jueves, 30 de septiembre de 2010

¡Hay muchos por evangelizar, pero muy pocos evangelizadores!

¡Amor y paz!

Una encuesta publicada este miércoles por el New York Times da cuenta que los estadounidenses son un pueblo profundamente religioso, pero también profundamente ignorante en religión.

En efecto, investigadores del Pew Forum on Religión and Public Life (Foro Pew sobre Religión y Vida Pública) llamaron por teléfono a más de 3.400 estadounidenses y les formularon 32 preguntas sobre la Biblia, el Cristianismo y otras religiones del mundo, figuras religiosas famosas y los principios constitucionales que rigen la vida pública.

La mitad de las personas encuestadas respondió las preguntas de forma incorrecta y muchos fallaron incluso en las respuestas sobre su propia fe.

Los que obtuvieron la mayor puntuación fueron los ateos y los agnósticos, así como dos minorías religiosas: los judíos y los mormones.

Dice la nota del NYT que miembros del clero que están preocupados de que sus feligreses saben poco sobre los fundamentos de su propia fe, sin duda se horrorizan por algunos de estos hallazgos:

  • 53% de los protestantes no pudieron identificar a Martín Lutero como el hombre que inició la reforma protestante.
  • 45% de los católicos no sabía que la iglesia enseña que el pan y el vino consagrados en la sagrada Comunión no son sólo símbolos, sino que en realidad se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
  • 43% de los Judíos no sabía que Maimónides, una de las principales autoridades rabínicas y los filósofos, era judío.

Todo esto lo traigo a colación a propósito de que, al designar a otros 72 discípulos y enviarlos a evangelizar, Jesús les pide que oren para que Dios envíe más obreros a su mies, ya que esta es abundante y los obreros son pocos.

Son muchísimos los que hoy, a pesar de tantos avances en las comunicaciones, no están evangelizados y, más sorprendente aún, son los ateos los que más conocen sobre religión.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 10,1-12.

Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'. Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: '¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca'. Les aseguro que en aquel día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.

Comentario

a) Jesús se hace ayudar en su misión. Esta vez elige y envía a 72 discípulos (según algunos códices son 70: no importa mucho la diferencia) para que vayan de dos en dos a prepararle el camino.

Ante todo quiere que recen a Dios, pidiéndole que envíe obreros a recoger la cosecha, porque "la mies es mucha y los obreros pocos". Es hermosa la comparación de los braceros que trabajan en la siega. En otras ocasiones, Jesús habló de los pescadores que recogen una gran redada de peces.

A estos misioneros les da unos consejos parecidos a los que daba el miércoles de la semana pasada a los doce: sin alforjas ni sandalias, sin entretenerse por el camino saludando a uno y a otro, dispuestos a ser bien acogidos por algunos, y también avisados de que otros los rechazarán. Ellos, con eficacia y generosidad, deben seguir anunciando que el Reino de los cielos está cerca.

b) ¡Poneos en camino! La invitación va ahora para nosotros, para tantos cristianos, sucesores de aquellos 72, que intentamos colaborar en la evangelización de la sociedad, generación tras generación. Todo cristiano se debe sentir misionero. De forma distinta a los doce y sus sucesores, es verdad, pero con una entrega generosa a la misión que nos encomiende la comunidad.

Los que nos sentimos llamados a colaborar con Dios en la salvación del mundo, haremos bien en revisar las consignas que nos da Jesús:

- tenemos que rezar a Dios que siga suscitando vocaciones de laicos comprometidos, de religiosos, de ministros ordenados, para que se pueda realizar su obra salvadora con los niños, los jóvenes, la sociedad de nuestro tiempo, los mayores, los enfermos, los pueblos que no conocen a Cristo; ante todo, rezar, porque es Dios quien salva y quien anima a la Iglesia misionera;

- se nos avisa que vamos "como corderos en medio de lobos": no nos han prometido que seremos acogidos por todos;

- no debemos llevar demasiado equipaje, que nos estorbarla; un testigo de Jesús (la Iglesia) debe ser sobrio y mantenerse libre, para poder estar más disponible para la tarea fundamental;

- el encargo es tan urgente que no podemos perder el tiempo por el camino, en cosas superfluas: ciertamente no nos está diciendo Jesús que no saludemos a los demás: él, que siempre tenía tiempo para atender a todos; sino que no nos perdamos por caminos laterales, porque es urgente la tarea principal;

- lo importante es que vayamos anunciando: "está cerca de vosotros el Reino de Dios", y comunicando paz a las personas;

- si nos rechazan, tampoco tenemos que hundirnos, ni tomarnos la justicia por nuestra mano, condenando a derecha e izquierda: ya se encargará Dios, a su tiempo, del juicio.

