¡Amor y paz!
El tránsito de la sinagoga a la casa de Simón puede ser significativo en la narración evangélica. Jesús lleva la salvación donde quiera que vaya: en la casa de Simón, es la suegra la que se beneficia de la presencia de Jesús. Pero luego, "cuando se puso el sol" -es decir, cuando ya se había terminado el sábado, y empezaba el primer día de la semana (el domingo para los cristianos)- la cosa se desborda: "todos los enfermos...", "la población entera..". La salvación de Cristo es, ciertamente, para todo el mundo.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este V Domingo del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 1,29-39.
Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando". El les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido". Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
Comentario
Cartas del diablo a su sobrino es un libro que escribió el irlandés C. S. Lewis en 1941. Recoge la correspondencia entre el diablo, anciano y retirado, y su sobrino, que está cumpliendo su primera misión con un ‘paciente’. En uno de sus capítulos, el sobrino le ha contado a su tío que ha logrado que su víctima, que es un inglés, sienta un gran odio hacia los alemanes, con quienes están en plena Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el tío, experimentado y sabio, le dice a su inexperto sobrino: “... eso es bueno hasta cierto punto. Pero suele ser una especie de odio melodramático o mítico, dirigido hacia cabezas de turco imaginarias. Nunca ha conocido a estas personas en la vida real”. Un poco más adelante, el diablo aclara a su sobrino cuál es el principio que debe seguir a la hora de suscitar un odio verdaderamente eficaz:
“Hagas lo que hagas, habrá cierta benevolencia, al igual que cierta malicia, en el alma de tu paciente. Lo bueno es dirigir la malicia a sus vecinos inmediatos, a los que ve todos los días, y proyectar su benevolencia a la circunferencia remota, a gente que no conoce. Así, la malicia se hace totalmente real y la benevolencia en gran parte imaginaria. No sirve de nada inflamar su odio hacia los alemanes si, al mismo tiempo, un pernicioso hábito de caridad está desarrollándose entre él y su madre, su patrón y el hombre que conoce en el tren. Piensa en tu hombre como una serie de círculos concéntricos, de los que el más interior es su voluntad, después su intelecto, y finalmente su imaginación. Difícilmente puedes esperar, al instante, excluir de todos los círculos todo lo que huele al Enemigo [en este caso está hablando de Dios]; pero debes estar empujando constantemente todas las virtudes hacia fuera, hasta que estén finalmente situadas en el círculo de la imaginación, y todas las cualidades deseables [es decir los defectos] hacia dentro, hacia el círculo de la voluntad. Sólo en la medida en que alcancen la voluntad y se conviertan en costumbres no son fatales las virtudes (...)”.
El evangelio de san Marcos nos presenta hoy a Jesús comenzando su actividad apostólica por la casa de sus amigos: “Cuando salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre. Se lo dijeron a Jesús, y él se acercó, y tomándola de la mano la levantó; al momento, se le quitó la fiebre y comenzó a atenderlos”. No podemos desconocer, sin embargo, que también recorría otras poblaciones: “Así que Jesús andaba por toda Galilea, anunciando el mensaje en las sinagogas de cada lugar y expulsando a los demonios”.
“La buena caridad empieza por casa” dice el adagio popular. No significa esto que también acabe allí, pero sí es importante saber dónde comienza. La estrategia del mal, como nos recuerda Lewis en su libro, es que vayamos viviendo las virtudes en los círculos más alejados de nuestra voluntad, es decir en la imaginación; y, por el contrario, que vivamos los defectos en los círculos más cercanos a nuestra voluntad y en nuestras relaciones cotidianas. Cuando amemos mucho a los que viven lejos y, por el contrario, vivamos unas relaciones conflictivas y problemáticas con las personas que tenemos más cerca, tenemos que preguntarnos si el ‘sobrino’ del diablo no nos está ganando la pelea.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá