¡Amor y paz!
Jesús ha estado curando enfermos, dominando la naturaleza, venciendo a los demonios. Hoy va al fondo: no solo cura a un paralítico sino que le perdona los pecados y así lo manifiesta abiertamente. Esto es, le otorga más importancia a la sanación interior que a la curación exterior.
El Evangelio de hoy nos permite reflexionar acerca del Sacramento de la Penitencia o Reconciliación y rescatarlo frente a tendencias foráneas que lo quieren subvalorar.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio en este jueves de la 13ª. Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga..
Evangelio según San Mateo 9,1-8.
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados". Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema". Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
Comentario
-Jesús subió a una barca, cruzó a la otra orilla y llegó a Cafarnaúm, su ciudad.
Después de su viaje a territorio pagano vuelve a su país.
-Le presentaron un paralítico echado en un catre. Viendo la fe que tenían, Jesús dijo al paralítico: "¡Animo, hijo! Se te perdonan tus pecados".
Mientras Marcos (2, 4) y Lucas (5, 19) insertan aquí los detalles de la camilla bajada desde el techo después de levantar algunas tejas... Mateo, más sobrio, va directamente a lo esencial, el perdón de los pecados.
Es la primera vez que Mateo menciona este tipo de poder.
Hasta aquí hemos visto a Jesús curando enfermos, dominando los elementos materiales, venciendo los demonios; y he aquí que ¡también perdona los pecados! No debo pasar rápidamente sobre estas palabras ni sobre la actitud de Jesús que ellas expresan. ¿Qué pensaste entonces, Señor, cuando por primera vez dijiste "se te perdonan tus pecados"'?
-Entonces algunos escribas o letrados dijeron interiormente: "Este blasfema".
Es verdad que ese poder está reservado a Dios. Pues el pecado atañe a Dios ante todo.
Al hombre moderno, en general, le cuesta entrar en esta concepción. Vemos, más o menos, que el mal nos atañe, que somos nosotros los dañados por él. Constatamos que, a veces, son los demás los dañados, que les hace mal. Pero es importante captar que también Dios es vulnerable, en cierta manera.
Es una cuestión de amor.
Porque nos ama. Dios se deja "herir" por nuestros pecados. Señor, haz que comprendamos esto mejor. Para que comprendamos mejor también el perdón que nos concedes.
-Para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, dijo entonces al paralítico:
Ponte en pie, carga con tu catre y vete a tu casa.
Los escribas pensaban que la enfermedad estaba ligada a un pecado. Jesús denunció esa manera de ver (Jn 9, 1-41) "ni él ni sus parientes no pecaron para que se encuentre en este estado". Pero Jesús usa aquí la visibilidad de la curación corporal, perfectamente controlable, para probar esa otra curación espiritual, la del alma en estado de pecado.
Los sacramentos son signos visibles que manifiestan la gracia invisible. En el sacramento de la Penitencia, el encuentro con el ministro, el diálogo de la confesión y la fórmula de absolución, son los "signos", del perdón.
Hoy, uno se encuentra, a menudo con gentes que quisieran reducir esta parte exterior de los sacramentos -"¡confesarse directamente a Dios!"- De hecho, el hombre necesita signos sensibles. Y el hecho que Dios se haya encarnado es el gran Sacramento: hay que descubrir de nuevo el aspecto muy humano del sacramento.
Jesús pronunció fórmulas de absolución -"tus pecados son perdonados"-, hizo gestos exteriores de curación -"levántate y vete a tu casa"-.
De otro modo, ¿cómo hubiera podido saber el paralítico, que estaba realmente perdonado?
-Al ver esto el gentío quedó sobrecogido y alababa a Dios, que da a los hombres tal autoridad.
El final de la frase de Mateo es ciertamente intencionada.
Amplía voluntariamente la perspectiva: no se trata solamente del "poder" que Jesús acaba de ejercer... sino también del que ha confiado a "unos hombres", en plural.
Mateo vivía en comunidades eclesiales donde ese poder de perdonar era ejercido, de hecho, por pobres pecadores, a quienes se les había conferido ese poder, pero al fin y al cabo, hombres ¡como los que iban a pedir el perdón! La Iglesia es la prolongación real de la Encarnación: como Jesús es el gran Sacramento -el Signo visible-de-Dios... así la Iglesia es el gran Sacramento visible de Cristo. La Iglesia es la misericordia de Dios para los hombres.
Noel Quesson
Palabra de Dios para cada día 2
Evang. de Pentecostés a Adviento
Edit. Claret/Barcelona 1983.Pág. 50 s.