Jesús nos dice día tras día: ¡Poneos en camino!, id, anunciad que el Reino de Dios está cerca. Sin pereza, con sencillez, con ánimo gratuito y no interesado, con serenidad en las dificultades, alegres por poder colaborar en la obra salvadora de Dios, como mensajeros de su paz.

J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 128-132

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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Aprendamos de los ángeles, mensajeros de Dios

¡Amor y paz!

Celebramos hoy la fiesta de los santos arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel, que son símbolos de la comunicación entre Dios y los hombres, un Dios que en Jesús infunde fuerza, (Gabriel= Dios es fuerte), sana (Rafael: Dios sana) y se muestra totalmente diferente (Miguel = quién como Dios), como Padre de todos.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario.

Dios los bendiga….

Evangelio según San Juan 1,47-51.

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez". "¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera". Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees. Verás cosas más grandes todavía". Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre".

Comentario

Los grandes arcángeles de Dios testimonian para nosotros la fidelidad y la pasión y celo con que los hijos de Dios han de alabar a su Creador. Ellos, lejos de ser seres desconocidos y “mitológicos” representan los mejores compañeros de viaje, los mejores sanadores del corazón, los mejores defensores de los intereses de Dios en el mundo.

San Miguel es el fiero defensor de Dios. La narración del Apocalipsis nos lo muestra expulsando a satanás de los dominios de Dios, al gran traidor y padre de la mentira que osó rebelarse contra un Dios tan bondadoso. Encendido de celo por el Señor blandió la espada y arrojó a todos los obradores de iniquidad al único lugar en donde pudiesen soportar su soberbia y su rebelión. Por eso san Miguel es en quien el cristiano halla el mejor baluarte para defenderse de las asechanzas demoníacas y gran modelo de fidelidad a Dios. De él hemos de aprender el celo por las cosas de Dios, celo que consume de pasión y que lleva a una acción inmediata, tajante, sobre todo cuando Dios se está viendo ofendido por sus enemigos que incitan sin cesar a la rebelión y desunión.

San Gabriel quizás fue el más afortunado de entre todas las criaturas celestes. A él siempre lo mandaron a dar mensajes. A él le tocó dar el mensaje más hermoso jamás oído a la criatura más hermosa jamás vista. Hablar de él lleva irremediablemente a la contemplación de la Toda Pura, Nuestra Madre de cielo, María. Su ejemplo nos debe enseñar a predicar sin miedos los designios de Dios a nuestros hermanos en la fe y, sobre todo, a testimoniar las maravillas obradas por Dios en Ella. Levantemos confiados la mirada a la Madre y pidamos auxilio al arcángel mensajero para ser fieles a la palabra de Dios en el mundo.

San Rafael representa la mano providente de Dios que no se olvida de sus hijos que sufren en el mundo. A él le tocó sanar muchas heridas del cuerpo y, sobre todo, del alma. Por eso es el arcángel que cura, que alivia las penas del alma, que sabe confortar y comprender al que sufre. De él hemos de aprender a ser un consuelo más que un horrible peso, para el hermano que lo necesita. De él, la confianza inamovible en la acción cierta de Dios en el mundo.

De los tres hemos de aprender a saber servir más que ser servidos. Porque los ángeles son ministros de Dios. Y de los tres a estar pendientes de su cierta acción en favor nuestro. ¿Quién sabe si un día cualquiera hemos sido ayudados por un ángel del Señor?

No cerremos las puertas a nadie, no sea que se las estemos cerrando a uno de estos mensajeros, o más terriblemente, al mismo Señor de la vida y de la historia.

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

martes, 28 de septiembre de 2010

Jesús no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos

¡Amor y paz!

