¡Amor y paz!
Nuestro mundo está necesitado de la Buena Noticia.
Y esa Buena Noticia ya nos ha sido dada desde hace más de 20 siglos. Sólo que
no hay peor ciego y sordo que aquel que no quiere ver ni oír.
Es que para creer en esa Buena Noticia, la que nos trajo el mismo Jesús,
hay que arrepentirse y cambiar. Y, ¡Oh cuánto nos aferramos al pecado!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este III Domingo del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San
Marcos 1,14-20.
Después de que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.
Comentario
No sé cómo estaría el mundo de Cristo de necesitado
de una Buena Noticia, pero sé y sabemos cómo lo está nuestro mundo. Todos los
días buscamos en los medios de comunicación social, con verdadero interés, una
buena noticia. La mayor parte de las veces cerramos el diario o apagamos la
radio o la televisión sin haberla encontrado.
Los hombres siguen empeñados en no entenderse y,
como consecuencia, se persiguen sañudamente, se matan o dejan que cientos de
ellos mueran de hambre. Pues bien, nosotros tenemos una BUENA NOTICIA para
difundir: la BUENA NOTICIA de que Dios ha venido a la tierra para decirnos que
somos sus hijos, que su brazo fuerte y poderoso estará amparándonos en los
momentos duros, que cuando lo llamemos vendrá en nuestra ayuda; que el mundo
está hecho para que en él vivan los hombres como hermanos, que hay un Reino de
justicia, de verdad, de paz y de gracia, que es posible si el hombre es capaz
de volver los ojos hacia Dios y buscar en él la norma de su vida en lugar de
buscarla en sí mismo, en su egoísmo, en su sed de venganza, en el odio que
parece anidar arraigadamente en su corazón.
A.M. CORTÉS
DABAR 1988/12
DABAR 1988/12