¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra
de Dios y el comentario, en este viernes de la 2ª semana de Pascua...
Dios nos bendice...
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (5,34-42):
EN aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín, mandó que sacaran fuera un momento a los apóstoles y dijo: «Israelitas, pensad bien lo que vais a hacer con esos hombres. Hace algún tiempo se levantó Teudas, dándoselas de hombre importante, y se le juntaron unos cuatrocientos hombres. Fue ejecutado, se dispersaron todos sus secuaces y todo acabó en nada. Más tarde, en los días del censo, surgió Judas el Galileo, arrastrando detrás de sí gente del pueblo; también pereció, y se disgregaron todos sus secuaces. En el caso presente, os digo: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios». Le dieron la razón y, habiendo llamado a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando la buena noticia acerca del Mesías Jesús.
EN aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín, mandó que sacaran fuera un momento a los apóstoles y dijo: «Israelitas, pensad bien lo que vais a hacer con esos hombres. Hace algún tiempo se levantó Teudas, dándoselas de hombre importante, y se le juntaron unos cuatrocientos hombres. Fue ejecutado, se dispersaron todos sus secuaces y todo acabó en nada. Más tarde, en los días del censo, surgió Judas el Galileo, arrastrando detrás de sí gente del pueblo; también pereció, y se disgregaron todos sus secuaces. En el caso presente, os digo: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios». Le dieron la razón y, habiendo llamado a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando la buena noticia acerca del Mesías Jesús.
Palabra de Dios
Sal 26,1.4.13-14
R/. Una cosa pido al Señor: habitar en su casa
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.
R/. Una cosa pido al Señor: habitar en su casa
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (6,1-15):
EN aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
EN aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
Palabra del Señor
Comentario
1.1 Gamaliel recoge de la memoria de los judíos varios ejemplos en los
que hay un común denominador: a la muerte de un líder sigue la dispersión de
sus seguidores. Y con juicio sensato estima este maestro de la ley que en esos
hechos asoma un buen criterio para analizar lo que sucede con ese fenómeno que
es nuevo para ellos: los seguidores del crucificado.
1.2 Afirma Gamaliel que, si todo es cosa de hombres, seguirá la regla
de las cosas humanas: muerto el líder se dispersarán sus discípulos. Al fin y
al cabo, se supone que nadie va detrás de un fracasado; nadie da la vida por
quien ya ha muerto.
1.3 Uno podría pensar que este criterio no es absoluto, porque hemos
conocido obras simplemente humanas que duran muchos siglos. Religiones paganas
y credos orientales han resistido miles de años sin diluirse. Mas hay que tener
en cuenta el contexto en el que habla Gamaliel: no se refiere él a las
religiones en general, sino a un momento y un lugar específicos, pues todos sus
ejemplos tienen en común la fe en Dios y en sus promesas.
1.4 Las religiones paganas no tienen una promesa más allá del ciclo
infinito de la naturaleza a la que divinizan; las prácticas orientales son
básicamente anestésicos para la mente. Este tipo de religiones adormecen los
anhelos más profundos del alma, aquellos que en cambio encontramos con fuerza
colosal en la palabra de los profetas del Antiguo Testamento. La muerte de un
adormecido no hace suficiente ruido como para despertar a sus seguidores; la
muerte de un macabeo, en cambio, o la de un mártir de la alianza necesariamente
confronta a sus seguidores: ¿vale la pena seguir ese mismo camino?
1.5 Y es aquí donde resulta notable la fe cristiana: una religión que
no dopa, un credo que nos estrella con el rostro abominable de la muerte, y que
sin embargo da un vigor superior a la muerte. Una religión que canta la gloria
del Resucitado.
2. Pan
de Vida
2.1 El evangelio de hoy nos ofrece una mirada distinta al misterio del
Cristo Vivo: él es quien da la vida. Tal es la razón del pasaje de la multiplicación
de los panes, en el capítulo sexto de San Juan, texto que aquí escuchamos sobre
todo porque habla de la vida que nos da Cristo con su ofrenda.
2.2 En efecto, así como el pan se parte para repartirse, y muere
cuando se comparte, para así darnos vida, así Cristo con su ofrenda de Pascua
es el pan que da la vida que no acaba. Porque el pan que conocemos, ese que
llega a nuestras mesas, no da la vida; aplaza la muerte. Y en el precioso
milagro que hoy escuchamos Cristo toma el pan nuestro y lo hace pan suyo, y de
un pan que retrasa la muerte hace un pan que comunica la vida que no acaba.
2.3 La gente quería hacer a Cristo su rey. Un reinado que él no
acepta, porque han recibido el pan sin entender el signo. Y para el Señor es
más importante el signo, que abre una puerta hacia el cielo, que el solo pan,
que es vida que acaba en esta tierra.
http://fraynelson.com/homilias.html.