Comienza Jesús su viaje a Jerusalén. Se dirige a darle pleno cumplimiento a su misión. Y lo hace con confianza y generosidad, a sabiendas de que el suyo será un camino de dolor e incomprensión. Una oportunidad para que cada uno de nosotros examine si estamos cumpliendo o no la misión que se nos ha encomendado.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Martes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario.

De otra parte, les comunico mi alborozo porque ayer ya sobrepasamos las 10.000 visitas a este blog, creado para la gloria de Dios y el bien de nuestros hermanos. Bien saben ustedes que no tengo ánimo de lucro sino de evangelización. Que el Señor nos ayude a cumplir este propósito.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,51-56.

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

Comentario

a) Los estudiosos afirman que en este pasaje empieza toda una larga sección, propia de Lucas, a la que llaman "el viaje a Jerusalén". En Lc 9,51 se nos dice que "Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén", y este largo viaje durará diez capítulos del evangelio, hasta Lc 18,14.

Ha llegado para Jesús la hora "de ser llevado al cielo". Ha terminado su predicación en Galilea, y todo va a ser desde ahora "subida" a Jerusalén, o sea, hacia los grandes acontecimientos de su muerte y resurrección. De paso va a ir adoctrinando a sus discípulos sobre cómo tiene que ser su seguimiento.

El primer episodio en el camino les pasa cuando tienen que atravesar territorio samaritano y no les reciben bien (porque los samaritanos no pueden ver a los judíos, sobre todo si van a Jerusalén). La reacción de Santiago y Juan es drástica: ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos? Se repite la reacción del profeta Elías, que hace bajar fuego del cielo contra los sacerdotes del dios Baal. Jesús, una vez más, les tiene que corregir, y duramente: "no sabéis de qué espíritu sois".

b) Una primera interpelación de este pasaje es, para nosotros, la decisión con que Jesús se dirige a cumplir la misión para la que ha venido. Sabe cuál es su camino y se dispone con generosidad a seguirlo, a pesar de que le llevará a la cruz.

¿Somos conscientes de dónde venimos y a dónde vamos, en nuestra vida? Nuestro seguimiento de Cristo ¿es tan lúcido y decidido, a pesar de que ya nos dijo que habremos de tomar la cruz cada día e ir detrás de él?

También podemos dejarnos interrogar sobre nuestra reacción cuando algo nos sale mal, cuando experimentamos el rechazo por parte de alguien: ¿somos tan violentos como los "hijos del trueno", Santiago y Juan, que nada menos que quieren que baje un rayo del cielo y fulmine a los que no les han querido dar hospedaje? ¿Reaccionamos así cuando alguien no nos hace caso o nos lleva la contra? La violencia no puede ser nuestra respuesta al mal.

Jesús es mucho más tolerante. No quiere -según la parábola que él mismo les contó- arrancar ya la cizaña porque se haya atrevido a mezclarse con el trigo. El juicio lo deja para más tarde. De momento, "se marcharon a otra aldea". Como hacía Pablo, cuando le rechazaban en la sinagoga y se iba a los paganos, o cuando le apaleaban en una ciudad y se marchaba a otra.

Si aquí no nos escuchan, vamos a otra parte y seguiremos evangelizando, allá donde podamos. Sin impaciencias. Sin ánimo justiciero ni fiscalizador. Sin dejarnos hundir por un fracaso. Evangelizando, no condenando: "porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder, sino a salvar".

J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 120-124

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lunes, 27 de septiembre de 2010

La medida del éxito del cristiano no es el poder: es el servicio

¡Amor y paz!

Concluye hoy el relato lucano del ministerio de Jesús en Galilea y comienza mañana el viaje a Jerusalén. Entre tanto, los discípulos aún no maduran, todavía no comprenden el sentido del mensaje cristiano. Siguen preocupados por las cosas mundanas acerca de quién es el más grande y hasta sienten celos porque algunos ‘se atrevan’ a expulsar demonios, como lo hacen ellos.

Cuando hoy se pregunta cómo le va a alguien en la vida, se dice: “A ese le va bien: tiene mucho poder y dinero”. Eso a los ojos del mundo, porque a los ojos de Dios la medida del éxito es el servicio, no el poder; el parámetro es el amor, no el dinero.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,46-50.

Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: "El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande". Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros". Pero Jesús le dijo: "No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes".

