¡Amor y paz!
Hoy el evangelio nos relata el famoso episodio de la mujer
que fue apedreada luego de ser sorprendida en adulterio. Jesús conmina a
quienes la castigan a que arrojen la primera piedra los que se hallen libres de
pecado. Para ayudar a la reflexión, les comparto estas líneas de la Pastoral
penitencial francesa:
Si de tu padre siempre encontraste la mano,
si a tu madre nunca buscaste en vano;
si nunca padeciste hambre,
ni la miseria fue tu compañera..No tires la primera piedra.
si a tu madre nunca buscaste en vano;
si nunca padeciste hambre,
ni la miseria fue tu compañera..No tires la primera piedra.
Si nunca sufriste la injusticia
de insultos, condenas y malicias;
si nunca fuiste humillado,
ni en soledad mil veces has llorado..
No tires la primera piedra.
de insultos, condenas y malicias;
si nunca fuiste humillado,
ni en soledad mil veces has llorado..
No tires la primera piedra.
Si nunca has conocida la locura,
ni estuviste sediento de ternura,
ni buscado en el fondo de un vaso
la forma de olvidarte de un fracaso...
No tires la primera piedra.
ni estuviste sediento de ternura,
ni buscado en el fondo de un vaso
la forma de olvidarte de un fracaso...
No tires la primera piedra.
Si nunca has contenido un sollozo
tumbado en el rincón de un calabozo;
si nunca te tuviste que bajar
sin tan siquiera tener derecho a hablar...
No tires la primera piedra.
tumbado en el rincón de un calabozo;
si nunca te tuviste que bajar
sin tan siquiera tener derecho a hablar...
No tires la primera piedra.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este domingo de la Quinta
semana de Cuaresma…
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 8,1-11.
Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".
Comentario
Cuentan que una vez un sacerdote con cierta
experiencia pastoral se iba de paseo un fin de semana y encargó todos los
detalles al joven vicario parroquial: “–Tenga en cuenta que el sábado hay dos
misas; la de seis y la de siete en la que habrá un matrimonio. El domingo
recuerde tocar las campanas, aunque los vecinos se quejen. No se olvide de la
misa de niños a las once. Por la tarde, deje las limosnas sobre el
escritorio...” Y así, el párroco se fue tranquilo a su paseo.
Al regresar, el lunes por la tarde, recibió un
completo informe de lo sucedido el fin de semana. Aparentemente, no hubo nada
raro. Pero llegando al final del relato, el joven vicario dijo: “–¡Ah, se me
olvidaba comentarle! Resulta que el sábado vino mucha gente al matrimonio.
Llegó más gente que a la misa de las seis”. “–Hasta ahí, nada raro”, replicó el
párroco. El vicario continuó: “–Pues resulta que vino una señora evangélica.
Todo el mundo sabe que ella es evangélica; yo mismo la he visto entrar en un
templo que hay cerca de aquí. Es muy amiga de la novia y por eso estaba allí”.
“–Hasta ahí, nada raro”, continuó el párroco, ya un poco molesto por los
rodeos. “–Pues lo raro fue que en el momento de la comunión la señora se puso
en la fila y yo no sabía qué hacer. Mientras iba repartiendo la comunión a los
fieles, me iba preguntando interiormente: ¿qué hago, Señor? ¡Ilumíname! Cuando
llegó frente a mi, lo único que se me ocurrió preguntarme fue: ¿Qué hubiera hecho
Jesús en un caso como este?” Entonces, el párroco, casi gritando, dijo: “¡No me
diga que hizo eso! Hoy mismo hablaré con el obispo para que lo sancione por lo
que ha hecho. Habrá una ceremonia de desagravio en la que estén presentes los
feligreses de la parroquia”.
No sé qué final le ha puesto cada uno de los
lectores a esta historia. Propiamente, la historia no cuenta lo que hizo el
vicario. Lo único que deja claro es que lo que hizo el joven sacerdote,
escandalizó al párroco. Pero ni siquiera éste supo qué hizo el vicario. Se
supone que hizo lo que Jesús hubiera hecho en un caso similar. No conozco una
mejor forma de explicar lo que es el discernimiento espiritual. La gente se
imagina que el discernimiento es una técnica determinada para buscar la voluntad
de Dios. Desde luego, hay técnicas que nos pueden ayudar a adelantar un proceso
de discernimiento personal o comunitario. Pero, estrictamente hablando, estas
técnicas no son el discernimiento. Por eso, prefiero decir que el
discernimiento espiritual es una forma de vida que, sin mayores complicaciones,
se hace cada día y ante cada situación particular y cotidiana, la pregunta del
vicario parroquial: ¿Qué hubiera hecho Jesús en un caso como este? Y no sólo se
hacer la pregunta, sino que acierta en la respuesta y la realiza sin titubeos.
Si nos hemos impregnado de la manera de obrar de Jesús, no debería ser tan
complicado saber cómo obraría él en una determinada situación. Lo complicado,
normalmente, no es saber qué haría el Señor. Lo difícil es hacerlo...
Sobre todo porque las consecuencias para la propia vida son impredecibles, como
fue impredecible la reacción del párroco de la historia, que se escandalizó, no
de lo que hizo el vicario, sino de lo que él mismo pensó que hubiera hecho
Jesús ante una situación como esa...
La escena que nos presenta
el evangelio de san Juan este domingo también debió escandalizar a más de uno
en su momento. Incluso hoy, no faltará quién piense que Jesús se pasó de bueno,
porque una cosa es tener misericordia y otra dejar pasar estos pecados tan
monumentales sin una sanción ejemplar para todos los creyentes. Jesús no
condena a una mujer sorprendida en flagrante adulterio. Una persona sensata,
con criterios morales, no habría tenido la menor duda de que a esta
mujer había que apedrearla, como lo mandaba la ley de Moisés. Pero Jesús no
dejará nunca de sorprendernos con su bendita forma de pensar y sobre todo con
su más bendita forma de actuar. Lo primero es salvar a la persona humana... a
cada ser humano en particular. Y este es el criterio fundamental para discernir
su voluntad hoy. Ese fue el criterio del vicario de la historia, y ese debería
ser el criterio que nos guíe hoy en nuestros propios discernimientos.
Hermann Rodríguez Osorio,
S.J.*
* Sacerdote jesuita,
Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad
Javeriana – Bogotá