miércoles, 7 de diciembre de 2022

“Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles de la 2ª semana de Adviento, ciclo A.

 

Dios nos bendice...

 

PRIMERA LECTURA

 

Lectura del libro del profeta Isaías           40, 25-31

 

« ¿A quién me van a asemejar, para que yo me iguale a él?», dice el Santo. Levanten los ojos a lo alto y miren: ¿quién creó todos estos seres? El que hace salir a su ejército uno por uno y los llama a todos por su nombre: ¡su vigor es tan grande, tan firme su fuerza, que no falta ni uno solo!

¿Por qué dices, Jacob, y lo repites tú, Israel: «Al Señor se le oculta mi camino y mi derecho pasa desapercibido a mi Dios»? ¿No lo sabes acaso? ¿Nunca lo has escuchado?

El Señor es un Dios eterno, él crea los confines de la tierra; no se fatiga ni se agota, su inteligencia es inescrutable. El fortalece al que está fatigado y acrecienta la fuerza del que no tiene vigor.

Los jóvenes se fatigan y se agotan, los muchachos tropiezan y caen. Pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, despliegan alas como las águilas; corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan.

 

Palabra de Dios.

 

SALMO         

 

Sal 102, 1-2. 3-4. 8 y 10 (R.: 1a)

 

R.        Bendice al Señor, alma mía.

 

Bendice al Señor, alma mía,

que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;

bendice al Señor, alma mía,

y nunca olvides sus beneficios.  R.

 

Él perdona todas tus culpas

y cura todas tus dolencias;

rescata tu vida del sepulcro,

te corona de amor y de ternura.  R.

 

El Señor es bondadoso y compasivo,

lento para enojarse y de gran misericordia;

no nos trata según nuestros pecados

ni nos paga conforme a nuestras culpas.  R.

 

EVANGELIO

 

Lectura del santo Evangelio según san Mateo   11, 28-30

 

Jesús tomó la palabra y dijo:

«Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.»

 

Palabra del Señor.

 

PARA REFLEXIONAR

  • El destierro se prolonga y el pueblo no deja de repetir que ya no hay futuro ni salvación posible. Todo se pone en tela de juicio y a Dios se lo acusa de haberse olvidado de su pueblo. En esa circunstancia se alza el profeta que no tolera semejantes reproches. La certeza de la fidelidad de Dios tiene que seguir siendo la piedra angular de la fe de Israel. Por eso los invita a poner la vista más allá: Dios es el dueño del mundo, es el único, el incomparable, el santo y por lo tanto tiene que rendir cuentas a nadie. Él es el fiel y no abandona su obra de salvación.
  • El profeta acaba con un acto de fe: «Los que esperan en Yahvé renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas». Si el pueblo se había sentido abandonado en el exilio, y estaba cansado de esperar, el Señor nunca se cansa y está atento a las súplicas de su pueblo.

***

  • Con la multiplicación de leyes y preceptos, la dependencia agobiante de la estructura religiosa se había convertido en una carga insoportable; era el “yugo” que pesaba sobre la gente. El aparato religioso que se había montado, en lugar de proporcionar el espacio sagrado para el encuentro con Dios, lo reducía a un ámbito al que sólo podían acceder algunos privilegiados. El legalismo fariseo había creado en torno suyo una moral sin alegría, ni paz.
  • Jesús se presenta como humilde y sencillo. Con esta afirmación se contrapone, en general, a «los sabios y entendidos», y, en particular, a los autosuficientes maestros de la ley.
  • Las palabras de Jesús son una invitación a la esperanza. Jesús ofrece en contraposición a todo el peso de la ley que sofocaban el espíritu, el yugo y la carga de su ley, que por ser “el amor” resulta suave y fácil de llevar. De allí nace la invitación a deshacer lazos esclavizantes y establecer un nuevo tipo de relación religiosa aprendiendo del Él, identificándonos con Él; viviendo con Él y desde Él.
  • Para poder cargar con su yugo nos invita a ir a Él, porque nos quiere cercanos,  discípulos en la escuela del amor, en la que se aprende por la gratuidad del compartir. Sólo en esta escuela se puede aprender el verdadero sentido liberador de la ley. Jesús no exige menos que los demás rabinos; exige de otra manera. Abre primero la puerta del reino de la misericordia a los “pobres” y a los “mansos”; después los invita a una nueva “justicia”.
  • Jesús hoy pide que nos acerquemos a Él, porque su yugo es el más liviano. Y no es que no implique luchas, desalientos, y hasta persecuciones. La carga ligera que nos ofrece es la experiencia del Evangelio que nos enseña a amar y a perdonar, a ser solidarios con los que sufren, a compartir lo que tenemos. A crear un mundo más justo y más humano en el que podamos vivir como hermanos, como amigos.
  • Para eso nace Jesús y para eso nos preparamos en este Adviento: para recibirlo en nuestras vidas, para comprometernos con Él a llevar el peso de los que están abrumados o caídos bajo el peso de sus angustias y dolores.
  • En la liturgia de hoy, si bien, tanto el profeta como Jesús, nos hablan de los que están cansados, nos asegura que Dios quiere ayudar a los desfallecidos comunicándoles su fuerza.

 

PARA DISCERNIR

  • ¿Vivir la fe me resulta un peso insoportable?
  • ¿Experimento el sentido liberador de la ley?
  • ¿Me dejo acompañar por Jesús?

 

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

 

Jesús manso y humilde de corazón haz mi corazón semejante al tuyo

 

ARZOBISPADO DE BUENOS AIRES

Vicaría de Pastoral