¡Amor y paz!
La soledad ocasiona uno de los peores dramas de nuestro tiempo. Sobre todo en las grandes
urbes, tan deshumanizantes, atenta contra hombres, mujeres y niños, de todas
las condiciones. ¡Qué agresiva es la soledad cuando es producto de la falta
de amor y caridad!
Hay grupos de la población
que sufren más la soledad: los enfermos, los presos, las viudas, los huérfanos,
los ancianos, todos aquellos que han salido de la órbita de la sociedad de consumo.
Porque cuando una persona tiene dinero y/o poder siempre está acompañada.
Pues a Jesús también lo
dejaron solo, según lo relata hoy Juan en el Evangelio: “Está llegando la hora,
y ya ha llegado, en que se dispersarán cada uno por su lado y me dejarán solo”.
Jesús sigue estando solo hoy, en cada uno
de nuestros hermanos que son víctimas de la exclusión afectiva, del desprecio,
del abandono... ¿Cuál es nuestra actitud ante esos hermanos? ¿Somos de los que abandonan o de los que acompañan?
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la VII semana de
Pascua.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 16,29-33.
Los discípulos le dijeron: «Ahora sí que hablas con claridad, sin usar parábolas. Ahora vemos que lo sabes todo y no hay por qué hacerte preguntas. Ahora creemos que saliste de Dios.» Jesús les respondió: « ¿Ustedes dicen que creen? Está llegando la hora, y ya ha llegado, en que se dispersarán cada uno por su lado y me dejarán solo. Aunque no estoy solo, pues el Padre está conmigo. Les he hablado de estas cosas para que tengan paz en mí. Ustedes encontrarán la persecución en el mundo. Pero, ánimo, yo he vencido al mundo.»
Comentario
La pasión de Jesús comenzó
mucho antes de su arresto. A medida que el cerco se le cerraba, Jesús sentía la
angustia de lo que siendo aún futuro, comenzaba a vivirse ya en su interior.
Jesús había diseñado su vida pública con una doble finalidad: anunciar los
valores del Reino como "Buena Noticia para los oprimidos" y formar un
grupo de discípulos que prolongara este anuncio a lo largo del tiempo y del
espacio. La última cena era el final de esta carrera. La traición estaba en la
misma mesa.
Por eso, cuando los
discípulos le dijeron a Jesús que ahora sí se daban cuenta de que él venía de
Dios, él les respondió con una reflexión que apagaba todo optimismo:
"¿están seguros de su fe?". Y para que sus discípulos aterrizaran,
les pronosticó lo que iba a pasar: "ustedes se dispersarán y me dejarán
solo"... (v. 32). La soledad es una realidad que puede derrumbar al ser
humano. Jesús ciertamente la palpa. Sin embargo, a pesar de que el evangelista
Juan resalte con realismo los rasgos humanos de Jesús, emplea siempre el género
literario "de la gloria", para que Jesús no quede aplastado por las
limitaciones de su humanidad, y así pueda servirnos de ejemplo para salir a
flote en toda amenaza de destrucción.
Por eso Jesús, frente a la
soledad en que lo dejan sus discípulos, recurre a la compañía del Padre. Esta
conducta es una lección para la comunidad cristiana. Ella no debe quedar
aplastada por la soledad, cuando le llegue la persecución. Cada vez que ésta la
amenace, debe encontrar en la memoria del Maestro la lección: activar en su
interior la presencia del Padre, que no la dejará sola. La soledad de la
persecución, por no ser una soledad querida ni necesitada, lleva siempre la
carga negativa del abandono, de la amenaza, del límite de la resistencia. Para
Jesús, la solución está en saber vivir la presencia interior, amigable y tierna
del Padre.
Servicio
Bíblico Latinoamericano