¡Amor y paz!
En el evangelio leemos hoy el pasaje final del
capítulo 6 de san Juan, con las reacciones que produce en sus oyentes el
discurso de Jesús sobre el Pan de la vida.
Para algunos resulta «duro», imposible de admitir.
No se sabe qué les ha escandalizado más: el que Jesús -en definitiva, para
ellos, un obrero del pueblo de al lado, aunque se haya mostrado buen predicador
y haga milagros- afirme con decisión que él es el enviado de Dios y hay que
creer en él para tener vida; o bien que afirme que hay que «comer su carne y
beber su sangre», con una alusión al sacramento eucarístico que ellos,
naturalmente, no podían entender todavía.
Los invito, hermanos, a leer y meditar evangelio y el
comentario, en este Sábado de la 3ª
semana de Pascua.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 6,60-69.
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?". Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".
Comentario
Jesús trata de darles pistas para que sepan
entender su doble manifestación. Tanto la afirmación de que «ha bajado del
cielo», como la de que hay que «comer su carne», sólo tendrán su sentido
después de la Pascua: cuando Jesús haya «subido» glorioso al Padre, resucitado
por el Espíritu, completando así su camino mesiánico, y cuando haya descendido
el mismo Espíritu sobre los discípulos, dándoles los ojos de la fe para
entender la donación del Jesús pascual como Pan verdadero. Pero no parece
bastar: «desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron
a ir con él».
Menos mal que el grupo de discípulos, cuyo portavoz
es -una vez más- Pedro, le permanecen fieles. Tal vez no han entendido del todo
sus afirmaciones. Pero creen en él, le creen a él: «¿a quién vamos a acudir? tú
tienes palabras de vida eterna».
También en el mundo de hoy, como para los oyentes
que tenía en Cafarnaúm, Jesús se convierte en signo de contradicción, como
había anunciado el anciano Simeón, cuando María y José presentaron a su hijo en
el Templo.
Cristo es difícil de admitir en la propia vida, si
se entiende todo lo que comporta el creer en él. Es pan duro, pan con corteza.
No sólo consuela e invita a la alegría. Muchas veces es exigente, y su estilo
de vida está no pocas veces en contradicción con los gustos y las tendencias de
nuestro mundo. Creer en Jesús, y en concreto también comulgar con él en la
Eucaristía, que es una manera privilegiada de mostrar nuestra fe en él, puede
resultar difícil.
Nosotros, gracias a la bondad de Dios, somos de los
que han hecho opción por Cristo Jesús. No le hemos abandonado. Como fruto de
cada Eucaristía, en la que acogemos con fe su Palabra en las lecturas y le
recibimos a él mismo como alimento de vida, tendríamos que imitar la actitud de
Pedro: «¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna».
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 77-80
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 77-80