¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este jueves 2 de Pascua, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Hch 5,27-33):
En aquellos días, los apóstoles fueron conducidos a comparecer ante el Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó, diciendo: «¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre». Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen». Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos.
Salmo responsorial: 33
R/. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está
siempre en mi boca. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge
a él.
El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias.
El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. Aunque el justo
sufra muchos males, de todos lo libra el Señor.
Versículo antes del Evangelio (Jn 20,29):
Aleluya. Porque me has visto, Tomás, has creído, dice el Señor; bienaventurados los que no vieron y creyeron. Aleluya.
Texto del Evangelio (Jn 3,31-36):
El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.
Comentario
Hoy, el Evangelio nos invita a dejar de ser “terrenales”,
a dejar de ser hombres que sólo hablan de cosas mundanas, para hablar y
movernos como «el que viene de arriba» (Jn 3,31), que es Jesús. En este texto
vemos —una vez más— que en la radicalidad evangélica no hay término medio. Es
necesario que en todo momento y circunstancia nos esforcemos por tener el
pensamiento de Dios, ambicionemos tener los mismos sentimientos de Cristo y
aspiremos a mirar a los hombres y las circunstancias con la misma mirada del
Verbo hecho hombre. Si actuamos como “el que viene de arriba” descubriremos el
montón de cosas positivas que pasan continuamente a nuestro alrededor, porque
el amor de Dios es acción continua a favor del hombre. Si venimos de lo alto
amaremos a todo el mundo sin excepción, siendo nuestra vida una tarjeta de
invitación para hacer lo mismo.
«El que viene de arriba está por encima de todos» (Jn 3,31), por esto puede
servir a cada hombre y a cada mujer justo en aquello que necesita; además «da
testimonio de lo que ha visto y oído» (Jn 3,32). Y su servicio tiene el sello
de la gratuidad. Esta actitud de servir sin esperar nada a cambio, sin
necesitar la respuesta del otro, crea un ambiente profundamente humano y de
respeto al libre albedrío de la persona; esta actitud se contagia y los otros
se sienten libremente movidos a responder y actuar de la misma manera.
Servicio y testimonio siempre van juntos, el uno y el otro se identifican.
Nuestro mundo tiene necesidad de aquello que es auténtico: ¿qué más auténtico
que las palabras de Dios?, ¿qué más auténtico que quien «da el Espíritu sin
medida» (Jn 3,34)? Es por esto que «el que acepta su testimonio certifica que
Dios es veraz» (Jn 3,33).
“Creer en el Hijo” quiere decir tener vida eterna, significa que el día del
Juicio no pesa encima del creyente porque ya ha sido juzgado y con un juicio
favorable; en cambio, «el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino
que la cólera de Dios permanece sobre él» (Jn 3,36)..., mientras no crea.
Rev. D. Melcior QUEROL i Solà (Ribes de Freser, Girona, España)
Evangeli. net