aparentemente hay poca diferencia entre una semilla y una piedrecita. Pero si pongo las dos en la palma de mi mano, sé que una es un germen viviente, de la que saldrá un brotecillo verde, mientras que la otra es un pedazo de muerte.

-Siendo la más pequeña de las semillas, cuando crece, sale por encima de las hortalizas y se hace un árbol, hasta el punto que vienen los pájaros a anidar en sus ramas.

La ley del crecimiento, la ley de la paciencia es la ley esencial de la vida.

¿Por qué Señor el mundo parece tan alejado de tu Reino? ¿Qué hay que pensar Jesús del pequeño número de los que te siguen realmente? ¿Es digno de Dios y de todo el trabajo que Tú te has tomado para salvarnos, contar sólo con esos "doce" hombres que te siguen?

Toma en tu mano, dice Dios, la más pequeña de todas las simientes: ¡así es el Reino! Las "pequeñas cosas" son a veces grandes, a los ojos que saben ver.

No son las apariencias las que cuentan.

Jesús veía el gran árbol que estaba ya presente en la palabra que Él "sembraba".
Señor, ayúdanos a "ver" el esplendor, la fecundidad y la belleza de la vida... ¡que se preparan HOY en la pequeñez y la modestia algunos granos de mostaza! Que yo, como Tú pueda contemplar los pájaros que anidarán mañana, y que cantarán en el árbol salido de esa semilla.

-El reino de los cielos se parece a la levadura que mezcló una mujer en 4O kilos de harina hasta que toda la pasta hubo fermentado.

¡Es la misma desproporción! ¡Una pizca de levadura, minúscula, mezclada en más de 40 kilos de harina! Mirado exteriormente el ministerio de Jesús aparece como insignificante.
Pero Jesús veía más allá, Jesús tenía unas miras más amplias: veía el final de los tiempos... su mirada se extendía hasta la dimensión "escatológica", cuando "Dios será todo en todos", usando toda la pasta habrá fermentado, cuando toda la humanidad habrá sido transformada desde el interior... en la plenitud de los tiempos.

Pero, ¿cómo trabajar ahora en vistas a ello? En primer lugar, ¿soy "levadura"? ¿Soy "amor"? a imagen de Dios.

Y luego, ¿estoy "escondido en"? ¿Mezclado en el mundo que hay que transformar? ¡Un hombre, una mujer, que se han dejado transformar en levadura, y esconder en la pasta humana... llegan a ser, según Jesús. Una fuerza de vida que se comunica a todo el ambiente en que se hallan inmersos! El amor que habita en un ser, la fe que da sentido a su vida elevan insensiblemente, lentamente, invisiblemente, a todos los que toca.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTÉS A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 92 s.
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domingo, 25 de julio de 2010

El camino de Jesús es un camino de oración

¡Amor y paz!

El Evangelio de hoy es una gran motivación para que reconozcamos el valor de la oración y la frecuentemos y mejoremos cada vez más. Jesús nos da ejemplo de ello.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Un saludo muy especial para España y sus habitantes, quienes celebran hoy la solemnidad de Santiago apóstol, patrono de esa amada nación.

Dios los bendiga,

Evangelio según San Lucas 11,1-13.

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
-Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.
El les dijo:
-Cuando oréis, decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.»
Y les dijo:
-Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene durante la medianoche para decirle: «Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.» Y, desde dentro, el otro le responde: «No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme para dártelos.» Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien busca, halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?

Comentario

Jesús enseña, ante el interés de los suyos, qué es lo que hay que decir a Dios, al Padre, cuando nos pongamos a orar. Y empieza a desgranar los íntimos sentimientos de su corazón componiendo cada una de las peticiones del Padrenuestro.

Ahí aparece su deseo irreprimible de que el Padre sea santificado, conocido y amado, y de que su reinado sea una realidad para los hombres. Él había venido para eso y "eso" era la voluntad del Padre, que, por consiguiente, había que pedir que se cumpliera. Está en esta primera parte abierto de par en par el corazón de Cristo, dejando al descubierto sus inquietudes, sus deseos más hondos.

Pero sabemos que en ese corazón hay otra fibra sensible: el hombre, el hombre a quien el Padre habrá de perdonar tantas veces porque es hijo pequeño y flaco, rebelde y débil. Y surge enseguida la petición del perdón acompañada de una llamada de atención de primer orden: el perdón lo pedimos porque estamos dispuestos a perdonar.

Otro de los anhelos del corazón del Señor que queda al descubierto: su inquietud para que el hombre sea capaz de amar al hombre. Y el amor tiene una de sus más espléndidas manifestaciones en el perdón. Todos sabemos que es fácil amar al que nos ama, al que nos hace bien, al que nos satisface. Todos sabemos también que no es fácil hacerlo con el que nos ofende. Sin embargo, según Cristo, hay que hacerlo y por eso la petición al Padre viene condicionada por el perdón al hermano, al hombre cualquiera que sea.

Y acaba con una súplica que hay que silabear detenidamente: la de que no nos deje caer en tentación. Quizá a los ojos del Señor pasase rápidamente cuántas y cuántas tentaciones, de todo tipo, rondarían a los suyos a través de los tiempos y con cuánta necesidad los suyos deberían dirigirse al Padre para que las tentaciones no sofocasen sus buenos deseos. Y ya está. Todo un tratado de auténtica teología está escrito en el Padrenuestro, esa oración que desgranamos quizá con una perfecta indiferencia a fuer de repetida y de no ahondar en ella.

¡Cuántos "Padrenuestros" habremos recitado en nuestra vida religiosa pasando de puntillas por el contenido de sus peticiones, incapaces de pensar lo que estamos diciendo, repitiendo sus frases mientras pensamos distraídamente en otras cosas que son verdaderamente las que nos interesan y en las que, por eso, ponemos nuestra atención!

La realidad es que, tras veinte siglos de cristianismo, la mayoría de los cristianos no sabemos orar. Decimos oraciones, pero pocas veces pensamos en lo que decimos en ellas. El resultado es una pesadez absoluta e insoportable, carente de todo sentido; es el repetir palabras sin sentido que no dejan -en quien las pronuncia- la menor huella. Por eso resulta tan poco eficaz nuestra oración, porque, como los apóstoles, en alguna ocasión, "no sabemos lo que pedimos".

Hoy es buen día para aprender a orar. Quizá podríamos hacer una experiencia interesante. Esta: haciendo un alto en nuestra costumbre, decir pausadamente el Padrenuestro, pensar en lo que decimos, detenernos en cada una de sus peticiones, saborear sus frases e intentar que esta experiencia nos impida, en lo sucesivo, repetirlo como si fuéramos cotorras.

A. M. CORTES
DABAR 1986, 40
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sábado, 24 de julio de 2010

Dios espera paciente a que cambiemos de vida

¡Amor y paz!

Otra parábola tomada del campo y también relacionada con la semilla: el trigo que crece mezclado con cizaña.