Comentario

Los discípulos mientras permanecieron con el Maestro nunca abandonaron sus pretensiones de poder. Constantemente se enfrascaron en discusiones acerca de quién debería ocupar el primer lugar, quién ocuparía un trono junto al rey o quién sería el más importante en el futuro.

Jesús, con su sin igual sencillez y pedagogía, les va mostrando que por ese camino únicamente llegarán al lugar que ocupan los poderosos. Lugares que son sumamente criticados, pero extremadamente apetecidos. Por eso, Jesús desenmascara las intenciones de sus seguidores y los pone a pensar en una nueva lógica, donde lo valioso no es el prestigio, sino la sencillez y la verdad.

El llamado de Jesús pone de manifiesto que las aspiraciones de un discípulo no deben imitar las aspiraciones de los discípulos de los fariseos. Éstos sólo buscaban el reconocimiento y la popularidad manipulando a la gente para ganar posición social. El discípulo de Jesús no se debe montar en ese tren, sino que, siguiendo el ejemplo del niño servidor, se pondrá en el último lugar para servir y animar a los hermanos. Sólo la actitud de servicio le dará una nueva dimensión al ser humano.

De igual modo, los discípulos creían poseer la autoridad de Jesús en exclusiva, pero Jesús los contradice. Siempre que se luche contra el mal, se haga el bien y se siga los caminos de Jesús, cualquier persona tiene el poder y la autoridad que Dios le otorga a todos los seres humanos de buena voluntad. El don de Dios no es para privilegiados, sino que está disponible para la humanidad en la medida que sea bien empleado.

Hoy, necesitamos crear una catequesis que realmente cultive el conocimiento de Jesús y la práctica de sus actitudes. Pues lo que Jesús quería era crear un grupo de personas que atendiendo al llamado de Dios propiciaran nuevas alternativas de vida.

Servicio Bíblico Latinoamericano

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domingo, 26 de septiembre de 2010

La solución no es la guerra, sino la vida digna para todos

¡Amor y paz!

En el Evangelio volveremos a leer hoy la historia del rico Epulón y el pobre Lázaro. Es una oportunidad para aplicarla aquí y ahora, a las circunstancias actuales de cada uno de nuestro países. Si los que nos decimos cristianos lo fuéramos de verdad, de acuerdo con el espíritu del Evangelio, no habría tanta miseria ni injusticia en el mundo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo XXVI del Tiempo Ordinario.

Evangelio según San Lucas 16,19-31.

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan'. 'Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí'. El rico contestó: 'Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento'. Abraham respondió: 'Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen'. 'No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán'. Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'".

Comentario

Hace algún tiempo el periódico El Tiempo traía una noticia que debió crear malestar entre los ricos de nuestro país: “En E.U. piden a colombianos pagar más para la guerra”. Un poco más abajo decía: “Se muestran preocupados [los congresistas norteamericanos que debaten ayuda para Colombia] ante la posibilidad de estar ‘subsidiando’ a la élite colombiana, que, según las cifras, paga pocos impuestos en comparación con el resto del mundo”. Es triste que sólo se les ocurra que hay que pagar más impuestos para financiar la guerra y no se les ocurra que hay que pagar más para financiar el desarrollo humano sostenible de toda la población, de modo que se le quite el piso a la guerra en la que está sumido este pobre país. Es triste, es verdad, pero nos hacen caer en la cuenta de una realidad que puede estar a la base de todo el problema social que vivimos.

Según el artículo, “Colombia es el tercer país menos equitativo de América Latina, que es la región más inequitativa del mundo. El 10 por ciento de los colombianos más ricos gana 80,27 veces más que el 10 por ciento de los más pobres. En E.U. ese mismo 10 por ciento gana solo 15,9 veces más que el 10 por ciento de los pobres (...) Si se mira la situación desde la perspectiva de la tenencia de la tierra, la inequidad es aún mayor: el 0,4 por ciento de los colombianos, de acuerdo con un estudio del Gobierno, es dueño del 61,2 por ciento de la tierra para fines agrícolas”. No hay que olvidar que estas cifras tienen su origen en un informe del Centro para la Política Internacional (CIP), reconocido grupo de análisis social, publicado en el periódico con mayor circulación en Colombia, al que no se puede acusar, propiamente hablando, de favorecer a la subversión...

