¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario en este viernes de la XIII Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio
según San Mateo 9,9-13.
Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?". Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
Comentario
La elección de Mateo resulta
provocativa. Este nuevo maestro, que enseña con autoridad, parece
extralimitarse. Para su grupo de discípulos elige a un hombre que ejerce de
recaudador de impuestos, un verdadero colaboracionista con el sistema opresor
romano, diríamos hoy. Mateo trabaja en un puesto de aduanas.
El Ministerio de
Hacienda de entonces otorgaba las aduanas al mejor postor, exigiendo un
determinado precio por el puesto aduanero. El recaudador de turno establecía los
tributos –con frecuencia excesivos-, considerados por la gente como fruto de la
codicia y del abuso.
Las gentes de bien de
entonces colocaban a los recaudadores entre los pecadores, las prostitutas y
los ladrones. Sin embargo, Jesús invita a Mateo a formar parte de un grupo que
no sólo no robará, sino que tendrá la capacidad de entregarse por entero a los
demás, a cambio de nada, por amor.
El recaudador Mateo oye la
llamada de Jesús y abandona su profesión, tal vez sin saber, a dónde le
llevaría el nuevo camino. Pero Jesús no sólo elige a Mateo, sino que se sienta
a la mesa con recaudadores y descreídos provocando el escándalo de los
fariseos: “dime con quién andas y te diré quién eres”. Estos, no atreviéndose a
encararse con Jesús, piden explicación a los discípulos: “¿Se puede saber por
qué come su maestro con los recaudadores y descreídos?”. Y Jesús, que se da
cuenta, sale al paso con ironía: “No necesitan médico los sanos, sino los
enfermos”.
¿Quiénes son los sanos?
¿Quiénes los enfermos? Los fariseos, que se creen sanos, tal vez no lo sean
tanto: centrada su vida en cumplir escrupulosamente la ley se han separado del
trato y del contacto con el pueblo sencillo al que consideran impuro; girando
su vida en torno al culto, se han separado de quienes más necesitan de su amor
y de su solidaridad, los enfermos. Y Jesús les recuerda la frase de Isaías:
“corazón quiero, y no sacrificios”, esto es, amor y no ayunos, amor antes que
culto, o culto, en todo caso, que sea expresión del amor. [Tal vez los fariseos
y los que entienden la religión como una relación directa con Dios que no pasa
por la vida ni por el prójimo, sean los enfermos, los más necesitados de
salvación. Los pecadores, los recaudadores, prostitutas y ladrones, que se
sientan a la mesa de Jesús, formando comunidad de vida, tal vez estén ya
salvados o en el camino de la salvación...]
Servicio Bíblico Latinoamericano