martes, 2 de diciembre de 2014

Los sencillos de corazón son en verdad los sabios a los ojos de Dios

¡Amor y paz!

Así como en la escena de su bautismo en el Jordán apareció el Espíritu, en forma de paloma, que se posaba sobre él, proclamando su mesianidad, del mismo modo en la página que leeremos hoy el Espíritu le llena de alegría. Jesús se deja contagiar del buen humor de los suyos, que vuelven de un viaje apostólico y cuentan lo que han hecho en su nombre.

Y lleno de esta alegría y de esta sabiduría del Espíritu, pronuncia una de sus frases llenas de paradoja e ironía: sólo a los sencillos de corazón les revela Dios los secretos del Reino. Los que se creen sabios, resulta que no entienden nada. En Jerusalén había doctores de la ley, pero Jesús, un buen día, alabó el gesto de aquella mujer anónima, pobre, que echaba unos céntimos en el cepillo del Templo.

Los sencillos de corazón son en verdad los sabios a los ojos de Dios. Es lo que también dirá María de Nazaret en su canto del Magníficat: a ella la ha mirado Dios con predilección porque es humilde y es la sierva del Señor, del mismo modo que llenará de sus bienes a los pobres, y a los ricos los despedirá vacíos.

Los invito, hermanos,  a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la I semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 10,21-24. 
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".  
Comentario

a) También ahora, en un mundo autosuficiente, orgulloso de los progresos de la ciencia y la técnica, sólo entran de veras en el espíritu del Adviento los sencillos de corazón. No se trata de gestos solemnes o de discursos muy preparados. Sino de abrirse al don de Dios y alegrarse de su salvación. Y esto no lo hacen los que ya están llenos de sí mismos.

La alegría profunda de la Navidad la vivirán los humildes, los que saben apreciar el amor que Dios nos tiene. Ellos serán los que llegarán a conocer en profundidad al Hijo, porque se lo concederá el Padre. No se contentarán de una alegría exterior y superficial: sabrán reconocer la venida de Dios a nuestra historia. Mientras que habrá muchos «sabios» para los que pasará el Adviento y la Navidad y no habrán visto nada, saturados de su propia riqueza riqueza que no conduce a la salvación. O le seguirán buscando en los libros o en los hechos milagrosos.

b) ¿Seremos nosotros de esas personas sencillas que saben descubrir la presencia de Dios y salirle al encuentro? ¿Mereceremos la bienaventuranza de Jesús: «dichosos los ojos que ven lo que véis?». Cristo Jesús quiere seguir «viniendo» este año, a nuestra vida personal y a la sociedad, para seguir cumpliendo el programa mesiánico de paz y justicia que está en marcha desde su venida primera, pero que todavía tiene mucho por recorrer, hasta el final de los tiempos. Porque la salvación «ya» está entre nosotros, pero a la vez se puede decir que «todavía no» está del todo.

c) En el mundo de hoy hay muchas personas que esperan, muchos corazones que sufren y buscan: ¿cómo notarán que el Salvador ya ha venido, y que es Cristo Jesús? ¿quién se lo dirá? ¿qué profeta Isaías les abrirá el corazón a la esperanza verdadera?

También hoy, como en el panorama que dibuja el profeta, el mejor signo de la venida del Mesías será si se ve más paz, más reconciliación y más justicia, en el nivel internacional y también en el doméstico, en cada familia, en cada comunidad religiosa, en la parroquia, en nuestro trato con las demás personas, aunque sean de diferente carácter y gusto. Así podremos anunciar que el Salvador ya está en medio de nosotros, que es Adviento y Navidad. Y del tronco que parecía seco brotará un renuevo, y dará fruto, y nos invitará a la esperanza.

d) En cada Eucaristía, además de hacer memoria de la Pascua del Señor, y de dejarnos llenar de su gracia y su alimento, también lanzamos una mirada hacia el futuro: «mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». El «ven, Señor Jesús» lo cantamos muchas veces después del relato de la institución eucarística. Como dijo Pablo, «cada vez que comáis y bebáis, proclamáis la muerte del Señor hasta que venga».

La esperanza nos hace mirar lejos. No sólo a la Navidad cercana, sino a la venida gloriosa y definitiva del Señor, cuando su Reino haya madurado en todo su programa.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 19-22