Jesús les da a sus discípulos una lección de paciencia. Dios ya sabe que existe el mal, pero tiene paciencia y no quiere intervenir cada vez, sino que deja tiempo para que las personas cambien.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,24-30.

Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".

Comentario


Luego de explicar la parábola del sembrador en privado a los discípulos, Jesús vuelve a dirigirse a la gente. El cambio de auditorio no se consigna pero está supuesto conforme a lo que se lee en el v. 34.

El carácter de la enseñanza es obligatorio tal como se deduce de la forma verbal: “propuso”. Dicho verbo es el empleado en la traducción griega de la Biblia en Ex 19, 7 y Dt 4, 4 donde Moisés presenta al pueblo la Ley divina. Se trata, por tanto, de elementos que se consideran fundamentales para el desarrollo del Reinado de Dios.

La parábola opone primeramente la conducta del dueño de un campo a la actitud de su enemigo (vv. 24-28a), luego se pasa a diferenciarla de las intenciones que tienen sus servidores (28b-30).

En la primera parte se trata de explicar el porqué de la presencia simultánea en el campo de lo bueno y lo malo. Omitiendo que se trata de una condición normal de todo sembrado, el pasaje se detiene en explicar la presencia de la cizaña como obra de un enemigo del dueño del campo.

Dicha explicación aparece primeramente en la boca de Jesús (v. 25), luego en las palabras del dueño del campo que esclarece a sus servidores sobre la presencia de ese factor negativo en su posesión. Frente al sembrador de trigo y de toda buena semilla, se debe contar con la presencia de otro sembrador a quien se deben atribuir los elementos negativos de la existencia. Este último actúa subrepticiamente aprovechando el descanso del dueño de casa y de sus servidores: “mientras todos dormían”. Ante la pregunta sobre la existencia del mal en un mundo entendido como creación de Dios los criados se preguntan sobre el origen de la cizaña y el dueño del campo tiene cuidado de hacer tomar conciencia de donde procede: “Es obra de un enemigo”.

Este es el marco que encuadra la contraposición entre el Señor y sus servidores. Estos, como el Bautista, quieren anticipar el juicio de Dios que separe lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, el crecimiento de los pecadores en medio de sus fieles. Por el contrario, el Señor retoma las imágenes de “quemar” y de “granero” (cf Mt 3, 12) y las sitúa como propias del tiempo de la “siega”. En el tiempo previo, por el bien de la buena semilla, no es conveniente arrancar la mala hierba.

Se nos dirige una lección de paciencia porque no estamos capacitados para distinguir entre ambos tipos de semillas, pero se resalta igualmente la confianza inquebrantable del dueño del campo en las posibilidades de lo que ha sembrado. Este no puede sucumbir nunca a la potencia del mal por más amenazante que pueda parecer.

La evocación del Juicio de Dios sirve para superar la preocupación de los servidores, las preguntas angustiosas sobre la existencia del mal y, al mismo tiempo, se revelan capaces de crear un ámbito de tranquila certeza en la acción del dueño del campo y en las fuerzas benéficas que actúan en las semillas sembradas.

La potencia inconmensurable del mal, actuante en la propia realidad histórica, no puede hacer vacilar la confianza en la fuerza incomparablemente superior de Dios y en su voluntad salvífica para todos los hombres.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
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viernes, 23 de julio de 2010

«El que escucha la Palabra y la entiende, ése dará fruto»

¡Amor y paz!

Jesús nos dará hoy un ejemplo de esa interpretación espiritual necesaria para entender el significado de las parábolas. Compara a los hombres con cuatro clases de terreno: la misma simiente, la misma Palabra divina, dan resultados más o menos profundos según la respuesta que cada uno le demos a la Palabra.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,18-23.


Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".


Comentario

a) Jesús explica otro aspecto de la parábola del sembrador: las diversas clases de terreno que suele encontrar la Palabra de Dios. Jesús mismo hace hoy la «homilía»: la aplicación de la Palabra a nuestra vida.

Los diversos terrenos que encuentra la semilla que sale de la mano del sembrador se describen muy claramente:

- la que cae al lado del camino y desaparece pronto por obra del maligno;
- la que cae entre piedras y no arraiga, porque es superficial e inconstante y ante cualquier dificultad sucumbe;
- la que se siembra entre zarzas y espinas, que no llega a prosperar por las diversas preocupaciones de la vida, sobre todo la de las riquezas;
- y, finalmente, la semilla que cae en tierra buena, la tierra de quien escucha y acoge la Palabra, y produce el ciento o el sesenta o el treinta por uno.

b) Dios quiere que, en nuestro terreno, su Palabra produzca siempre el ciento por ciento de fruto.

¿Nos atreveríamos a decir que es así? Bueno será que nos preguntemos cada uno por qué la semilla del Sembrador, Cristo, no produce todo el fruto que él espera: ¿estamos distraídos? ¿Somos superficiales? ¿Andamos preocupados por otras muchas cosas y no acabamos de prestar atención a lo que Dios nos dice? ¿Tenemos miedo a hacer caso del todo a su Palabra?
A lo largo de las páginas del evangelio, se ve que la predicación de Jesús no en todos produce fruto: por superficialidad, hostilidad o inconstancia. Cuando, por ejemplo, Jesús les anunció el don de la Eucaristía -diciéndoles que sólo si creían en él, más aún, si le comían, iban a tener vida-, se le marchó un buen grupo de discípulos, asustados de lo que exigía el Maestro (Jn 6,60).

La Palabra que Dios nos dirige es siempre eficaz, salvadora, llena de vida. Pero, si no encuentra terreno bueno en nosotros, no le dejamos producir su fruto. ¿Se nos nota durante la jornada que hemos recibido la semilla de la Palabra y hemos recibido a Cristo mismo como alimento?

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 183-186
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jueves, 22 de julio de 2010

Todos tenemos derecho a cambiar de vida y seguir a Jesús

¡Amor y paz!

Al terminar julio, se celebran las memorias de grandes santos: hoy, la de María Magdalena; el 26, San Joaquín y Santa Ana, padre de la Virgen María; el 29, Santa Marta y el 31, San Ignacio de Loyola.

La memoria de María Magdalena está asociada indisolublemente a la de la resurrección de Jesús, pues ella fue, como leemos hoy en el evangelio, y como testimonian los otros evangelistas, la primera que llevó a los discípulos la gran noticia del hallazgo de la tumba vacía donde había sido colocado el cuerpo sin vida del Señor. En épocas distintas de la historia de la Iglesia se ha manifestado fuertemente la admiración por esta mujer, que de pecadora se hizo penitente y santa.

María Magdalena representa el derecho y la oportunidad que todos tenemos de convertirnos, de cambiar de vida y de ser luego pregoneros del triunfo del Señor Jesús sobre el pecado y sobre la muerte.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 20,1.11-18.

