lunes, 16 de enero de 2012

Debemos estar alegres: ¡Jesús está con nosotros!

¡Amor y paz!

Dice el Eclesiastés (Qohelet) (3) que “Hay bajo el sol un momento para todo, y un tiempo para hacer cada cosa: tiempo para nacer, y tiempo para morir; tiempo para plantar, y tiempo para arrancar lo plantado (…); tiempo para demoler y tiempo para edificar; tiempo para llorar y tiempo para reír; tiempo para gemir y tiempo para bailar…”
 
Hoy en el Evangelio según San Marcos (el que leemos entre semana, porque los domingos leemos el Evangelio según San Juan) se nos habla de un nuevo enfrentamiento entre Jesús y los fariseos esta vez debido a que los discípulos de Jesús no ayunan. 
 
El tiempo en que Jesús está con sus discípulos es, por supuesto, un tiempo de fiesta y alegría, no un tiempo de ayuno y eso no lo entienden los fariseos, quienes aún esperan al Mesías que ya llegó.

Marcos, quien fue una especie de secretario de la predicación de San Pedro, nos mostrará esta semana, en cada página, a Jesús y sus discípulos, como un grupo solidario frente a sus adversarios...
 
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 2ª semana del tiempo ordinario.
 
Dios los bendiga…
 
Evangelio según San Marcos 2,18-22.
Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?".  Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!"
 Comentario
 
a) Nos encontramos con un tercer motivo de enfrentamiento de Jesús con los fariseos: después del perdón de los pecados y la elección de un publicano, ahora murmuran porque los discípulos de Jesús no ayunan. Los argumentos suelen ser más bien flojos. Pero muestran la oposición creciente de sus enemigos.
 
Los judíos ayunaban dos veces por semana -los lunes y jueves- dando a esta práctica un tono de espera mesiánica. También el ayuno del Bautista y sus discípulos apuntaba a la preparación de la venida del Mestas. Ahora que ha llegado ya, Jesús les dice que no tiene sentido dar tanta importancia al ayuno.
 
Con unas comparaciones muy sencillas y profundas se retrata a sí mismo:
 
- él es el Novio y por tanto, mientras esté el Novio, los discípulos están de fiesta; ya vendrá el tiempo de su ausencia, y entonces ayunarán; - él es la novedad: el paño viejo ya no sirve; los odres viejos estropean el vino nuevo.
 
Los judíos tienen que entender que han llegado los tiempos nuevos y adecuarse a ellos.
 
El vino nuevo es el evangelio de Jesús. Los odres viejos, las instituciones judías y sobre todo la mentalidad de algunos. La tradición -lo que se ha hecho siempre, los surcos que ya hemos marcado- es más cómoda. Pero los tiempos mesiánicos exigen la incomodidad del cambio y la novedad. Los odres nuevos son la mentalidad nueva, el corazón nuevo. Lo que les costó a Pedro y los apóstoles aceptar el vino nuevo, hasta que lograron liberarse de su formación anterior y aceptar la mentalidad de Cristo, rompiendo con los esquemas humanos heredados.
 
b) El ayuno sigue teniendo sentido en nuestra vida de seguidores de Cristo.
 
Tanto humana como cristianamente nos hace bien a todos el saber renunciar a algo y darlo a los demás, saber controlar nuestras apetencias y defendernos con libertad interior de las continuas urgencias del mundo al consumo de bienes que no suelen ser precisamente necesarios. Por ascética. Por penitencia. Por terapia purificadora. Y porque estamos en el tiempo en que la Iglesia «no ve» a su Esposo: estamos en el tiempo de su ausencia visible, en la espera de su manifestación final.
 
Ahora bien, este ayuno no es un «absoluto» en nuestra fe. Lo primario es la fiesta, la alegría, la gracia y la comunión. Lo prioritario es la Pascua, aunque también tengan sentido el  Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo como preparación e inauguración de la Pascua. También el amor supone muchas veces renuncia y ayuno. Pero este ayuno no debe disminuir el tono festivo, de alegría, de celebración nupcial de los cristianos con Cristo, el Novio.
 
El cristianismo es fiesta y comunión, en principio. Así como en el Antiguo Testamento se presentaba con frecuencia a Yahvé como el Novio o el Esposo de Israel, ahora en el Nuevo Testamento es Cristo quien se compara a sí mismo con el Novio que ama a su Esposa, la Iglesia. Y eso provoca alegría, no tristeza.
 
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 44-48
www.mercaba.org