Pocos días después, un buen amigo vio cómo la policía, por petición de los vecinos del sector donde vive actualmente, se llevaba a una vendedora ambulante, que sólo trabaja para vivir y sostener a su familia. Ante el atropello que se estaba cometiendo, mi amigo se acercó y le dijo a los policías: “Trátenla como una persona humana”. Uno de los vecinos, que había denunciado a la vendedora, respondió: “¡No nos venga ahora con discursos sociales!”. Pero mi buen amigo, encarando al hombre, dijo: “¡No estoy hablando de discursos sociales, sino del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo!”

Eso mismo deberíamos repetir hoy después de haber ofrecido los datos de la repartición de las riquezas en nuestro país, y de la necesidad de crear condiciones de mayor igualdad entre los colombianos: ¡Estamos hablando del Evangelio! La parábola que nos cuenta hoy el Señor parece sacada de nuestra propia realidad: “Había un hombre rico que se vestía con ropa fina y elegante y que todos los días ofrecía espléndidos banquetes. Había también un pobre llamado Lázaro, que estaba lleno de llagas y se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este hombre quería llenarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas”. La historia muestra el destino definitivo del pobre después de su muerte, que es llevado al seno de Abraham, y el destino del rico del que solo dice que “fue enterrado” y llevado un lugar de tormento.

El diálogo entre el rico y Abraham es muy interesante. El rico quiere que Abraham advierta a sus hermanos, por algún medio, para que al morir no vayan al mismo lugar a donde él ha sido llevado. Pero Abraham le recuerda que para eso tienen a Moisés y a todos los profetas. Solo tienen que hacerles caso. Por fin, el rico termina diciendo: “Padre Abraham, eso no basta; pero si un muerto resucita y se les aparece, ellos se convertirán. Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite”. Resucitó el Señor, y tampoco le hemos hecho caso. Incluso, al que predica estas cosas lo acusan de estar echando ‘discursos sociales’, cuando lo que está en juego es el anuncio del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Los congresistas norteamericanos encontraron el origen de nuestras desgracias, pero están equivocados en la solución, cuando creen en la guerra y no en la vida digna para todos.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*

* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 25 de septiembre de 2010

Tantas preocupaciones nos impiden estar al lado de Jesús

¡Amor y paz!

El evangelista Lucas nos dice que estando todos maravillados por lo que Jesús estaba haciendo, les hizo un segundo anuncio de la pasión -“el Hijo del Hombre va ser entregado en manos de los hombres”- y que los discípulos no entendieron lo que les quiso decir.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XXV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga….

Evangelio según San Lucas 9,43-45.

Todos estaban maravillados de la grandeza de Dios. Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: "Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres". Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto
Comentario

Las palabras de Jesús cuestionaban hondamente a los discípulos, sin embargo, ellos guardaban silencio porque no comprendían o porque no se arriesgaban a confrontar al maestro. A los discípulos no les entraba en la cabeza que el camino del enviado de Dios tuviera que pasar necesariamente por la cruz. Ellos esperaban un Cristo arrollador que mediante un éxito deslumbrante eliminara todas las dudas respecto a su persona y a su misión. Sin embargo, el proceder y el camino de Jesús los controvertía abiertamente.

Los discípulos "no comprendían" las palabras de Jesús no porque éstas fueran obscuras o ininteligibles, sino porque su proceder no iba conforme a las ideas vigentes, fueran de izquierda o derecha, sino que nacían de una originalidad realmente desconcertante. La originalidad de Jesús respecto a sus contemporáneos lo condujo poco a poco a una radical incomprensión, tanto de seguidores como de enemigos.

A los discípulos "algo" les impedía comprender. Ese algo se refería a las rimbombantes expectativas mesiánicas con las que no coincidía la obra ni la acción de Jesús. Por eso, no fueron los opositores del imperio romano quienes salieron a defenderlo, ni sus incondicionales discípulos. Por su compromiso radical con los pobres, con Dios Padre y consigo mismo, Jesús tuvo que enfrentar su destino en absoluta soledad. Ese "algo" que estaba en la mente de sus contemporáneos los volvía ciegos ante la novedad definitiva que Dios suscitaba en Jesús y les impedía ponerse del lado del hombre que realmente los podía salvar.