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!". Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'". María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Comentario

¿Quién no tiene en sus pupilas una hermosa cabellera rubia que decora el bello rostro de la Magdalena que pintaron nuestros artistas? Magdalena era, según la tradición, mujer inquieta, sumamente afectiva, insaciable en el amor, mujer de contrastes.

Pasó de enferma, poseída por siete demonios (Lc 8, 2), a gozar de buena salud. Abandonó una vida de placer, alejada de Dios, y se hizo discípula de Jesús. Atesoró perfumes que le atrajeran clientes sedientos de placer, y un día rompió el frasco más valioso para perfumar los pies cansados de Jesús.

Demos gracias a Dios por esta obra de la gracia. Él, Dios, abriendo caminos de conversión, hizo de una pública pecadora una santa; de una cortesana que vendía en Magdala sus favores, una celosa servidora de Jesús y del Evangelio; de una codiciosa y licenciosa apasionada, una incondicional discípula del Señor, una heroína presta a acompañar a la Virgen en la cumbre del Calvario donde su Hijo era crucificado.

¿Quién ha visto mayor cambio que el de Magdalena en la dirección del amor? Manteniendo igual su fogosidad y entrega, hizo del vivir para sí un tránsito feliz al vivir para los demás; hizo de una vida pecadora, otra vida en santidad…

DOMINICOS 2003
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miércoles, 21 de julio de 2010

Que la Palabra de Dios dé fruto en cada uno de nosotros

¡Amor y paz!

El evangelio según san Mateo reagrupa varios temas tratados por Jesús. En primer lugar, el "Sermón de la Montaña", que gira en torno de la verdadera justicia; luego el "discurso apostólico", que a su vez agrupa varias enseñanzas a los discípulos.

Desde hoy abordaremos un conjunto de "parábolas". Las "parábolas" son un "género literario": relatos concretos y llenos de imágenes, destinados a la mejor comprensión de una idea...

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este Miércoles de la XVI Semana del
Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,1-9.

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!".

Comentario

a) La primera parábola es la del sembrador: Dios siembra con generosidad. La aplicación, en días sucesivos, se referirá más bien a la clase de terrenos, preparados o no, que acogen esta semilla. Pero, inicialmente, la página de hoy describe al sembrador mismo y la fuerza de la semilla que él siembra en terrenos diversos. Y a pesar de todas las dificultades (los pájaros o las piedras o las zarzas), su semilla al final produce fruto.

Aunque a veces la siembra parezca que ha sido inútil, Jesús nos dice que, a la larga, es fecunda y que no se pierde la semilla de Dios.

b) ¿Somos buenos sembradores? ¿tenemos fe en la fuerza interior de la semilla que sembramos, la Palabra de Dios, y confianza en que, a pesar de todo, Dios hará que dé fruto?

Dios es generoso en su siembra: generoso y universal. También los alejados y los que son víctimas de la secularización creciente de nuestra sociedad, y los que no han recibido formación religiosa, son hijos de Dios y están destinados a la salvación. Dios siembra en el corazón de todos. No va seleccionando de antemano los terrenos. Eso sí, no obliga ni fuerza a nadie a responder a su don.

Cuando Pablo estaba desanimado, porque los habitantes de Corinto, la ciudad pagana, no le hacían mucho caso, escucha la voz de Cristo que le dice: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles, porque yo estoy contigo... yo tengo un pueblo numeroso en esta ciudad» (Hch l 8,9- l 0). Y, en efecto, Pablo se quedó en Corinto año y medio, «enseñando entre ellos la Palabra de Dios» o sea, sembrando en abundancia.

La comunidad cristiana -los pastores y los equipos de catequesis y las familias y todos los fieles- hemos recibido el encargo de que el mensaje de Cristo llegue a todos, a los campos preparados y también a los cubiertos de zarzas. La sociedad actual es claramente pluralista y tendremos que utilizar en nuestra «siembra» el lenguaje adecuado, para niños, jóvenes, mundo rural, ciudades, personas cultas o menos cultas. Lo importante es sembrar, porque la Palabra de Dios tiene una fuerza interior que germina y da fruto también en terrenos hostiles.

La parábola de hoy es una llamada a la esperanza y a la confianza en Dios. Porque la iniciativa la tiene siempre él, y él es quien hace fructificar nuestros esfuerzos. Nosotros tenemos que sembrar sin tacañería y sin desanimarnos fácilmente por la aparente falta de frutos.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 174-179

martes, 20 de julio de 2010

La Iglesia debe ser una comunidad de hermanos

¡Amor y paz!

“Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre", dice Jesús hoy en el Evangelio.

La Iglesia y la sociedad requieren de personas y comunidades que se comprometan con la causa de Cristo y su Evangelio. Que trabajen por los más necesitados, no sólo de pan material sino de pan espiritual y de amor, de ese sentimiento hoy tan manoseado y desnaturalizado, pero que recobra su dimensión creadora y constructora cuando se vincula a Dios, fuente y nutriente del verdadero Amor.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Martes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Oremos por Colombia que hoy, 20 de julio, celebra el Bicentenario de su Independencia.

Evangelio según San Mateo 12,46-50.

Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte". Jesús le respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre".

Comentario


Jesús se encuentra en la sinagoga enseñando a la gente. De pronto, su familia viene a buscarlo. Ellos se quedan afuera y lo mandan llamar. Esperan que el abandone su actividad para que salga a atenderlos. Jesús da una respuesta absolutamente inesperada. Pone su comunidad de discípulos por encima de la parentela. En una sociedad en la que prevalecían los lazos de sangre esto era algo absolutamente alarmante.

La actitud de Jesús está en coherencia con lo que él mismo ha exigido a sus discípulos: total independencia ante la familia y absoluta disponibilidad para anunciar el evangelio.

Jesús ha tomado el arado y no mira para atrás. No espera que sus progenitores fallezcan para comenzar la misión. La urgencia de la evangelización lo lanza a organizar un grupo de personas que como él estén dispuestos a dejarlo todo para anunciar el Reinado de Dios.

La actitud libre y disponible de Jesús crea una nueva familia. Esta no se basa en los lazos de sangre ni en la necesidad de supervivencia. Su fundamento es el compromiso radical por realizar la voluntad de Dios entre los seres humanos. Aquellas personas capaces de supeditar otras actividades para priorizar el anuncio del Reino son los nuevos hermanos y hermanas de Jesús, la nueva familia de Dios.

Actualmente queremos que nuestras iglesias sean verdaderas familias. Sin embargo, la realidad nos muestra lo contrario. Muchas iglesias sólo son conglomerados de personas que se reúnen eventualmente para asistir a una función litúrgica. Jesús hoy nos llama a que convirtamos las masas anónimas en comunidades de hermanos.

Servicio Bíblico Latinoamericano
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lunes, 19 de julio de 2010

¿Qué mérito tendría una fe basada en milagros?

¡Amor y paz!

A lo largo de la historia, los milagros han atraído a la gente. Muchos están dispuestos a creer si hay de por medio un milagro y, de pronto, dejarían su fe si el milagro no se les cumple.

