¡Amor y paz!
¡Que alce la mano quien no
haya sentido miedo! Ese que nace ante un peligro real o imaginario. A veces nos
sentimos en una sinsalida porque los problemas nos agobian. Otras veces un solo
conflicto nos puede afectar al punto de sentir que nuestros propios recursos
fallan a la hora de hacerle frente. Entonces, recurrimos a solicitar ayuda; en
el mejor de los casos, la de un profesional o de alguien más experimentado. Pero
también ocurre que no acertamos al escoger quien nos colabore a solucionar el
inconveniente y, en lugar de superarla, empeoramos la situación.
En cualquier circunstancia,
sin hacer a un lado la propia capacidad para encarar las dificultades,
permanece Jesús que, como el mejor amigo, está dispuesto a ayudarnos. Él, que “hasta
los vientos y el mar le obedecen”
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 13ª. Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 8,23-27.
Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. Se levantó una tormenta muy violenta en el lago, con olas que cubrían la barca, pero él dormía. Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciendo: « ¡Señor, sálvanos, que estamos perdidos!» Pero él les dijo: « ¡Qué miedosos son ustedes! ¡Qué poca fe tienen!» Entonces se levantó, dio una orden al viento y al mar, y todo volvió a la más completa calma. Grande fue el asombro; aquellos hombres decían: « ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?»
Comentario
La narración de un milagro
implica siempre la relectura de un acontecimiento desde la fe. Y en este
proceso de relectura no es fácil decir qué corresponde al acontecimiento
original y qué al simbolismo que le añade la fe que lo interpreta. De todas
formas, un milagro es esa bella síntesis donde la historia, la libertad, la fe
y la gracia se unen para manifestar el amor de Dios y todas las implicaciones
que él conlleva. Leído desde la cronología de la vida diaria, este relato es
una bella historia de compañerismo: Jesús, campesino que no tiene experiencia
del mar, es simplemente lógico que se asuste o se duerma al montarse en una
barca. Y es también apenas lógico que en caso de peligro haga lo que pueda por
ayudar a sus compañeros.
Pero, leída esta narración
desde la fe, la cosa cambia. Ya no son los compañeros que transportan a un
amigo, sino el mismo Dios que viaja en la misma barca... Y ya no es un puñado
de compañeros, sino la representación de la misma iglesia... Y no se trata de
una tempestad cualquiera, sino de los acontecimientos históricos que ponen en
peligro la vida de la comunidad cristiana... Y lo que en un momento los
discípulos pudieron haber leído como un suceso de dominio de las energías de la
naturaleza, se convierte en un acontecimiento casi cósmico, en el que el mar y
la naturaleza le obedecen a Cristo, como se relataba en el A.T. acerca de
Yahvéh.
Aquí no hay exageración,
ni mucho menos mentira. Hay sencillamente un descubrimiento, desde la fe, del
significado hondo de las cosas. Es que un milagro es precisamente esto: el
llegar a descubrir y admirar la presencia honda, secreta y misteriosa de Dios
en nuestra vida. Para quien tiene fe viva, la vida está llena de este sobrenatural
que es lo más natural en el diario vivir del cristiano. El sobrenatural no es
una imaginación, sino la gran verdad de la vida humana. Quien no tenga ojos de
fe, no descubrirá nunca las bellezas de lo simbólico y de lo liberador que
encierra un milagro bíblico.
Servicio Bíblico Latinoamericano