Hoy nosotros, al igual que los discípulos, tenemos muchas preocupaciones que embotan nuestro entendimiento y nos impiden ponernos del lado de Jesús. Nuestra vida ya esta tan cargada de actividades que difícilmente estamos en condiciones de prestar atención a la propuesta de Jesús y, mucho menos, de aceptar su proyecto del Reino como nuestro programa de vida.

Servicio Bíblico Latinoamericano

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viernes, 24 de septiembre de 2010

"Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?"

¡Amor y paz!

Ayer el interesado por saber quién era Jesús fue Herodes el Grande. Hoy, la pregunta se la hace Jesús mismo a sus discípulos.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XXV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,18-22.

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".

Comentario

A los discípulos también los asaltaban las inquietudes respecto a la verdadera identidad de Jesús. Las preguntas nacían de la actitud de Jesús. El no se sometía a sus expectativas nacionalistas, milagreras, autoritarias o de cualquier tipo. Jesús se mostraba como un ser profundamente auténtico que fundaba su identidad humana en una inquebrantable fe. Esa inquebrantable fe en el Reino y en la relación filial con Dios lo llevó muchas veces a inevitables choques con sus discípulos.

Los discípulos esperaban que él fuera el liberador de Israel. Su expectativa mesiánica coincidía únicamente con la liberación de la opresión romana y con la institucionalización de un gobierno popular. La confesión de fe de Pedro, aunque reconoce el carácter trascendente de la misión de Jesús, lo somete a sus ideales políticos. Por eso, Jesús tiene que aclararle cuál es el destino del "Hijo del Hombre", título escatológico que lo ponía al mismo nivel de cualquier ser humano. La misión y la vida de Jesús rebasaban las expectativas vigentes e iniciaban una nueva manera de concebir las relaciones con Dios, con el hermano y la búsqueda de un mundo mejor.

Hoy, tenemos que luchar por recuperar para nuestra práctica cristiana el valor y el sentido de la misión de Jesús. El que lo reconozcamos como el enviado de Dios, tal como lo hizo Pedro, no implica necesariamente que comprendamos realmente su misión. Pues, sus discípulos aunque lo seguían y trataban de ayudarle en todo, se tardaron mucho tiempo en alcanzar una comprensión cabal. Y se demoraron tanto no porque les faltara buena voluntad, sino porque sus propias expectativas los cegaban. Hoy nosotros necesitamos prescindir de nuestras ideas previas sobre Jesús para tratar de percibirlo como nos lo presenta el evangelio, y, sobre todo, para comprender su misión y adoptarla como la directiva principal de nuestra vida comunitaria y personal.

Servicio Bíblico Latinoamericano

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jueves, 23 de septiembre de 2010

¿Buscamos a Jesús por curiosidad o con deseo de comprometernos?

¡Amor y paz!

Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, tiene curiosidad por ver a Jesús. Ha oído muchas cosas de Él: que es Juan el Bautista (a quien mandó decapitar)o Elías o uno de los antiguos profetas.

Muchos, a lo largo de más de dos mil años, han oído hablar de Jesús, pero pocos lograron verlo. Asimismo, durante este largo tiempo se han asumido diferentes posturas en torno a nuestro Salvador. ¿Cuál es nuestra actitud ante a Él?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la XXV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,7-9.

El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: "Es Juan, que ha resucitado". Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado". Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo.

Comentario

a) La fama de Jesús se extiende y llega a oídos de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea, el asesino de Juan el Bautista.

Este Herodes era hijo de Herodes el Grande, el de los inocentes de Belén. Su actitud parece muy superficial, de mera curiosidad. Está perplejo, porque ha oído que algunos consideran que Jesús es Juan resucitado, al que él había mandado decapitar.

Este Herodes es el que más tarde dice Lucas que amenaza con deshacerse de Jesús y recibe de éste una dura respuesta: "id y decid a ese zorro..." (Lc l 3,3132). En la pasión, Jesús, que había contestado a Pilato, no quiso, por el contrario, decir ni una palabra en presencia de Herodes, que seguía deseando verle, por las cosas que oía de él "y esperaba presenciar alguna señal o milagro" (Lc 23,8-12).

b) Ante Jesús siempre ha habido reacciones diversas, más o menos superficiales.