Sin embargo, un verdadero cristiano no tiene necesidad de milagros para creer. Sólo un milagro le da sentido a su fe: la muerte y resurrección del Señor.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 12,38-42.

Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas ver un signo". El les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón.

Comentario

a) A Jesús no le gustaba que le pidieran milagros. Los hacía con frecuencia, por compasión con los que sufrían y para mostrar que era el enviado de Dios y el vencedor de todo mal. Pero no quería que la fe de las personas se basara únicamente en las cosas maravillosas, sino, más bien, en su palabra: «si no véis signos, no creéis» (Jn 4,48).

Además, los letrados y fariseos que le piden un milagro ya habían visto muchos y no estaban dispuestos a creer en él, porque cuando uno no quiere oír el mensaje, no acepta al mensajero. Le interpretaban todo mal, incluso los milagros: los hacía «apoyado en el poder del demonio». No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Jesús apela, esta vez, al signo de Jonás, que se puede entender de dos maneras. Ante todo, por lo de los tres días: como Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días, así estará Jesús en «el seno de la tierra» y luego resucitará. Ese va a ser el gran signo con que Dios revelará al mundo quién es Jesús. Pero la alusión a Jonás le sirve a Jesús para deducir otra consecuencia: al profeta del AT le creyeron los habitantes de una ciudad pagana, Nínive, y se convirtieron, mientras que a él no le acaban de creer, y eso que «aquí hay uno que es más que Jonás» y «uno que es más que Salomón», al que vino a visitar la reina de Sabá atraída por su fama.

b) Nosotros tenemos la suerte del don de la fe. Para creer en Cristo Jesús no necesitamos milagros nuevos. Los que nos cuenta el evangelio, sobre todo el de la resurrección del Señor, justifican plenamente nuestra fe y nos hacen alegrarnos de que Dios haya querido intervenir en nuestra historia enviándonos a su Hijo.

No somos, como los fariseos, racionalistas que exigen demostraciones y, cuando las reciben, tampoco creen, porque las pedían más por curiosidad que para creer. No somos como Tomás: «si no lo veo, no lo creo». La fe no es cosa de pruebas exactas, ni se apoya en nuevas apariciones ni en milagros espectaculares o en revelaciones personales. Jesús ya nos alabó hace tiempo: «dichosos los que crean sin haber visto».

Nuestra fe es confianza en Dios, alimentada continuamente por esa comunidad eclesial a la que pertenecemos y que, desde hace dos mil años, nos transmite el testimonio del Señor Resucitado. La fe, como la describe el Catecismo, «es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida» (CEC 26).

El gran signo que Dios ha hecho a la humanidad, de una vez por todas, se llama Cristo Jesús. Lo que ahora sucede es que cada día, en el ámbito de la Iglesia de Cristo, estamos recibiendo la gracia de su Palabra y de sus Sacramentos, y, sobre todo, estamos siendo invitados a la mesa eucarística, donde el mismo Señor Resucitado se nos da como alimento de vida verdadera y alegría para seguir su camino.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 166-170
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domingo, 18 de julio de 2010

Nos preocupan e inquietan demasiadas cosas…

¡Amor y paz!

La página del evangelio de hoy es una de las más hermosas y significativas. Jesús se dirige hacia Jerusalén y en el trayecto se detiene a visitar a dos hermanas, Marta y María.

Aunque la actitud de Marta y la de María no deben contraponerse ni excluirse la una frente a la otra, ya que ambas son modelo de vida cristiana, el episodio evangélico nos deja en claro que en la vida uno tiene prioridades.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 10,38-42.


Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude". Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".

Comentario

Si no recuerdo mal, hace algunos meses circuló por la Internet una historia de un maestro que llegó al salón de clase con una vasija de cristal muy grande y la llenó de piedras delante de sus alumnos. Al terminar de llenarla, preguntó a los estudiantes: ¿Creen que esta vasija está llena? Si. Respondieron todos al tiempo. Entonces el maestro sacó del maletín una bolsa con un poco de piedrecitas y las fue dejando caer dentro de la vasija por entre los espacios que dejaban las piedras más grandes. Volvió a preguntar el maestro: ¿Ahora sí creen que esta vasija está llena? Hubo un momento de duda y respuestas encontradas. El maestro sacó entonces una bolsa con arena y la fue depositando lentamente en la vasija. Poco a poco la arena fue llenando los espacios que dejaban las piedras grandes y las pequeñas. Por fin, el maestro preguntó. ¿Esta vez sí está llena la vasija? Alguien se atrevió a decir que no. De modo que el maestro sacó una botella con agua y fue regando todo el contenido hasta llenar prácticamente la vasija. No recuerdo si ya con esto quedaba llena del todo la vasija, porque se me ocurre que podría agregarse algo de anilina para pintar el agua, o agregar un poco de sal que siempre está dispuesta a disolverse en el agua.

Al final de la historia el maestro pregunta a los estudiantes, ¿cuáles son las piedras más grandes de sus vidas? Si no las colocamos al comienzo, después no habrá espacio para ellas. Es fundamental definir prioridades y saber qué es lo que no puede dejarse por fuera de nuestros horarios, calendarios, agendas y programaciones. Si nos ocupamos de lo urgente, es muy probable que dejemos lo más importante por fuera de nuestra vida. Algo de esto es lo que le pasa a Marta, en el evangelio de hoy.

“Jesús siguió su camino y llegó a una aldea donde una mujer llamada Marta lo hospedó. Marta tenía una hermana llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía. Pero Marta, que estaba atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: –Señor, ¿no te preocupa nada que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude. Pero Jesús le contestó: –Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la va a quitar”.

No es que Jesús quiera patrocinar la pereza de María. Tampoco quiere despreciar el esfuerzo de Marta en el cumplimiento de los deberes domésticos. Pero Jesús sí quiere señalar unas prioridades y distingue entre lo importante y lo urgente. Lo que estaba haciendo María era ‘escuchar lo que él decía’. Muchas veces nuestro activismo no nos da tiempo para sentarnos a escuchar al maestro en un rato de oración, o para escuchar a los demás. Cuánto tiempo dedicamos a escuchar a los que viven con nosotros. Muchas veces tenemos cosas que decir, pero no las decimos porque no vemos disposición en los demás para sentarse, tranquilamente, a ‘perder’ un poco de tiempo escuchando a los demás o a Dios.

Zenón de Elea, varios siglos antes de Cristo, decía: “Nos han sido dadas dos orejas y una sola boca, para que escuchemos más y hablemos menos”. Recordar esta experiencia de Jesús con Marta y María debería interrogarnos sobre nuestras prioridades y tendríamos que revisar si hemos colocado en su lugar las piedras más importantes, antes que las urgentes...

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 17 de julio de 2010

Ayudemos a los hermanos que pasan por crisis

¡Amor y paz!

