¡Amor y paz!
Después
del altercado con los escribas "venidos de Jerusalén", San Marcos
reemprende el relato comenzado en el versículo 21 y que debimos haber leído el
sábado último, pero que omitimos para leer el Evangelio correspondiente a la Memoria
de los santos Timoteo y Tito, obispos,
compañeros de san Pablo. En ese versículo 21 se leía que "su familia vino para llevárselo, pues
afirmaban: ‘Está fuera de sí’".
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes
de la 3ª. Semana del Tiempo Ordinario.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Marcos 3,31-35.
Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: "Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera". Él les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre".
Comentario
a)
Acaba el capítulo tercero de Marcos con este breve episodio que tiene como
protagonistas, esta vez en un contexto diferente del anterior, a sus
familiares. Los «hermanos» en el lenguaje hebreo son también los primos y tíos
y demás familiares. Esta vez sí se dice que estaba su madre.
Las
palabras de Jesús, que parecen como una respuesta a las dificultades de sus
familiares que leíamos anteayer, nos suenan algo duras. Pero ciertamente no
desautorizan a su madre ni a sus parientes. Lo que hace es aprovechar la
ocasión para decir cuál es su visión de la nueva comunidad que se está
reuniendo en torno a él. La nueva familia no va a tener como valores
determinantes ni los lazos de sangre ni los de la raza. No serán tanto los
descendientes raciales de Abraham, sino los que imitan su fe: «El que cumple la
voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».
b)
Nosotros, como personas que creemos y seguimos a Cristo, pertenecemos a su
familia. Esto nos llena de alegría. Por eso podemos decir con confianza la
oración que Jesús nos enseñó: «Padre nuestro». Somos hijos y somos hermanos.
Hemos entrado en la comunidad nueva del Reino.
En
ella nos alegramos también de que esté la Virgen María, la Madre de Jesús. Si
de alguien se puede decir que «ha cumplido la voluntad de Dios» es de ella, la
que respondió al ángel enviado de Dios: «Hágase en mi según tu Palabra». Ella
es la mujer creyente, la totalmente disponible ante Dios.
Incluso
antes que su maternidad física, tuvo María de Nazaret este otro parentesco que
aquí anuncia Cristo, el de la fe. Como decían los Santos Padres, ella acogió
antes al Hijo de Dios en su mente por medio de la fe que en su seno por su
maternidad.
Por
eso es María para nosotros buena maestra, porque fue la mejor discípula en la
escuela de Jesús. Y nos señala el camino de la vida cristiana: escuchar (leer) la
Palabra, meditarla en el corazón y llevarla a la práctica.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 76-80
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 76-80
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