¡Amor y paz!
Pasando por alto otras parábolas (como la de los
viñadores homicidas y la de los hijos que dicen sí o no y, luego, hacen lo
contrario), leemos hoy en Mateo otra parábola: la de los invitados a la boda.
Dios nos invita a todos a su Reino, pero muchos
ponemos disculpas, son muchas las ocupaciones e intereses que nos distraen y
que, lo peor, nos parecen más importantes.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este jueves de la XX Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 22,1-14.
Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo: "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'. Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'. Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. 'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?'. El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: 'Átenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos".
Comentario
“Todo está preparado”. Pero
los invitados se excusan. “uno se iba a su campo, el otro a su negocio.” Se ve
demasiado en nuestros días este asombroso afán por los negocios, esta continua
agitación que mueve el mundo entero. A uno se le va la cabeza al considerar
tantos vestidos, tanta comida, tantas edificaciones y muchas otras cosas, que
con la mitad habría bastante y de sobras. Debemos alejarnos con todas nuestras
fuerzas de esta exceso de actividad y de multiplicidad, a todo lo que no es
estrictamente necesario, recogernos en nosotros mismos, dedicarnos a nuestra
vocación, considerar dónde, cómo y de qué manera el Señor nos ha llamado, a uno
a la contemplación interior, a otro a la acción, a un tercero más allá de los
primeros, hacia un reposo interior afable, en el silencio tranquilo de las
divinas tinieblas, en la unidad de espíritu.
Pero si el hombre, llamado al silencio interior sereno y noble, en el vacío de la nube oscura (cf Ex 24, 18) quisiera abstenerse por ello, de toda obra de caridad, no haría bien. Este hombre también tiene que hacer las obras de caridad según las circunstancias le inviten a ello...
“Mi banquete está preparado, he matado becerros y cebones, y todo está a punto...” (Mt 22,4) El festín es figura del reposo interior en el que uno goza de Dios como él goza de sí mismo, de manera activa, donde el amo, el rey, viene toda hora a hacerse presente en el banquete. Pero el evangelio cuenta, a renglón seguido, que el amo encontró uno e los comensales del festín sin el vestido de fiesta. El vestido nupcial que le faltaba al huésped es la caridad pura, auténtica y divina, la caridad que no quiere más que lo que Dios quiere...El amor y la intención de algunos no son del todo según Dios, sino que se buscan a si mismos. A éstos dice el Señor: “Amigo ¿cómo has venido aquí sin en el vestido de la caridad auténtica? Has venido a buscar más bien los dones de Dios que a Dios mismo.”
Juan Taulero (c. 1300-1361), dominico en
Estrasburgo
Sermón 74, en honor de Santa Cordula
©Evangelizo.org 2001-2014