¡Amor y paz!
Abundan en estos días los
movimientos religiosos. Los hay para todos los ‘gustos’, como en un supermercado
de la religión. Todos se aprovechan de la libertad de cultos y de que muchas personas
están dispuestas a creer en lo que sea, con tal de que les echen un buen
discurso. Y entonces hay muchos predicadores. Son expertos en hablar. Parece
que ellos son muy importantes.
Y ante
estos predicadores, emerge la figura histórica de Juan El Bautista, quien no
vino a predicarse a sí mismo, porque sabía que él no era el importante, sino a
predicar al Señor Jesús.
Hoy celebramos la
solemnidad del Nacimiento de san Juan Bautista. La Iglesia colocó esta
celebración a seis meses exactos antes de la Navidad, aplicando al ciclo
litúrgico la frase "ya está de seis meses la que consideraban
estéril". Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 1,57-66.80
Cuando le llegó a Isabel su día, dio a luz un hijo, y sus vecinos y parientes se alegraron con ella al enterarse de la misericordia tan grande que el Señor le había mostrado. Al octavo día vinieron para cumplir con el niño el rito de la circuncisión, y querían ponerle por nombre Zacarías, por llamarse así su padre. Pero la madre dijo: «No, se llamará Juan.» Los otros dijeron: «Pero si no hay nadie en tu familia que se llame así.» Preguntaron por señas al padre cómo quería que lo llamasen. Zacarías pidió una tablilla y escribió: «Su nombre es Juan», por lo que todos se quedaron extrañados. En ese mismo instante se le soltó la lengua y comenzó a alabar a Dios. Un santo temor se apoderó del vecindario, y estos acontecimientos se comentaban en toda la región montañosa de Judea. La gente que lo oía quedaba pensativa y decía: « ¿Qué va a ser este niño?» Porque comprendían que la mano del Señor estaba con él. A medida que el niño iba creciendo, le vino la fuerza del Espíritu. Vivió en lugares apartados hasta el día en que se manifestó a Israel.
Comentario
Juan fue un personaje
conocido en su tiempo. El historiador Flavio Josefo no se olvida de citarlo.
Para la fe cristiana supone el fin del Antiguo Testamento y el preludio del
Nuevo. Es, ni más ni menos, que el precursor. Su nombre lo indica: Juan quiere
decir "Dios se ha compadecido", mientras que Jesús significa
"Dios salva". Sin embargo, nada de esto impide el que las actitudes
fundamentales de su personalidad puedan servirnos perfectamente como esquema de
reflexión.
El Bautista no fue, desde
luego, un docto y religioso burgués de ideas acertadas, pero descomprometidas
como quien observa la marcha del mundo desde fuera. Juan toma postura ante la
situación en que vive. Lo hace con las características y matices de su
particular psicología, pero no se limita a pensar o a hablar.
También el nuestro es, en
cierto modo, un tiempo de crisis y de necesidad de cambio. No faltan ni en el
ámbito civil ni en el religioso personas con ideas, al menos aparentemente,
acertadas.
Se piensa y se escribe en
las secciones fijas de los semanarios dominicales con la elegancia y el dulce
encanto de la progresía, pero el compromiso no va más allá. Así la verdad
pierde su carácter de denuncia y se convierte en droga para el lector y en
refuerzo para el sistema. La excesiva oferta de estas "verdades"
oculta y devalúa la auténtica verdad.
Juan es la antítesis de
aquel Herodes que se mantuvo en el trono pese a todos los cambios políticos que
tenían lugar en la dirección del imperio romano. A Maquiavelo le debía encantar
tan astuto príncipe. Sin embargo, el Bautista no era una caña que se movía
hacia donde soplaba el viento. No por ello era un inmovilista y, mucho menos,
un conservador al estilo de los saduceos. Actuó sobre la realidad desde la fe
que llevaba dentro. Estas características de su personalidad deben hacernos
reflexionar hoy. En el fondo se trata de no amar sólo de palabra o por escrito,
sino con obras y de verdad. Es obvio que la actuación de cada uno de nosotros
vendrá coloreada por nuestra particular psicología, lo mismo que ocurrió en el
caso de Juan.
Pero ello no debe suponer
una excusa para un irresponsable "dejarnos llevar" por la corriente
social que justifica de hecho la injusticia. No basta con ser geniales en las
ideas, hay que actuar.
En este punto, interesa
recordar que el término "espiritualidad" significa para el cristiano
que debe ser movido por el Espíritu de Jesús. Entender esta palabra como mero
intimismo, bonito y autogratificante, supone una huida del mundo que ni Juan ni
Jesús de Nazaret practicaron. La escucha y obediencia al Espíritu han de
hacernos capaces de discernir en nuestro mundo los valores positivos y los que,
por el contrario, han de ser rechazados por muy general que sea su aceptación.
No se trata por ello de ser fanáticos o intolerantes con los demás. La libertad
está en la base de un mundo más humano. Mucho menos puede esto fundamentar el
inmovilismo, cuando de lo que se trata es de cambiar la realidad.
Pero quizá la actitud
clave que permite al Bautista actuar de esta manera es su desprendimiento. Juan
no construye nada para él, ni siquiera un grupo de seguidores. Obra en función
de otro. Tiene clara conciencia de ser puente y camino. Él no es el fin. Está
dispuesto a desaparecer de la escena cuando su misión esté cumplida.
Este mismo talante es el
adecuado para el discípulo de Jesús. No se trata de hacer prosélitos para
"nuestro" club, sino actuar de forma que facilitemos a los hermanos
el encuentro con el Maestro.
La Iglesia no es para sí
misma. Lo importante es que, a través de su predicación, los hombres descubran
al verdadero Mesías. Su objetivo, como en el pasaje de la samaritana, es
facilitar que las gentes digan: "Ya no creemos por lo que tú nos has
dicho, sino por lo que nosotros hemos descubierto". Conseguido esto, ya
pueden cortarle la cabeza, si gustan, porque su misión estará cumplida.
Es cierto que muchas veces
los que nos llamamos discípulos impedimos a otros su acceso al Maestro. Ni
entramos ni dejamos entrar. Deformamos su rostro con abstractas teologías y
ocultamos su estilo con un actuar más propio de fanáticos fariseos o de
explotadores saduceos que de pueblo convertido. Pero él sigue hablando. ¡Señor,
danos la autenticidad y el desprendimiento del Bautista!
EUCARISTÍA
1990, 29