¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este lunes de la 20ª
semana del Tiempo Ordinario, en que recordamos a San Bernardo, abad y doctor de
la Iglesia.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: MATEO
19,16-22
Lectio:
Lunes, 20 agosto, 2018
Tiempo Ordinario
1) Oración inicial
¡Oh Dios!, que has
preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en nuestros
corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos
alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor.
2) Lectura del
Evangelio
Del Evangelio según Mateo
19,16-22
En esto se le acercó uno y
le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» Él le
dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si
quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.» «¿Cuáles?» -le dice él. Y
Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no
levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu
prójimo como a ti mismo.» Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado;
¿qué más me falta?» Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que
tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego
sígueme.» Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía
muchos bienes.
3) Reflexión
• El evangelio de hoy nos
narra la historia del joven que pregunta por el camino de la vida eterna. Jesús
le indica el camino de la pobreza. El joven no acepta la propuesta de Jesús,
pues era muy rico. Una persona rica está protegida por la seguridad que la
riqueza le da. Tiene dificultad en abrir la mano de su seguridad. Agarrada a
las ventajas de sus bienes, vive preocupada en defender sus propios intereses.
Una persona pobre no tiene esta preocupación. Pero hay pobres con mentalidad de
ricos. Muchas veces, el deseo de riqueza crea en ellos una enorme dependencia y
hace que el pobre sea esclavo del consumismo, pues queda teniendo deudas por
todos los lados. Y no tiene más tiempo para dedicarse al servicio del prójimo.
• Mateo 19,16-19: Los
mandamientos y la vida eterna. Alguien llega cerca de Jesús y le
pregunta: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para poseer la vida
eterna?" Algunos manuscritos informan que se trataba de un joven.
Jesús responde bruscamente: "¿Por qué me preguntas acerca de lo
bueno? Uno solo es el Bueno.” Enseguida responde a la pregunta y
dice: “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos".
El joven reacciona y pregunta: “¿Cuáles mandamientos?” Jesús
tiene la bondad de enumerar los mandamientos que el joven tenía que
conocer: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no
levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu
prójimo como a ti mismo.” Es muy significativa la respuesta de Jesús.
El joven había preguntado
por la vida eterna. ¡Quería la vida junto a Dios! ¡Pero
Jesús sólo recordó los mandamientos que hablan respecto de la vida junto
al prójimo! ¡No menciona los tres primeros mandamientos que definen
nuestra relación con Dios! Para Jesús, sólo conseguiremos estar bien con Dios,
si sabremos estar bien con el prójimo. De nada adelanta engañar. La puerta para
llegar hasta Dios es el prójimo.
En Marcos, la pregunta del joven es diferente: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?" Jesús responde: "¿Por qué me llamas bueno? Solo Dios, es bueno y nadie más”(Mc 10,17-18). Jesús desvía la atención de si mismo hacia Dios, pues lo que importa es hacer la voluntad de Dios, revelar el Proyecto del Padre.
• Mateo 19,20: Observar
los mandamientos, ¿para qué sirve? El joven respondió: "Todo
eso lo he guardado. ¿Qué más me falta?” Lo que sigue, es algo curioso. El
joven quería conocer el camino que le llevara a la vida eterna. Ahora, el
camino de la vida eterna era y sigue siendo: hacer la voluntad de Dios,
expresada en los mandamientos. Con otras palabras, el joven
observaba sin saber ¡para qué servían! Si lo hubiera sabido, no hubiera hecho
la pregunta. Le sucede como a muchos católicos que no saben el porqué lo son. “Nací
católico, ¡por esto soy católico!” ¡Cosa de costumbre!
• Mateo 19,21-22: La propuesta de Jesús y la respuesta del joven. Jesús responde: "«Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego sígueme.» Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes”. Era muy rico. La observancia de los mandamientos es apenas el primer grado de una escala que va mucho más lejos y más alto. ¡Jesús pide más!
La observancia de los
mandamientos prepara a la persona para que pueda llegar a la entrega total de
sí a favor del prójimo. Marcos dice que Jesús miró al joven con amor (Mc
10,21). Jesús pide mucho, pero lo pide con mucho amor. El joven no acepta la
propuesta de Jesús y se fue, “porque tenía muchos bienes”.
• Jesús y la opción por los pobres. Un doble cautiverio marcaba la situación de la gente en la época de Jesús: el cautiverio de la política de Herodes, apoyada por el Imperio Romano y mantenida por todo un sistema bien organizado de exploración y de represión, y el cautiverio de la religión oficial, mantenida por las autoridades religiosas de la época. Por causa de esto, el clan, la familia, la comunidad, estaban siendo desintegrados y una gran parte del pueblo vivía excluida, marginada, sin lugar, ni en la religión, ni en la sociedad.
Por esto, había diversos
movimientos que, al igual que Jesús, procuraban rehacer la vida en la
comunidad: esenios, fariseos y, más tarde, los celotes. Dentro de la comunidad
de Jesús, sin embargo, había algo nuevo que la diferenciaba de los demás
grupos. Era la actitud ante los pobres y excluidos. Las comunidades de los
fariseos vivían separadas. La palabra “fariseo” querría decir
“separado”. Vivían separadas del pueblo impuro. Algunos fariseos
consideraban al pueblo como ignorante y maldito (Jn 7,49), lleno de pecado (Jn
9,34). No aprendían nada de la gente (Jn 9,34). Jesús y su comunidad, por el
contrario, vivían con las personas excluidas, consideradas impuras: publicanos,
pecadores, prostitutas, leprosos (Mc 2,16; 1,41; Lc 7,37). Jesús reconoce la
riqueza y el valor que los pobres poseen (Mt 11,25-26; Lc 21,1-4). Los proclama
‘bienaventurados’ porque de ellos es el Reino de los cielos, de los pobres (Lc
6,20; Mt 5,3). Define su propia misión como “anunciar la Buena Nueva a
los pobres” (Lc 4, 18). El mismo vive como pobre. No posee nada para
sí, ni siquiera una piedra donde reclinar la cabeza (Lc 9,58). Y a quien quiere
seguirle para vivir con él, manda escoger: ¡o Dios, o el dinero! (Mt 6,24).
¡Manda hacer la opción por los pobres, como propuso al joven rico! (Mc 10,21)
Esta manera diferente de acoger a los pobres y de convivir con ellos era una
prueba del Reino de los Cielos.
4) Para la reflexión
personal
• Una persona que vive
preocupada con su riqueza o con la adquisición de los bienes que la propaganda
del consumismo le ofrece, ¿puede liberarse de todo esto para seguir a Jesús y
vivir en paz en una comunidad cristiana? ¿Es posible? ¿Qué piensas?
• ¿Qué significa para nosotros hoy: “Va, vende todo y dalo a los pobres”? ¿Es posible tomarse esto al pie de la letra? ¿Conoces a alguien que consigue dejarlo todo por causa del Reino?
5) Oración final
El Señor es mi pastor,
nada me falta.
En verdes pastos me hace reposar.
Me conduce a fuentes tranquilas,
allí reparo mis fuerzas. (Sal 23,1-3)
En verdes pastos me hace reposar.
Me conduce a fuentes tranquilas,
allí reparo mis fuerzas. (Sal 23,1-3)
Orden de los Carmelitas