La hostilidad de los fariseos (v. 14) es el punto terminal del relato referido a la actividad de Jesús durante el sábado en una sinagoga. Ante dicha hostilidad, Jesús cambia su espacio pero, curando a “todos” (v. 15), prolonga en beneficio de los muchos que “lo siguieron” su acción salvífica universal.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, ern este Sábado de la XV Semana del Tiempo Ordinario.

Evangelio según San Mateo 12,14-21.


En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él.
Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre.

Comentario

a) La respuesta de Jesús sobre el sábado, que leíamos ayer, no les gustó nada a los fariseos, que «planearon el modo de acabar con él».

Jesús, aunque intentaba no provocarles innecesariamente, siguió con su libertad y entereza. Ahora bien, este estilo era el que anunciaba Isaías hablando del Siervo de Dios y que ahora Mateo afirma que se cumple a la perfección en Jesús: anuncia el derecho, pero no grita ni vocea por las calles. Tiene un modo de actuar lleno de misericordia: la caña cascada no la quiebra, el pábilo vacilante no lo apaga. Ayer decía aquello de «misericordia quiero y no sacrificios». El es el que mejor lo cumpla con su manera de tratar a las personas.

b) Los que nos llamamos seguidores de Jesús tenemos aquí un espejo en donde mirarnos, o un examen para comprobar si hemos aprendido o no las principales lecciones de nuestro Maestro:

- tenemos que anunciar el derecho, es decir, hacer que llegue el mensaje de Cristo a las personas y a los grupos;

- pero no debemos imponer, sino proponer; no vocear y gritar, coaccionando, sino anunciar motivando, respetando la situación de cada persona en medio de este mundo secularizado y pluralista;

- cuando vemos una caña cascada o un pábilo vacilante, o sea, una persona que ha fallado, o que está pasando momentos difíciles y hasta dramáticos por sus dudas o problemas, la consigna de Jesús es que le ayudemos a no quebrarse del todo, a no apagarse; que le echemos una mano, no para hundirla más, sino para levantarla y darle una nueva oportunidad.

Es lo que continuamente hacia Jesús con los pecadores y los débiles y los que sufrían: con la mujer pecadora, con el hijo pródigo, con Pedro, con el buen ladrón. Es lo que tendríamos que hacer nosotros, si somos buenos seguidores suyos.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 161-164
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viernes, 16 de julio de 2010

«Quiero misericordia y no sacrificios»

¡Amor y paz!

Jesús cita al profeta Oseas: "Misericordia quiero y no sacrificios", en cuya época, según parece, el templo se llenaba con el humo de los sacrificios, pero en las calles reinaba la injusticia. Eso sí, cumpliendo con el culto se guardaban las apariencias.

Del mismo modo, a Jesús le piden que sus discípulos observen la ley. Los fariseos no están muy preocupados por si los discípulos tienen hambre o no. Lo que les preocupaba era que se cumpliese la ley.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XV Semana del Tiempo Ordinario.

La Iglesia celebra hoy, también, la fiesta de la Virgen del Carmen, a quien clamamos su protección.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 12,1-8.

En aquel tiempo, Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado". Pero él les respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,
cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?
Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".

Comentario

a) Según los evangelistas, la controversia con los fariseos se refería, una y otra vez, al tema del sábado.

Ciertamente, los fariseos exageraban en su interpretación: ¿cómo puede ser falta arrancar unas espigas por el campo y comérselas? Jesús defiende a sus discípulos y aduce argumentos que los mismos fariseos solían esgrimir: David, que da de comer a los suyos con panes de la casa de Dios, y los sacerdotes del Templo, que pueden hacer excepciones al sábado para ejercer su misión.

Pero la afirmación que más les dolería a sus enemigos fue la última: «el Hijo del Hombre es
señor del sábado».

b) La lección nos toca también a nosotros, si somos legalistas y exigentes, si estamos siempre en actitud de criticar y condenar.

Es cierto. Debemos cumplir la ley, como lo hacía el mismo Jesús. La ley civil y la religiosa: acudía cada sábado a la sinagoga, pagaba los impuestos... Pero eso no es una invitación a ser intérpretes intransigentes. El sábado, que estaba pensado para liberar al hombre, lo convertían algunos maestros en una imposición agobiante. Lo mismo podría pasar con nuestra interpretación del descanso dominical, por ejemplo, que ahora el Código de Derecho Canónico interpreta bastante más ampliamente que antes: «se abstendrán de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso («relaxationem») de la mente y del cuerpo» (CIC 1247).

Jesús nos enseña a ser humanos y comprensivos, y nos da su consigna, citando a Oseas: «quiero misericordia y no sacrificios». Los discípulos tenían hambre y arrancaron unas espigas. No había como para condenarles tan duramente. Seguramente, también nosotros podríamos ser más comprensivos y benignos en nuestros juicios y reacciones para con los demás.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 157-160
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jueves, 15 de julio de 2010

«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados…»

¡Amor y paz!

El texto de ayer continúa hoy. Jesús habla a los que ocupan el primer lugar en su corazón y en su preocupación: los pequeños o humildes, los pobres, los que sufren, los hambrientos, los enfermos o desgraciados... todos los que están rendidos y agobiados. Les pide que se acerquen a Él y les promete alivio.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la XV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 11,28-30.

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".

Comentario

a) Es muy breve el evangelio de hoy, pero rico en contenido y consolador por demás. Jesús nos invita, a los que podemos sentirnos «cansados y agobiados» en la vida, a acercarnos a él: «venid a mi».

Nos invita también a aceptar su yugo, que es llevadero y suave. Los doctores de la ley solían cargar fardos pesados en los hombros de los creyentes. Jesús, el Maestro verdadero, no. El nos asegura que su «carga es ligera», y que en él «encontraremos descanso».

b) No es que el estilo de vida de Jesús no sea exigente. Lo hemos leído muchas veces en el evangelio y lo experimentamos en la vida. Su programa incluye renuncias y nos pide cargar con la cruz.

Pero, a la vez, él nos promete su ayuda. Cargamos con la cruz, si, pero en su compañía «Yo os aliviaré». Como el Cireneo le ayudó a él a llevar la cruz camino del Calvario, él nos ayuda a nosotros a superar nuestras luchas y dificultades. Cuando nos sentimos «cansados y agobiados», cosa que nos pasa a todos alguna vez, recordemos la palabra alentadora del Señor, que conoce muy bien lo difícil que es nuestro camino.

Así mismo, deberíamos aprender la lección para nuestras relaciones con los demás.Para que no nos parezcamos a los sabios legalistas que agobian a los demás con sus normas y exigencias, sino a Jesús, que invita a ser fieles, pero se muestra comprensivo con las caídas y debilidades de sus seguidores, siempre dispuesto a ayudar y perdonar. No quiere que nos sintamos movidos por el temor de los esclavos, sino por el amor de los hijos y la alegría de los voluntarios.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 153-156
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miércoles, 14 de julio de 2010

Humildad y sencillez, puerta para conocer a Dios

¡Amor y paz!

