¡Amor y paz!
En el sermón del monte, Mateo recoge diversas enseñanzas de Jesús. Hoy leemos unas breves frases sobre los tesoros y sobre el ojo como lámpara del cuerpo.
“No amontonéis tesoros en la tierra” tesoros caducos, que la polilla y la carcoma destruyen o los ladrones pueden fácilmente robar. Jesús los contrapone a los valores verdaderos, duraderos, los "tesoros en el cielo” (J.A.)
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XI Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 6,19-23.
ComentarioNo acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!
Las situaciones de impotencia ponen en peligro la autoestima. En dichas situaciones se presenta la necesidad de revalorización de ésta. Se presentan delante de cada una diversas posibilidades para lograr ese objetivo. Frecuentemente el camino elegido asume la forma de una búsqueda de la afirmación propia por medio de la acumulación.
Frente a este riesgo que amenaza a todo integrante de la comunidad cristiana, las palabras de Jesús se dirigen a determinar el valor del “tesoro” en que el ser humano puede colocar el sentido de la vida y, de esa forma, a precisar la posibilidad auténtica de realización humana.
Desde esta perspectiva los vv. 19-20 colocan el planteamiento en que el problema debe situarse contraponiendo los tesoros de la tierra y los tesoros del cielo. Desde esta definición, se sacan las consecuencias en los v. 21-23 a base del recurso a los órganos físicos del ser humano profundizando el sentido de las búsquedas humanas y situándolas en relación con los valores que surgen de las actitudes frente a los bienes.
Frente a este riesgo que amenaza a todo integrante de la comunidad cristiana, las palabras de Jesús se dirigen a determinar el valor del “tesoro” en que el ser humano puede colocar el sentido de la vida y, de esa forma, a precisar la posibilidad auténtica de realización humana.
Desde esta perspectiva los vv. 19-20 colocan el planteamiento en que el problema debe situarse contraponiendo los tesoros de la tierra y los tesoros del cielo. Desde esta definición, se sacan las consecuencias en los v. 21-
El ser humano busca su “seguridad”, de ella espera condiciones de vida capaces de posibilitar una existencia ligada a una permanencia más o menos larga en el tiempo. Por ello se vuelve a los bienes materiales que puedan ofrecerle esa seguridad. La existencia se convierte en acumulación de bienes materiales. Este atesoramiento se revela como ilusorio en cuanto estos bienes están expuestos a un doble peligro derivado de la naturaleza misma de las cosas adquiridas (la “polilla” y el “herrumbre”) y de la actuación de la codicia de los semejantes (“ladrones que excavan y roban”).
Frente a esos bienes perecederos, Jesús propone la búsqueda de bienes que no corren el mismo riesgo. Se trata de los “tesoros del cielo” cuya existencia no sufre esas amenazas.
Del tipo de bienes elegidos depende la naturaleza de la vida humana. El ser humano puede colocar su “corazón”(v. 21) en cosas que no pueden superar el paso del tiempo y que arrastran también su vida en su desaparición, o puede adquirir permanencia y vencer el desgaste de los días colocando su tesoro en valores permanentes.
El ojo, expresión externa del deseo interno del corazón, puede a partir de éste último ser considerado como enfermo o como sano. La “codicia” causa la enfermedad del ser humano porque desnaturaliza el sentido de las cosas materiales a las que considera solamente como objeto de apropiación. Su finalidad es determinar el sentido de todo deseo auténtico y cuando está viciado sume en oscuridad toda la vida. La codicia falsea el sentido de la vida y lleva a una existencia de tinieblas.
Por el contrario, el ojo sano, suministra la posibilidad de la realización de la propia existencia en sabiduría. La vida se entiende como búsqueda apasionada de los bienes permanentes, de los valores del “Reino de Dios y su justicia”, únicos que pueden construir una vida en verdadera seguridad.
A una comunidad que estaba fuertemente tentada a dirigir sus preocupaciones a la obtención de riquezas (se mencionan en el evangelio banqueros, grandes cantidades de dinero, compra y venta) se recuerdan los únicos valores dignos de justificar el compromiso total de la propia vida.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)