¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario,
en este 29º Domingo del Tiempo Ordinario, conocido como Domund o Domingo Mundial
de las Misiones.
Dios nos bendice...
Primera
lectura
Lectura del libro de
Isaías (45,1.4-6):
Así dice el Señor a su Ungido, a Ciro, a quien lleva de la mano: «Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán. Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.»
Palabra de Dios
Así dice el Señor a su Ungido, a Ciro, a quien lleva de la mano: «Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán. Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal
95,1.3.4-5.7-8.9-10a.10e
R/. Aclamad la gloria y el poder del Señor
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
Porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. R/.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.
R/. Aclamad la gloria y el poder del Señor
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
Porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. R/.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.
Segunda
lectura
Lectura de la primera
carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1,1-5b):
Pablo, Silvano y Tirnoteo a la Iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz. Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordarnos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.
Palabra de Dios
Pablo, Silvano y Tirnoteo a la Iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz. Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordarnos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.
Palabra de Dios
Evangelio de
hoy
Lectura del santo
evangelio según san Mateo (22,15-21):
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»
Palabra del Señor
Comentario
Las lecturas de hoy nos muestran
la relatividad de los poderes terrenales frente a la soberanía de Dios, la
distinción entre lo que le corresponde respectivamente al Estado y a la
religión, y la relación entre la fe religiosa y la justicia social.
1.- “Yo soy el Señor y no hay otro, fuera de mí no hay Dios”
1.- “Yo soy el Señor y no hay otro, fuera de mí no hay Dios”
En la primera lectura de la liturgia eucarística de este domingo (Isaías 45, 1.4-6) encontramos tres veces la frase “no hay otro…”. Esta es una de las expresiones más frecuentes en los textos de los profetas del Antiguo Testamento, en los que Dios se proclama como único merecedor de adoración.
Los monarcas de los grandes imperios de la antigüedad eran adorados como dioses y hasta se creían el cuento de ser seres divinos. Muchos llegaron a exigir que se les rindiera culto, como Nabucodonosor en Babilonia, de cuya tiranía liberó el rey persa Ciro a los hebreos en el año 538 a. C., acontecimiento al que hace referencia el texto del libro de Isaías.
Los césares o emperadores romanos también se
creyeron dioses, y así sucedió en tiempos de Jesús, quien nació en la época de
César Augusto y murió en la de su sucesor Tiberio César. Posteriormente la
mayoría de los emperadores romanos harían morir a miles de cristianos que se
negaban a reconocer la divinidad del César, título equivalente a lo
que en otros idiomas significan el Kaiser y el Zar: el Emperador.
Frente a la mentalidad que diviniza a los soberanos de la tierra, los textos bíblicos proclaman de muchas formas que Dios es el único Señor, y por lo mismo el único ser que merece culto de adoración. Esto es lo que expresa el Salmo 96 (95), que aclama su gloria y su poder y dice que, en comparación con Él, “los dioses de los otros pueblos no son nada”.
2.- “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”
Esta frase de Jesús indica la existencia de dos planos: el de la sujeción a las leyes civiles en el ámbito del Estado y el de la obediencia a la autoridad de Dios desde la fe religiosa. No en términos de dos planos necesariamente opuestos, pero sí en cuanto que son distintos y no deben confundirse, como ha ocurrido y sigue sucediendo en los fundamentalismos tanto políticos como religiosos, cuando no se respetan las competencias correspondientes. Pero esto no quiere decir que la religión no tenga nada que ver con la política. Sí tiene que ver, y mucho, por cuanto reconocer a Dios como el único Señor implica llevar a la práctica la justicia social que la misma fe exige.
Los cristianos y en general los creyentes en Dios que se han
negado y se siguen negando a la divinización de los poderes terrenos y a todas
sus formas de tiranía, al hacerlo tomaron y toman posiciones políticas en el
sentido de la coherencia entre creer en Dios y practicar la justicia que esta
fe implica, desde el reconocimiento de todos los seres humanos como hijos
suyos, con su dignidad y sus derechos.
Contra las pretensiones totalitarias de cualquier soberanía terrena, Jesús proclamó el Reino de Dios. No como un imperio que suplante a las autoridades terrenas, pues como Él lo dijo también, su Reino no es de este mundo, y como Él mismo lo mostró en la práctica, nunca cedió a la tentación del mesianismo político haciéndose o dejándose proclamar rey. Pero sí como el reconocimiento eficaz de la soberanía absoluta de Dios frente a toda pretensión de tiranía por parte de los poderes terrenales.
3.- Las virtudes “teologales” en el primer texto del Nuevo Testamento
La primera carta de san Pablo a
la comunidad cristiana de la ciudad griega de Tesalónica, a quienes el mismo
apóstol les había proclamado la Buena Nueva de Cristo en su primer viaje
misionero, es el primer escrito que ha llegado hasta nosotros de entre todos
los que componen el llamado “Nuevo Testamento”.
En la segunda lectura de este
domingo (1 Ts 1, 1-5b), que forma parte de dicha carta situada por los
estudiosos de la Biblia hacia el año 51, entre 20 y 25 años después de la
muerte de Cristo, antes de los mismos Evangelios cuya redacción comenzaría
hacia el año 64, es muy significativo que aparezcan mencionadas las tres
virtudes teologales, es decir, las que corresponden directamente al
reconocimiento de Dios como tal: fe, esperanza y caridad.
Como lo indica Pablo, se trata
de una fe activa, una esperanza que implica afrontar las
dificultades con paciencia y sin desanimarnos, y una caridad operante
que supone la disposición efectiva de servicio a los demás desde el
reconocimiento de todos como hijos e hijas de Dios.
Pidámosle pues al Señor que conserve y aumente en
nosotros la fe, la esperanza y la caridad como manifestaciones de nuestro
reconocimiento de su soberanía, que implica para cada uno de nosotros el
compromiso de contribuir a la realización de la justicia social,
específicamente en el contexto de la situación de pobreza, inequidad y
violencia que, desde los inicios de la evangelización cristiana hace poco más
de cinco siglos, viene padeciendo nuestro país en este continente americano en
el que, con no poca frecuencia, se ha confundido el plano de la religión con el
del Estado, pero también en el que se ha tratado y se sigue tratando de
reprimir la justa reivindicación de la dignidad y los derechos humanos con los
falsos argumentos de una religión privada reducida a las sacristías.
El mensaje del Domingo
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Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J