La sencillez y la humildad son la puerta entrada al conocimiento de Dios. Si no damos este primer paso avanzamos en falso y nos llenamos de vanagloria. El crecimiento interior lo realiza el Espíritu cuando le permitimos que actúe en nosotros.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la XV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 11,25-27.

En esa oportunidad, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Comentario

La sencillez y la humildad son la puerta entrada al conocimiento de Dios. Si no damos este primer paso avanzamos en falso y nos llenamos de vanagloria, el crecimiento interior lo realiza el Espíritu cuando le permitimos que actúe en nosotros.

El ser humano por su capacidad de razonar tendría muchos motivos para encontrar a Dios, pero precisamente la razón lo ha alejado más. La comprensión del mundo y de la naturaleza, el conocimiento de las leyes que rigen el universo, hacen sentirse al ser humano un ser prepotente.

Así como al hombre o a la mujer que practican la religión no les es suficiente el cumplimiento estricto de las normas y necesitan descubrir el espíritu que anima y da vida a las normas, necesitan practicar la justicia, así al hombre o a la mujer que se dedican a la ciencia y al conocimiento no les basta este solo conocimiento: deben aprender también la sabiduría para poder penetrar en la esencia del cristianismo y participar de la experiencia de Dios.

Sólo los pequeños, los que se sienten necesitados de Dios, reciben la revelación del misterio
divino que se oculta en toda los seres de la creación. Ellos son capaces de descubrir las huellas y la presencia divina en todo lo que existe y en todo lo que acontece. Pero cuando el ser humano está lleno de su propio conocimiento tiene dificultades para encontrar la presencia amorosa del Padre en la creación.

La generación de Jesús pretendía conocerlo porque sabían quiénes eran sus padres y sus hermanos y dónde vivía, pero en su mayoría y principalmente los que manejaban la religión, no fueron capaces de descubrir en Jesús al Hijo de Dios, por eso el mismo Jesús les dice que nadie conoce bien al Padre sino el hijo y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar, creer en Jesús es un don del Espíritu, nadie puede darse ese don si Dios mismo no se lo da. En sus mismos discípulos vemos con cuánta dificultad van descubriendo y aceptando que ese Jesús, de carne y hueso, es el Señor, el Hijo de Dios.

El conocimiento de Dios es vida y no teoría, entre los cristianos encontramos muchos que saben demasiado de Dios, conocen bastante las Escrituras… pero eso no pasa de ser un simple conocimiento teológico o bíblico, inflados en su propio conocimiento pierden hasta la fe.

Servicio Bíblico Latinoamericano
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martes, 13 de julio de 2010

Jesús rechaza la dureza de corazón ante su llamado

¡Amor y paz!

Jesús recrimina al pueblo porque no ha aceptado su mensaje de conversión al Reino de Dios. Convertirse significa dejar de practicar la injusticia y comenzar una vida justa. La conversión debe cambiar la calidad de las relaciones humanas; pero nada ha cambiado en esas ciudades, dónde incluso Jesús ha realizado más milagros, porque no han aceptado su mensaje.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Martes de la XV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 11,20-24.

Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. "¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú".

Comentario

Jesús no aguanta la dureza de corazón de sus conciudadanos. Día a día le están escuchando, ven sus milagros y se admiran de ellos. Comentan que Jesús bien podría ser el Mesías esperado. Tanto tiempo han hablado de él en la sinagoga... Pero en realidad sus vidas no cambian. Solamente han dejado por un momento sus ocupaciones para ver pasar a Jesús. Luego, mientras comentan el espectáculo, vuelven a lo de siempre: el campo, el taller, los problemas en la familia. Nada ha cambiado. Sólo un recuerdo más almacenado en la memoria. El mensaje de la Palabra ni siquiera ha llegado a rozar sus vidas. Eso provoca la ira de Jesús.

Es otra dimensión más de la personalidad de Jesús. De la piedad, tantas veces presente en el Evangelio, a la ira. Porque a veces los que le escuchamos estamos demasiado cerrados en nosotros mismos, lo sabemos todo, tenemos una explicación para cada cosa que sucede a nuestro alrededor. Por ello nos resulta difícil dejarnos sorprender de verdad por la salvación que Jesús nos ofrece. Y no dejamos que su Palabra llegue hasta nuestro corazón.

Servicio Bíblico Latinoamericano
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lunes, 12 de julio de 2010

«El que pierda su vida por mí, la encontrará»

¡Amor y paz!

Como dice el padre Aldazábal en su comentario, las afirmaciones de Jesús hoy son paradójicas, porque quien acaba de reafirmar que el primer mandamiento es el del amor ahora afirma que no vino a traer la paz sino la guerra. Pero, ¡atención! No lo malinterpretemos. Lo que debe quedar en claro es que el discípulo tiene que ser ante todo una persona libre y responsable. Libre de la mentalidad apegada al lucro y al exclusivo beneficio personal. Libre ante los lazos de sangre y las posesiones. Libre para enfrentar el conflicto que suscita el anuncio del Reino. Libre para comportarse y ser un verdadero hijo de Dios como lo es Jesús.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la Semana XV del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.

No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa".
Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.


Comentario

a) Terminamos hoy la lectura del «discurso de la misión», el capítulo 10 de Mateo.
Y lo hacemos con unas afirmaciones paradójicas de Jesús: él ha venido, no a traer paz, sino espadas y divisiones en la familia; hay que amarle más a él que a los propios padres; el que busque con sus cálculos conservar su vida, la perderá; hay que cargar la cruz al hombro para ser dignos de él.

La página termina con una alabanza a quienes reciban a los que Jesús ha enviado como misioneros y evangelizadores: «el que os recibe a vosotros, me recibe a mí... y no perderá su paga, os lo aseguro». Aunque sólo sea un vaso de agua lo que les hayan dado.

b) Ciertamente, aquí Jesús no se desdice de las recomendaciones de paz que había hecho, ni de las bienaventuranzas con que ensalzaba a los pacíficos y misericordiosos, ni del mandamiento de amar a los padres. Lo que está afirmando es que seguirle a él comporta una cierta violencia: espadas, división en la familia, opciones radicales, renuncia a cosas que apreciamos, para conseguir otras que valen más. No es que quiera dividir: pero a los creyentes, su fe les va a acarrear, con frecuencia, incomprensión y contrastes con otros miembros de la familia o del grupo de amigos.

Hay muchas personas que aceptan renuncias por amor, o por interés (comerciantes, deportistas), o por una noble generosidad altruista (en ayuda del Tercer Mundo). Los cristianos, además, lo hacen por la opción que han hecho de seguir el estilo evangélico de Jesús.
Ya se lo había anunciado el anciano Simeón a María, la madre de Jesús: su hijo sería bandera discutida y signo de contradicción. Y lo dijo también el mismo Jesús: el Reino de Dios padece violencia y sólo los «violentos» lo consiguen.

