viernes, 26 de junio de 2009

TENDAMOS LA MANO AL QUE SUFRE

¡Amor y paz!

Con sus palabras y con sus obras, Jesús nos da ejemplo de cómo debemos comportarnos con los débiles, los necesitados, los que sufren, los pecadores...

El Evangelio nos relata hoy la actitud del Señor ante un leproso que, según las prescripciones judías, era condenado a ser excluido socialmente. Personas como él eran declaradas impuras y por lo tanto enviadas a vivir en la miseria fuera de la ciudad, por lo que al dolor de la enfermedad, se sumaban la soledad y el rechazo de sus hermanos.

¿Quiénes son los leprosos de hoy? ¿Cómo nos comportamos con ellos?

Los invito a leer y meditar el Evangelio de este viernes de la 12ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 8,1-4.

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio".


COMENTARIO

a) Ayer, con el capítulo séptimo de Mateo, terminamos de leer el sermón del monte. Ahora, con el octavo, iniciamos una serie de hechos milagrosos -exactamente diez-, con los que Jesús corroboró su doctrina y mostró la cercanía del Reino de Dios. Como había dicho él mismo, a las palabras les deben seguir los hechos, a las apariencias del árbol, los buenos frutos. Las obras que él hace, curando enfermos y resucitando muertos, van a ser la prueba de que, en verdad, viene de Dios: «si no creéis a mis palabras, creed al menos a mis obras».

Esta vez cura a un leproso. La oración de este buen hombre es breve y confiada: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Y Jesús la hace inmediatamente eficaz. Lo toca -nadie podía ni se atrevía a tocar a estos enfermos- y lo sana por completo. La fuerza salvadora de Dios está en acción a través de Jesús, el Mesías.

b) Jesús sigue queriendo curarnos de nuestros males.

Todos somos débiles y necesitamos su ayuda. Nuestra oración, confiada y sencilla como la del leproso, se encuentra siempre con la mirada de Jesús, con su deseo de salvarnos. No somos nosotros los que tomamos la iniciativa: tiene él más deseos de curarnos que nosotros de ser curados.

Jesús nos «toca» con su mano, como al leproso: nos toca con los sacramentos, a través de la mediación eclesial. Nos incorpora a su vida por el agua del Bautismo, nos alimenta con el pan y el vino de la Eucaristía, nos perdona a través de la mano de sus ministros extendida sobre nuestra cabeza.

Los sacramentos, como dice el Catecismo, son «fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo siempre vivo y vivificante, acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, obras maestras de Dios en la nueva y eterna alianza» (CEC 1116).

Asimismo, como Jesús, nosotros debemos acercarnos al que sufre, extender nuestra mano hacia él, «tocar» su dolor y darle esperanza, ayudarle a curarse. Somos buenos seguidores de Jesús si, como él, salimos al encuentro del que sufre y hacemos todo lo posible por ayudarlo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 77-81
http://www.mercaba.org/