¡Amor y paz!
Los invito, hermanos,
a leer y meditar el Evangelio, en este miércoles de la 3a semana de Pascua.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: Juan 6,35-40
Lectio
Miércoles, 8 mayo,
2019
1) Oración inicial
Ven, Señor, en ayuda
de tu familia, y a cuantos hemos recibido el don de la fe concédenos tener
parte en la herencia eterna de tu Hijo resucitado. Que vive y reina.
2) Lectura
Del
Evangelio según Juan 6,35-40
Les dijo Jesús: «Yo
soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí,
no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo
lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque
he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha
enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo
que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la
voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida
eterna y que yo le resucite el último día.»
3) Reflexión
• Juan 6,35-36: Yo soy
el pan de vida. Entusiasmado con la perspectiva de tener el pan del cielo del
que hablaba Jesús y que da vida para siempre (Jn 6,33), la gente pide:
"¡Señor, danos siempre de este pan!" (Jn 6,34). Pensaban que Jesús
estuviese hablando de un pan especial. Por esto de forma interesada piden:
“¡Danos siempre de este pan!” Este pedido de la gente recuerda la conversación
de Jesús con la Samaritana. Jesús había dicho que ella podría tener dentro de
sí la fuente de agua que brota para la vida eterna, y ella de forma interesada
pide: "¡Señor dame de esta agua!" (Jn 4,15). La Samaritana no percibe
que Jesús no está hablando de agua material. Asimismo, la gente no se da cuenta
de que Jesús no está hablando del pan material. Por eso, Jesús responde bien
claramente: "¡Yo soy el pan de vida! El que venga a mí no tendrá hambre y
el que venga a mí no tendrá nunca sed”. Comer el pan del cielo es lo mismo que
creer en Jesús. Es creer que él vino del cielo como revelación del Padre. Es
aceptar el camino que él enseñó. Pero la gente, a pesar de estar viendo a
Jesús, no cree en él. Jesús percibe la falta de fe y dice: “Me habéis visto y
no creéis”.
• Juan 6,37-40: Hacer
la voluntad de aquel que me envió. Después de la conversación con la
Samaritana, Jesús había dicho a los discípulos: "Mi alimento es hacer la
voluntad del Padre que está en los cielos" (Jn 4,34). Aquí, en la
conversación con la gente sobre el pan del cielo, Jesús se refiere al mismo
asunto: “Porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la
voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado:
que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día.
Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en
él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.” Este es el alimento
que el pueblo debe buscar: hacer la voluntad del Padre del cielo. Es éste el
pan que sustenta la vida de las personas y les da rumbo. Aquí comienza la vida
eterna, vida que es más fuerte que la muerte. Si estuviésemos verdaderamente
dispuestos a hacer la voluntad del Padre, no tendríamos dificultad en reconocer
al Padre presente en Jesús.
• Juan 6,41-43: Los
judíos murmuran. El evangelio de mañana comienza con el versículo 44 (Jn
6,44-51) y salta los versículos de 41 a 43. En el versículo 41, empieza la
conversación con los judíos, que critican a Jesús. Aquí damos una breve
explicación del significado de la palabra judío en el evangelio de Juan para
evitar que una lectura superficial alimente en nosotros los cristianos el
sentimiento de anti-semitismo. Antes de todo, es bueno recordar que Jesús era
judío y lo sigue siendo (Jn 4,9). Judíos eran sus discípulos y discípulas. Las
primeras comunidades cristianas eran todas de judíos que aceptaban a Jesús como
Mesías. Solo después, poco a poco, en las comunidades del Discípulo Amado,
griegos y paganos comenzaban a ser aceptados en pie de igualdad con lo judíos.
Eran comunidades más abiertas. Pero esta apertura no era aceptada por todos.
Algunos cristianos venidos del grupo de los fariseos querían mantener la
“separación” entre judíos y paganos (He 15,5).
La situación era muy crítica
después de la destrucción de Jerusalén en el año 70. Los fariseos se convierten
en la corriente religiosa dominante en el judaísmo y empiezan a definir
directivas religiosas para todo el pueblo de Dios: suprimir el culto en lengua
griega; adoptar únicamente el texto bíblico en hebraico; definir la lista de
los libros sagrados eliminando los libros que estaban sólo en la traducción
griega de la Biblia: Tobías, Judith, Ester; Baruc, Sabiduría, Eclesiástico y
los dos libros de los Macabeos; segregar a los extranjeros; no comer ninguna
comida sospechosa de impureza o de haber sido ofrecida a los ídolos. Todas
estas medidas asumidas por los fariseos repercutían en las comunidades de los
judíos que aceptaban a Jesús como Mesías. Estas comunidades habían caminado mucho.
La apertura para los paganos era irreversible. La Biblia en griego ya era
usada, desde hacía mucho tiempo. Así, lentamente, crece un distanciamiento
mutuo entre cristianismo y judaísmo.
Las autoridades judaicas en los años 85-90
empiezan a discriminar quienes siguen aceptando a Jesús de Nazaret como Mesías
(Mt 5, 11-12; 24,9-13). Quien seguía permaneciendo en la fe de Jesús era
expulsado de la sinagoga (Jn 9,34). Muchas de las comunidades cristianas temían
esta expulsión (Jn 9,22), ya que significaba perder el apoyo de una institución
fuerte y tradicional como la sinagoga. Los que eran expulsados perdían los
privilegios legales que los judíos habían conquistado a lo largo de los siglos
dentro del imperio. Las personas expulsadas perdían hasta la posibilidad de
tener un entierro decente. Era un riesgo muy grande. Esta situación de
conflicto del final del primer siglo repercute en la descripción del conflicto
de Jesús con los fariseos. Cuando el evangelio de Juan habla de judíos no está
hablando del pueblo judío en general, sino que está pensando mucho más en
aquellas pocas autoridades farisaicas que estaban expulsando a los cristianos
de las sinagogas en los años 85-90, época en la que el evangelio fue escrito.
No podemos permitir que estas afirmaciones sobre los judíos hagan crecer el
antisemitismo entre los cristianos.
4) Para la reflexión
personal
• Anti-semitismo: mira
bien dentro de ti y arranca cualquier resto de anti-semitismo.
• Comer el pan del
cielo es creer en Jesús. Esto ¿cómo me ayuda a vivir mejor la eucaristía?
5) Oración final
Aclama a Dios, tierra
entera,
cantad a su nombre
glorioso,
dadle honor con
alabanzas,
decid a Dios: ¡Qué
admirables tus obras! (Sal 66,1-3)
Orden de los Carmelitas