La fe, si es coherente, no nos deja «en paz». Nos pone ante opciones decisivas en nuestra vida. Ser cristianos -seguidores de Jesús- no es fácil y supone saber renunciar a las tentaciones fáciles en los negocios, o en la vida sexual. No es que dejemos de amar a los familiares. Pero, por encima de todo, amamos a Dios. Ya en el Antiguo Testamento el primer mandamiento era el de «amar a Dios sobre todas las cosas».

Dejémonos animar por la recomendación que hace Jesús a quienes acojan a los enviados por él. Hasta un vaso de agua dado en su nombre tendrá su premio. Al final, resultará que la cosa se decide por unos detalles entrañables: un vaso de agua como signo de generosidad para con los que evangelizan este mundo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 140-144
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domingo, 11 de julio de 2010

¿Qué debemos hacer para alcanzar la vida eterna?

¡Amor y paz!

Es posible que al leer el Evangelio optemos por mirar quiénes son los ‘malos’ de hoy, los que pasan de largo y no se interesan por los que sufren. Y desfilarán por nuestra mente los que nosotros consideramos que son los más llamados a socorrer a los necesitados. Seguramente no se nos ocurrirá pensar que nosotros, todos los que esto leemos, somos realmente los primero convocados a sensibilizarnos por el dolor, la necesidad y la miseria ajenas.

Claro que eso ocurrirá si la lectura y meditación de la Palabra de Dios no se nos ha vuelto mecánica y realmente nos interpela y nos hace ser prójimos.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la XV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 10,25-37.

Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?". Él le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo". "Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida". Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?". Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: 'Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver'. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?". "El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera".

Comentario

Hace varios años, en una asamblea familiar en el barrio El Consuelo (de Bogotá), leímos la parábola del buen samaritano que nos presenta la liturgia este domingo. Después de escuchar el texto bíblico, le pregunté a los presentes qué habían entendido. Una señora bastante mayor tomó la palabra y recapituló el contenido de la parábola diciendo: «Resulta que un hombre iba por un camino y fue asaltado por unos ladrones que lo dejaron medio muerto. Poco tiempo después pasó por allí un sacerdote y al ver al herido, dio un rodeo y siguió su camino. Luego pasó un jesuita e hizo lo mismo. Luego pasó un samaritano y se compadeció del herido, lo curó y lo ayudó». Todos los presentes quedamos impresionados con el excelente resumen que nos había hecho la señora. Lo único que hubo que corregir fue que el segundo personaje que dio un rodeo para esquivar al herido no había sido un jesuita sino un levita. Pequeña diferencia, pero significativa, teniendo en cuenta que yo estaba allí presente.

Cuando leemos esta parábola, tenemos la tentación de pensar en los malos que dieron un rodeo para no ayudar a este hombre. Su comportamiento nos parece el colmo. Nos escandalizamos interiormente de esa falta de sensibilidad y solidaridad. Lo que hizo el Espíritu Santo, a través de esta señora, fue proponerme la pregunta por mi prójimo de una manera cruda y directa. La pregunta me quedó clavada entre el corazón y las tripas. Eso mismo sintieron todos los presentes esa noche. Dios nos estaba invitando a revivir la escena, no desde la barrera, sino haciéndonos un personaje más, implicándonos vitalmente en la parábola. Tuvimos que reconocer que más de una vez habíamos seguido de largo ante los heridos que Dios había puesto en nuestro camino. Un pequeño lapsus que no dejó de cuestionarnos hondamente.

Junto a esto, hay otro elemento que me parece que suele perderse de vista con cierta facilidad al leer esta parábola. Normalmente pensamos que fue el buen samaritano el que salvó al herido. Sin embargo, aunque esto es parte de la verdad, no es sino la mitad de ella. La verdad completa es que el herido también salvó al samaritano, pues fue él quien hizo posible que este hombre, considerado despreciable por los judíos, hubiera permitido brotar de su interior lo mejor de sí mismo, haciéndose prójimo de su hermano maltratado y despojado por los bandidos. Podríamos decir que el sacerdote y el levita no se dejaron salvar por el herido. Despreciaron esta maravillosa oportunidad que Dios les daba para hacerse mejores seres humanos, a la medida de Dios.

No olvidemos que toda esta historia la contó Jesús para explicarle a un mañoso maestro de la ley, que venía a ponerlo a prueba para ver si sabía qué se debía hacer para alcanzar la vida eterna. El hombre sabía muy bien lo que debía hacer: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y ama a tu prójimo como a ti mismo”. Pero para enredar al Señor, le preguntó: “¿Y quién es mi prójimo?” Entonces vino la historia. Pidamos para que nosotros no nos vayamos a enredar con elucubraciones sobre quién es nuestro prójimo y reconozcamos que muchas veces hemos hecho rodeos para no encontrarnos con los prójimos malheridos que no sólo habríamos podido salvar, sino que se habrían podido convertir en nuestra mayor fuente de salvación.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 10 de julio de 2010

«¡No tengan miedo!»

¡Amor y paz!

Después de que Jesús escoge a los doce y los envía a proclamar el Reino de Dios, el Evangelio de Mateo presenta una serie de orientaciones que ayuden a los discípulos en su actividad pastoral (vv. 5-25). Una segunda parte de estas instrucciones es la advertencia contra los peligros y persecuciones que tienen que afrontar, donde no hay cabida para el miedo y la cobardía (v.26).

Gritar a los cuatro vientos la misión que les ha sido encomendada. El mensaje revelado a unos pocos "escogidos", debía ser pregonado a todo el mundo (v.27).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado de la XIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios lo bendiga…

Evangelio según San Mateo 10,24-33.

El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.

Comentario

a) Sigue el sermón misionero de Jesús a sus apóstoles, en el que les da oportunos avisos para su trabajo de evangelizadores.

Insiste de nuevo en el anuncio de las persecuciones. Esta vez la comparación es del mundo de la enseñanza: si a Jesús, el Maestro, le habían calumniado y tramaban su muerte, lo mismo pueden esperar sus discípulos.

Pero no tienen que dejarse acobardar:

- «nada hay escondido que no llegue a saberse»: el tiempo dará la razón a los que la tienen;

- todos estamos en las manos de Dios: si él se cuida hasta de los gorriones del campo, cuánto
más de sus fieles;

- y el mismo Jesús saldrá en ayuda de los suyos: «si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo».

b) «No tengáis miedo». Es la frase que más se repite en el pasaje de hoy.

Jesús avisó muchas veces a los suyos de que iban a tener dificultades en su misión. No les prometió éxitos fáciles o que iban a ser bien recibidos en todas partes. Al contrario, les dijo -nos dijo- que el discípulo no será más que el maestro. Y el Maestro había sido calumniado, perseguido, condenado a la cruz.