Entonces unos creían que era Elías, que ya se había anunciado que volvería (Jesús afirmó claramente que este anuncio de Malaquías 3,23 se había cumplido con la venida del Bautista, su Precursor). Otros, que había resucitado Juan o alguno de los antiguos profetas. Por parte de Herodes, el interés se debe a su deseo por presenciar algo espectacular. Otros reaccionaron totalmente en contra, con decidida voluntad de eliminarlo.

En el mundo de hoy, por parte de algunos, también hay curiosidad y poco más. Si lo vieran por la calle, le pedirían un autógrafo, pero no se interesarían por su mensaje. Otros buscan lo maravilloso y milagrero, cosa que no gustaba nada a Jesús: "esta generación malvada pide señales". Para otros, Jesús ni existe. Otros le consideran un "superstar", o un gran hombre, o un admirable maestro. Otros se oponen radicalmente a su mensaje, como pasó entonces y ha seguido sucediendo durante dos mil años. Abunda la literatura sobre Jesús, que siempre ha sido una figura apasionante. Una literatura que en muchos casos es morbosa y comercial.

Sólo los que se acercan a él con fe y sencillez de corazón logran entender poco a poco su identidad como enviado de Dios y su misión salvadora. Nosotros somos de éstos. Pero ¿ayudamos también a otros a enterarse de toda la riqueza de Jesús? Son muchas las personas, jóvenes y mayores, que también en nuestra generación "desean ver a Jesús", aunque a veces no se den cuenta a quién están buscando en verdad. Nosotros deberíamos dar testimonio, con nuestra vida y nuestra palabra oportuna, de que Jesús es la respuesta plena de Dios a todas nuestras búsquedas.

J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 103-107

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miércoles, 22 de septiembre de 2010

Jesús envía a predicar el Evangelio y curar a los enfermos

¡Amor y paz!

Jesús ha elegido a los Doce y ahora les encarga una misión: proclamar el Reino de Dios y sanar a los enfermos. Asimismo, les da unas instrucciones sobre lo que se llama la ‘pobreza evangélica’. Es que si los bienes terrenales del hombre se atraviesan, es posible que los enviados olviden el sentido de su misión.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la XXV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,1-6.

Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: "No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes.

Comentario

a) Jesús ya había elegido a los doce apóstoles. Ahora les envía con poder y autoridad a una primera misión evangelizadora. Lo que les encarga en concreto es que liberen a los poseídos por los demonios, que curen a los enfermos y que proclamen el Reino de Dios.

Para este viaje misionero, les encomienda un estilo de actuación que se ha llamado "la pobreza evangélica", sin demasiadas provisiones para el camino. Les avisa, además, que en algunos lugares los acogerán bien y en otros, no. Sacudirse el polvo de los pies era una expresión que quería significar la ruptura con los que no querían oír la Buena Noticia: de modo que no se llevaran de allá ni siquiera un poco de tierra en sus sandalias.

b) Ésta es la doble misión que Jesús encomendó a la Iglesia: por una parte, anunciar el evangelio y, por otra, curar a los enfermos y liberarlos de sus males también físicos y psíquicos.

Exactamente lo que hacía Jesús: que iluminaba con su palabra a sus oyentes, y a la vez les multiplicaba el pan o les curaba de sus parálisis o les libraba de los demonios o incluso les resucitaba de la muerte. El binomio "predicar-curar" se repite continuamente en el evangelio y ahora en la vida de la Iglesia. Se puede decir que durante dos mil años se está cumpliendo la última afirmación del evangelio de hoy: "ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes". ¡Cuánto bien corporal y social ha hecho la comunidad cristiana, además del espiritual, sacramental y evangelizador!

También deberíamos revisar como comunidad y cada uno personalmente el desprendimiento que Jesús exige de los suyos. Los misioneros -la Iglesia- deben ser libres interiormente, sin demasiado bagaje. No deben buscarse a sí mismos, sino dar ejemplo de desapego económico, no fiarse tanto de las provisiones o de los medios técnicos, sino de la fuerza intrínseca de la Palabra que proclaman y del "poder y autoridad" que Jesús les sigue comunicando para liberar a este mundo de todos sus males y anunciarle la noticia de la salvación de Dios.

No trabajamos a nuestro estilo, sino según las consignas de Jesús. Porque no somos nosotros los que salvamos al mundo: sólo somos conductores -es de esperar que buenos conductores- de la fuerza salvadora del Resucitado y de su Espíritu.

J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 100-103

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