lunes, 3 de octubre de 2016

Amar a Dios no es memorizar catecismos, sino tener compasión

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 27ª semana del tiempo ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Lucas 10,25-37.
Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?". Él le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo". "Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida". Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?". Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: 'Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver'. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?". "El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera".  
Comentario

Nunca ha sido fácil cuidar, amar y recibir al otro como hermano. El ser humano tiene tendencia a encerrarse en sí mismo y separarse de quienes son “diferentes a él”. El miedo a la diferencia o diversidad, muy a menudo se legitima por medio de la ley y de la religión. Así tenemos que en el siglo I, los Judíos se mantenían separados de los “bastardos samaritanos” a quienes consideraban incapaces de cumplir los mandamientos de Dios. Jesús manifiesta que esos otros, aman mejor a Dios y cumplen mejor la Ley, por tener misericordia con el herido.

Amar a Dios no es cuestión de memorizar catecismos, sino de tener “compasión” con la otra persona distinta a mí, que no ama como yo, ni cree siquiera en el mismo Dios en quien creo yo. La compasión/misericordia nos empuja a abrazar al otro. Es cierto que el otro me puede dar miedo, por no ser de los míos, pero ese otro me puede ayudar ha descubrir en su cara, en su necesidad, y en su dolor, mis propias heridas.

Solo si vemos, nos compadecemos, sanamos las heridas, cuidamos al otro, y lo hacemos parte de nuestra vida tendremos la certeza de estar “Amando a Dios con toda el alma y con todo el corazón”. ¿Cómo recibes al otro que ha caído herido?

Servicio Bíblico Latinoamericano