¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado en que celebramos la fiesta de San Bartolomé, apóstol.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Ap 21,9-14):
El ángel me habló así: «Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero». Me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas. La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero.
Salmo responsorial: 144
R/. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te
bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus
hazañas.
Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y la majestad de tu reinado. Tu
reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Versículo antes del Evangelio (Jn 1,49):
Aleluya. Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Aleluya.
Texto del Evangelio (Jn 1,45-51):
En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Comentario
Hoy celebramos la fiesta del apóstol san Bartolomé. El
evangelista san Juan relata su primer encuentro con el Señor con tanta viveza
que nos resulta fácil meternos en la escena. Son diálogos de corazones jóvenes,
directos, francos... ¡divinos!
Jesús encuentra a Felipe casualmente y le dice «sígueme» (Jn 1,43). Poco
después, Felipe, entusiasmado por el encuentro con Jesucristo, busca a su amigo
Natanael para comunicarle que —por fin— han encontrado a quien Moisés y los
profetas esperaban: «Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Jn 1,45). La
contestación que recibe no es entusiasta, sino escéptica : «¿De Nazaret puede
haber cosa buena?» (Jn 1,46). En casi todo el mundo ocurre algo parecido. Es
corriente que en cada ciudad, en cada pueblo se piense que de la ciudad, del
pueblo vecino no puede salir nada que valga la pena... allí son casi todos
ineptos... Y viceversa.
Pero Felipe no se desanima. Y, como son amigos, no da más explicaciones, sino
dice: «Ven y lo verás» (Jn 1,46). Va, y su primer encuentro con Jesús es el
momento de su vocación. Lo que aparentemente es una casualidad, en los planes
de Dios estaba largamente preparado. Para Jesús, Natanael no es un desconocido:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi»
(Jn 1,48). ¿De qué higuera? Quizá era un lugar preferido de Natanael a donde
solía dirigirse cuando quería descansar, pensar, estar sólo... Aunque siempre
bajo la amorosa mirada de Dios. Como todos los hombres, en todo momento. Pero
para darse cuenta de este amor infinito de Dios a cada uno, para ser consciente
de que está a mi puerta y llama necesito una voz externa, un amigo, un “Felipe”
que me diga: «Ven y verás». Alguien que me lleve al camino que san Josemaría
describe así: buscar a Cristo; encontrar a Cristo; amar a Cristo.
Mons. Christoph BOCKAMP Vicario Regional del Opus Dei en Alemania (Bonn, Alemania)
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