Pero este anuncio va unido a otro muy insistente: la confianza. «No tengáis miedo». No es el éxito inmediato delante de los hombres lo que cuenta. Sino el éxito de nuestra misión a los ojos de Dios, que ve, no sólo las apariencias, sino lo interior y el esfuerzo que hemos hecho. Si nos sentimos hijos de ese Padre, y hermanos y testigos de Jesús, nada ni nadie podrá contra nosotros, ni siquiera las persecuciones y la muerte.

El ejemplo lo tenemos en el mismo Jesús, que fue objeto de contradicciones y acabó en la cruz. Pero nunca cedió, no se desanimó y siguió haciendo oír su voz profética, anunciando y denunciando, a pesar de que sabía que incomodaba a los poderosos. Y salvó a la humanidad y fue elevado a la gloria de la resurrección.

Las pruebas y las dificultades de la vida -las que nacen dentro de nosotros mismos, o en el seno de la comunidad o fuera de ella- no nos deben extrañar ni asustar. La comunidad de Jesús lleva un mensaje que, a veces, choca contra los intereses y los valores que promueve este mundo. Nos pueden perseguir, pero la fuerza del Espíritu de Dios nos asiste en todo momento. No nos cansemos, ni nos avergoncemos de dar testimonio de Cristo, y sigamos anunciando a plena luz, a los cercanos y a los lejanos, la buena noticia de la salvación que Dios nos ofrece.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 134-138
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viernes, 9 de julio de 2010

«El que persevere hasta el final, se salvará»

¡Amor y paz!

Los predicadores del Evangelio, deben esperar para ellos la misma suerte de su Señor. Las palabras son contundentes al señalar lo que vendrá: ‘Lobos’, ‘entrega’, ‘azotes’, ‘conducidos ante gobernadores y reyes’, ‘entregados a la muerte’, ‘serán odiados’, ‘perseguidos’...

Ante los anuncios, Jesús aconseja: ‘prudencia’, ‘sencillez’, ‘testimonio’, ‘no preocuparse’, ‘perseverancia’, e incluso ‘huir’. Y algo clave: los misioneros tienen garantizada la presencia del ‘Espíritu del Padre’ que hablará por ellos en el juicio.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 10,16-23.

Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.

Comentario

Es clara la suerte que deben correr los enviados en su nueva misión (vv. 21-23). Estén atentos, los hombres los perseguirán por mi causa, dice Jesús. Por eso, en el momento de la predicación es cuando recibirán el don del Espíritu que hablará por ellos para dar testimonio de sus palabras. De esta manera, es predecible el conflicto que conlleva pretender instaurar el orden nuevo de cosas en contra de las viejas instituciones de Israel, que no se quedarán quietas, sino que se enfrentarán a la novedosa propuesta del Reino de Dios. El seguimiento de Jesús es ruptura (división) con el orden antiguo, viciado y desviado del proyecto de Yahveh

Esta nueva propuesta, lanzada contra toda desesperanza, es inminente como realización en la mente de Jesús, quien está seguro que será tangible durante su existencia terrena, indicando el fin del tiempo de la ley y de la institución que representa: el templo, símbolo de todas las estructuras que manejan ventajosamente el poder en la nación; y el cumplimiento de la era escatológica en que Dios renacerá por su Mesías.

Latinoamérica se constituye como lugar propicio para leer el evangelio y retomar la práctica liberadora de Jesús por la defensa de la vida. La cruda realidad de marginalidad de nuestros pueblos nos exige anunciar proféticamente el Reino de Dios, rescatando a tantos hombres y mujeres que viven en la miseria y la indignidad; encadenados a estructuras sociales y económicas que generan la miseria de nuestros pueblos que se debaten entre la vida y la muerte. Estamos llamados a ponernos en camino en medio de las amenazas, persecuciones y el temor por perder la propia vida, a anunciar el Reino de Dios, denunciando toda injusticia y acompañando al pueblo en la alternativa de construir una nueva sociedad.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
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jueves, 8 de julio de 2010

Para la misión: desinterés económico, generosidad y confianza en Dios

¡Amor y paz!

La tarea de los apóstoles es la misma de Jesús: la proclamación de que “el Reinado de Dios está cerca”(v. 7) que debe ser acompañada de idénticos signos a los actuados por el mismo Jesús. Se señalan tres de ellos en la primera parte del v. 8: triunfo sobre la enfermedad, sobre la muerte y sobre la impureza de la lepra.

Luego de estas indicaciones siguen dos exhortaciones: la primera tiene como objetivo la determinación del estilo de la misión (vv. 8b-10), en segundo lugar se instruye sobre el comportamiento que se debe asumir frente a las reacciones ante el mensaje por parte de los oyentes (vv. 11-15).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la XIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 10,7-15.

Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas,
ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.

Comentario

a) El Maestro da a sus apóstoles -a todos nosotros, miembros de la Iglesia «apostólica» y «misionera»- unas consignas, para que cumplan su misión siguiendo su estilo:

- ante todo, lo que tienen que anunciar es el Reino de los Cielos, el proyecto salvador de Dios,
que se ha cumplido en Jesús: ésta era la última idea del evangelio de ayer y la primera de hoy,

- pero, además, a las palabras deben seguir los hechos: curar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos, echar demonios;

- los enviados de Jesús deben actuar con desinterés económico, no buscando su propio provecho, sino «dando gratis lo que han recibido gratis»;

- este estilo es la llamada «pobreza evangélica»: que no se apoya en los medios materiales (oro, plata, vestidos, alforjas), sino en la ayuda de Dios y en la fuerza de su palabra;

- y les avisa Jesús que, en algunos sitios los recibirán y en otros no los querrán ni escuchar.

b) Nos conviene revisar nuestro modo de actuar, comparándolo con estas consignas misioneras de Jesús. No se trata de tomarlas al pie de la letra (no llevar ni calderilla), sino de asumir su espíritu:

- el desinterés económico:

- la generosidad de la propia entrega: ya que Dios nos ha dado gratis, tratemos de igual modo a los demás; recordemos cómo Pablo no quiso vivir a costa de la comunidad, sino trabajando con sus propias manos, aun reconociendo que «bien merece el obrero su sustento»;

- confiemos más en la fuerza de Dios que en nuestras cualidades o medios técnicos; nos irá mejor si llevamos poco equipaje y si trabajamos sin demasiados cálculos económicos y humanos;

- no nos contentemos con palabras, sino mostremos con nuestros hechos que la salvación de Dios alcanza a toda la persona humana: a su espíritu y a su cuerpo; a la vez que anunciamos a Dios, luchamos contra el mal y las dolencias y las injusticias;

- no dramaticemos demasiado los fracasos que podamos tener: no tienen que desanimarnos hasta el punto de dimitir de nuestro encargo misionero; si en un lugar no nos escuchan, vamos a otro donde podamos anunciar la Buena Noticia: dispuestos a todo, a ser recibidos y a ser rechazados;

- sin olvidar que, en definitiva, lo que anunciamos no son soluciones técnicas ni políticas, sino el sentido que tiene nuestra vida a los ojos de Dios: el Reino que inauguró Cristo Jesús.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 126-130
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