sábado, 22 de septiembre de 2012

¿Cuál es su actitud frente a la Palabra de Dios?

¡Amor y paz!

Hoy, Jesús relata la parábola del sembrador y Él mismo la explica. El Señor espera que quien escuche la Palabra lo haga “con un corazón bien dispuesto”, de tal manera que “la retengan”, y “den fruto gracias a su constancia”. ¿Cuál es su actitud ante la Palabra de Dios?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XXIV Semana del tiempo ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 8,4-15.
Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola: "El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo. Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad. Otra cayó entre las espinas, y estas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron. Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno". Y una vez que dijo esto, exclamó: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!". Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola, y Jesús les dijo: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender. La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás. Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su constancia. 
Comentario

Esta parábola nos habla de la suerte que pueden correr los que escuchan la Palabra de Dios, es decir, los que están oyendo el mensaje que Jesús está proclamando por aldeas y pueblos. 

Lo que nos presenta la parábola, el arrojar indiscriminadamente las semillas por todas partes, de manera que algunas caigan sobre un camino o entre piedras o entre abrojos, corresponde al método en el que el labrador esparce la semilla sobre todo el campo, sobre los caminos, las plantas, las piedras y todo lo demás. Después ara el campo, enterrando las semillas en el suelo y en el proceso también entierra las malas hierbas, destruye el camino y entierra las piedras que estaban en la superficie. Esta forma de sembrar es la que presupone la parábola de Jesús. 

Jesús habla a la gente de esta manera porque las parábolas, como las alegorías, las fábulas, las leyendas y los proverbios, hacen parte de la forma de hablar de la gente sencilla, son características comunes de nuestra vida diaria, además reflejan fielmente las condiciones de vida de la gente. Jesús le habla al pueblo utilizando su propias palabras, por eso para entender el mensaje de esta parábola, debemos estar familiarizados con los métodos palestinos de siembra en tiempos de Jesús.

Los discípulos piden a Jesús que les explique el sentido de la parábola. Entonces Jesús les dice: “A ustedes les ha sido concedido como regalo conocer lo secreto del Reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, de forma que mirando, miren y no vean, oyendo, oigan y no entiendan”. Esta frase hay que entenderla en su sentido fuerte: Jesús hablaba de esta manera para que no cualquiera captara lo que quería decir. 

Simplemente buscaba provocar una inquietud de búsqueda de sentidos más profundos en los que lo oían; pero también quería hacer una advertencia a sus discípulos: Pónganse más atentos porque si no entienden esta parábola, no podrán entender ninguna otra. Y les explica por qué la respuesta que se daba a su enseñanza dependía del lugar social en el que se estuviera y de los intereses que se defendieran.

El sembrador siembra la Palabra. Hay unos (los sembrados en la tierra dura del camino) en los que se siembra la palabra y, en cuanto la oyen, viene el Tentador y arrebata la palabra sembrada en ellos. Hay otros que se parecen a éstos: son los sembrados en terreno pedregoso; en cuanto oyen la palabra reaccionan con gran alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, son inconstantes y oportunistas y en cuanto les llega un conflicto o una persecución por causa de la palabra que escucharon, sucumben. Otros son diferentes: los sembrados entre las espinas; son los que oyen la Palabra pero las preocupaciones por el presente, la trampa de las riquezas, y todos los tipos de codicias que les entran ahogan la palabra y le impiden dar fruto. Y hay también los sembrados en tierra buena, los que oyen la palabra y la acogen y dan un fruto sobreabundante.

Siguiendo con la explicación alegórica de la parábola nos podríamos preguntar: ¿qué clase de terreno somos?, mejor dicho, ¿cómo estamos asumiendo en nuestra vida la Palabra de Dios?, y ¿cuál es nuestro compromiso con el mensaje del Reino que Jesús nos anunció?

Servicio Bíblico Latinoamericano