¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la 1ª
lectura, el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 1ª semana de
Adviento.
Dios nos bendice...
Libro de
Isaías 26,1-6.
Aquel día, se entonará este canto en el país de Judá: Tenemos una ciudad fuerte, el Señor le ha puesto como salvaguardia muros y antemuros.
Abran las puertas, para que entre una nación justa, que se mantiene fiel. Su carácter es firme, y tú la conservas en paz, porque ella confía en ti.
Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna. El doblegó a los que habitaban en la altura, en la ciudad inaccesible; la humilló hasta la tierra, le hizo tocar el polvo.
Ella es pisoteada por los pies del pobre, por las pisadas de los débiles.
Evangelio según San
Mateo 7,21.24-27.
Jesús dijo a sus discípulos: "No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".
Comentario
1.1 Poco a poco vamos entrando en el espíritu del adviento. Creo
que ya comprendemos la metodología que ha precedido la elección de las
lecturas: una profecía, en algún texto del Antiguo Testamento, con preferencia,
Isaías; y su cumplimiento, a menudo sobreabundante, en algún texto de los
Evangelios. Hoy el tema es la firmeza: Dios anuncia firmeza, Cristo muestra el
camino de una vida de sólidos cimientos.
1.2 La Biblia nos enseña consecuentemente que la firmeza está
ligada a la confianza. Puesto que nadie lo puede todo por sí mismo, su firmeza
depende en el fondo de quiénes son sus aliados y cuáles son sus alianzas. El
mensaje es: "si haces alianza con el más fuerte, puedes confiar y mirar al
futuro con paz, porque tu vida será firme". El Señor Dios recibe así un
elogio singular: la "Roca perpetua".
1.3 En contraste con la ciudad que se edifica sobre esta Roca,
está la ciudad encumbrada, la ciudad altiva. ¿En qué pensaba el profeta cuando
hablaba así? Lo más probable es que, más que en un lugar en el mapa, el profeta
estuviera describiendo simbólicamente el destino de la soberbia humana, que
nada puede esperar sino su estruendosa caída.
2. La firmeza de la experiencia
2.1 Cristo nos habla también de firmeza, con la conocida imagen de
las dos casas, una sobre roca y otra sobre arena. La casa sobre la roca
corresponde a aquel que ha puesto en práctica la palabra: un hecho que cabe
destacar, porque la solidez no proviene aquí de un sentimiento o de una
valoración subjetiva sino de la experiencia que al parecer dan solamente las
obras. Conoce la verdad de la palabra quien ha puesto a prueba la palabra.
2.2 ¿Qué amenaza a estas casas? Vientos y crecidas. Su rostro
particular o su nombre propio será diferente en la vida de cada uno de
nosotros, pero lo que debe quedarnos claro es que nuestra existencia como
cristianos recibirá amenazas. No existe algo así como una "pacífica
posesión" de la vida de la gracia. Ser de Dios y soportar torrentes y
tempestades es una misma cosa en esta tierra.
3. Encontrar firmeza
3.1 Volvamos a Isaías. Hay júbilo en sus palabras. Ha encontrado
firmeza. La ciudad es fuerte, está guarnecida por Dios. Es una experiencia
grata que tiene su plenitud en aquel que no cambia, porque es Roca Perpetua.
Volver a Dios que no cambia; volver a Dios y saber que él siempre está ahí, que
su amor es indeclinable, que su misericordia no conoce ocaso. ¡Qué dulce este
mensaje para el alma que peregrina!
3.2 Es lo que sentimos al celebrar la
Eucaristía o al adorar el misterio de Jesús en el altar y en el sagrario.
Cuando hemos tenido oportunidad de viajar miles de kilómetros y de pronto
encontramos una iglesia católica, y tímidos nos acercamos al sagrario, ¡qué
grato y qué reconfortante es saber que allí está el mismo Jesús que nos
despidió cuando salíamos de viaje! Él nos despide y Él nos aguarda. Así será
también, por su bondad, a la hora de nuestra muerte: él, en su viático nos
despide, él en su gloria nos acoge.
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