¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este XV Domingo del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San
Marcos 6,7-13.
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Comentario
Cuentan que una
vez, un padre de una familia acaudalada llevó a su hijo a un viaje por el campo
con el firme propósito de que éste viera cuán pobres eran las gentes del lugar.
Estuvieron por espacio de un día y una noche en la casa de una familia
campesina muy humilde. Compartieron con ellos las comidas y el descanso. Al
concluir el viaje y de regreso a casa el padre le pregunta a su hijo:
"¿Qué te pareció el viaje?". "¡Muy bonito papá!".
"¿Viste qué tan pobre puede ser la gente?". "¡Si!".
"¿Y qué aprendiste?"
"Vi que
nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una
piscina que llega de una pared a la mitad del jardín, ellos tienen un riachuelo
que no tiene fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en la sala, ellos
tienen millones de estrellas que titilan toda la noche. Nuestro patio llega
hasta la pared de la casa del vecino, ellos tienen todo un horizonte de patio. Ellos
tienen tiempo para conversar y estar en familia; tú y mi mamá tienen que
trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo". Al terminar el relato, el
padre se quedó mudo... Y su hijo agregó: "¡Gracias Papá, por enseñarme lo
ricos que podemos llegar a ser!".
Hace algunos
años, en las calles de Bogotá se vendió a montones un libro titulado: "Padre
rico, padre pobre", que ha dado mucho qué pensar a los que viven
para trabajar y no trabajan para vivir... Numerosas personas en
nuestra sociedad no paran de buscarse los medios para disfrutar de una vida
cada vez más cómoda, pero nunca llega el momento de detenerse a descansar y a
disfrutar de lo que se tiene... Este libro presenta la idea de hacer del dinero
sólo un medio para vivir mejor, y no un fin que se convierte en ídolo y nos
esclaviza. A este propósito, don Alfredo, un habitante del barrio El Dorado,
donde viví hace algún tiempo, me decía un día: "Padre, yo me doy el lujo
de ser pobre..." Y no le falta razón, pues vive pobremente su ancianidad, pero
dedicado a leer libros que siempre había querido leer, y gozando de la vida
familiar, como nunca antes lo había hecho…
Jesús envía a
sus discípulos de dos en dos y les da unas instrucciones muy precisas:
"Les ordenó que no llevaran nada para el camino, sino solamente un bastón.
No debían llevar bolsa ni pan ni dinero. Podían ponerse sandalias, pero no
llevar ropa de repuesto". En estas condiciones de pobreza radical, el ser
humano se abre a lo que le llega de una manera inesperada. Cuando nos apoyamos
sólo en los medios para realizar nuestra misión, no somos capaces de descubrir
una infinidad de riquezas que nos han sido regaladas por Dios con una
generosidad infinita.
Predicar en pobreza es predicar la misma pobreza
evangélica y la vida sencilla. La vida misma del apóstol se hace predicación.
En un contexto como el nuestro, en el que los medios son cada vez más
abundantes, no deja de incomodar y de resultar casi escandalosa esta
invitación. Pero Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte en cruz, nos
propuso un estilo de vida austero que nos enriquece con su pobreza y nos abre
una infinidad de posibilidades que no alcanzamos a imaginar. Como el niño rico
que fue de paseo al campo, podremos apreciar la riqueza de una amistad, un
paisaje, un beso, una sonrisa… Algún día sabremos lo ricos que podemos llegar a
ser.
Hermann Rodríguez
Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita,
Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad
Javeriana – Bogotá