domingo, 6 de septiembre de 2009

NO NOS HAGAMOS LOS SORDOS CUANDO DIOS NOS HABLA

¡Amor y paz!

Como el profeta Samuel, hoy podemos decir: “Habla, Señor, que tu siervo escucha’ (1 Samuel 3, 10), pero también podemos hacernos los sordos a la Palabra de Dios.

Jesús nos ofrece la posibilidad de curarnos no sólo de la sordera y la mudez físicas, sino, sobre todo, de las espirituales, para que no nos neguemos a escuchar y a asimilar la voz de Dios, que se dirige a nosotros, a través de su Palabra.

Y luego, ¿somos sordos a la voz de nuestros hermanos? ¿Los escuchamos? ¿Les imponemos nuestra voz? Abramos nuestros oídos a la Palabra de Dios y escucharemos el clamor de nuestros hermanos.

Los invito a leer y meditar la Palabra de Dios, en este domingo 23º. del tiempo ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 7,31-37.

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete". Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".

COMENTARIO

-"Le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos".

Las escenas de milagros en el Evangelio son extraordinariamente simples, alejadas de todo espectáculo; comprendidas en su profundidad expresan de modo entrañable, incluso emocionante, la extraordinaria aventura del hombre y su relación con Dios.

El enfermo que se acerca a Jesús es siempre representante del dolor y la esperanza de la humanidad entera, es la descripción simbólica de nuestra indigencia. El gesto de Jesús es como un sacramento del amor de Dios que significa la Plenitud que él da, es un signo de la vida que se suscita en el corazón de todos los hombres. Hoy se acerca a Jesús un sordo y mudo. Y Jesús lo toca y lo cura. Una mirada penetrante sobre la humanidad de todos los tiempos, también la nuestra, descubre, bajo el griterío humano, un conjunto de sordos y mudos; y Jesucristo cura, es decir, abre oídos y desata lenguas, el oído y la lengua del corazón.

-Jesús le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la lengua... y le dijo Effetá (esto es, "ábrete"). Los hombres corremos el peligro de estar cerrados a la verdad; cada uno de nosotros va recorriendo su camino, guiado por sus categorías y no escucha o no atiende a la luz. En medio de este mundo Jesús dice y es la Verdad. Su Palabra, su Vida, su Muerte, hablan, anuncian la Verdad sobre Dios, sobre la Vida, sobre la esperanza, sobre la pobreza, sobre el hombre auténtico. El gesto de Jesús que toca el oído con el dedo es un pequeño signo de toda su persona que anuncia al Dios vivo y habla de la vida humana plena; cuando Jesús toca realmente el oído es cuando dice: "Dichosos los que trabajan por la paz", o "no sólo de pan vive el hombre", o "reunid tesoros que no se echen a perder", o "Dios es como un Padre que acoge al hijo que vuelve". Esta es la verdad sobre Dios y sobre el hombre, que abre el oído y penetra en el corazón hasta suscitar el asentimiento y la entrega.

Cuando el hombre ha experimentado que se le abren los oídos interiores por la experiencia interior de la luz, inmediatamente se le desata la lengua. Deja de hablar de superficialidades, de tonterías, deja de dar importancia a cosas que no la tienen y habla de la Verdad, de la Justicia, de la Paz; habla de la clase de hombre que hay que ser y de Dios que ama; toda su persona anuncia otro mundo. El mismo Jesús dice: "de la abundancia del corazón habla la boca" (
/Mt/12/34); cuando el corazón ha comprendido las bienaventuranzas, la cruz o la resurrección, la lengua habla de la alegría del servicio, de la esperanza de la vida.

-"Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad".

El sordo-mudo es signo, además, de otra realidad: los hombres acostumbramos a vivir encerrados los unos para con los otros, ignorándonos, pasándonos mutuamente de largo; no nos sabemos escuchar y no nos sabemos hablar. En la familia, en el trabajo, entre amigos; con frecuencia damos la sensación de que las palabras, más que comunicarnos, llenan vacíos. La obra de Dios consiste en hacer posible que los hombres salgamos del recinto cerrado de nuestro castillo y nos comuniquemos. Este es el lenguaje del amor entre personas.

La segunda lectura (de Santiago) que escucharemos hoy en la santa misa, nos urge a no hacer diferencia entre los hombres por el hecho de ser pobres o ricos; es un pequeño paso de apertura a cada persona, que no vale precisamente por sus riquezas. Hay que seguir dando pasos en la línea del Espíritu de Jesús; debemos acercarnos a cada uno en lo que tiene de tú personal, en su misterio, en su grandeza y sus esperanzas, sus decepciones, sus quejas, su mediocridad; se trata de saber escuchar a todos. Saber lo que el otro dice con la palabra, con el gesto, con el silencio, incluso con un grito o con una ofensa. Abrir el oído del corazón al otro para llegar a comprenderle, ésta es una delicada manifestación del amor evangélico.

Comunicación/cerrazón: Y luego saberle hablar. Hablar significa abrir también el propio interior, colocarse al lado como de igual a igual, hacerle partícipe de las propias ilusiones, las propias decepciones, las propias esperanzas, los propios sufrimientos. Esto es hacerse "todo a todos" (1Co/09/22). Jesús viene a liberarnos del infierno de la mutua cerrazón, viene a abrirnos unos a otros, a hacer posible un amor humano; que llegue hasta la comunicación, siempre tan difícil, pero el único camino de las relaciones humanas. Saber escuchar cuando hay que escuchar; saber callar cuando hay que callar; saber hablar cuando, como y lo que hay que hablar. Esta nueva humanidad merece las descripciones ilusionadas y poéticas de Isaías: "Han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco un manantial; los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará". En la base está la primera apertura; la apertura del corazón a la Palabra de la Verdad y de la boca al canto, a la alabanza y a la acción de gracias.

GASPAR MORA
Misa dominical 1982, 17
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