miércoles, 21 de noviembre de 2012

¿Qué ha hecho usted, hermano, con los talentos que Dios le dio?

¡Amor y paz!

Todos hemos recibido, unos más otros menos, unos de un tipo otros de otro, una serie de talentos, de aptitudes, de cualidades, para que los hagamos fructificar en bien de nuestros hermanos y para la gloria de Dios.

¿Qué ha hecho Juan con su gran inteligencia? ¿Qué Mónica con su estupenda voz? ¿Qué Gonzalo con su habilidad para el arte? ¿Qué Johanna con su talento para las matemáticas? ¿Qué Sebastián con sus grandes dotes de líder?

Reflexionando sobre esto recuerdo a un joven que vivía en una loma de Ciudad Bolívar, una de las localidades donde se concentran algunos de los más graves conflictos sociales de Bogotá. Cada ocho días lo visitaba. Lo encontraba tirado en una cama, con sus piernas, brazos y manos encogidos, como estuvo siempre desde que había nacido hacía 20 años. Y aunque habitualmente su mirada era triste, era conmovedor ver cómo reaccionaba ante la hostia consagrada que yo le ofrecía para que comulgara. Sus ojos brillaban con una indescriptible alegría y gritaba con gran regocijo. Él, tullido, limitado como el que más, había recibido de Dios el inestimable don de la fe y lo había hecho fructificar, pues se convirtió para mí, y para muchos que han conocido este testimonio, en el mejor maestro del amor y la confianza que inspira Jesús realmente presente en la Eucaristía. ¿Qué ha hecho usted, hermano, con los talentos que Dios le dio?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 19,11-28.
Como la gente seguía escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. Él les dijo: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: 'Háganlas producir hasta que yo vuelva'. Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: 'No queremos que este sea nuestro rey'. Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más'. 'Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades'. Llegó el segundo y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más'. A él también le dijo: 'Tú estarás al frente de cinco ciudades'. Llegó el otro y le dijo: 'Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado'. Él le respondió: 'Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses'. Y dijo a los que estaban allí: 'Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más'. '¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!'. Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia". Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. 
Comentario

El evangelio que se lee hoy en la liturgia -y que cierra la sección del camino- consta de una parábola y de un dicho de Jesús añadido al final. La parábola tiene gran semejanza con la de los talentos (cf Mt 25,14-30). Es una llamada a trabajar en el tiempo que falta hasta la venida del Señor. Un hombre que emprende un viaje reparte entre sus empleados diez onzas de oro y les pide que negocien con ellas durante su ausencia. A su vuelta, investiga lo que han hecho tres de ellos. Los dos primeros han hecho que la onza produjese. En premio, reciben el mando sobre diez y cinco ciudades respectivamente. Al tercero se le quita libra y se le entrega al que tenía diez. El mensaje es claro. Se trata de una exhortación a los discípulos para que estén vigilantes ante la venida del Señor y, mientras, saquen partido de lo que se les ha concedido gratuitamente. La recompensa por esta creatividad irá siempre más allá de lo estrictamente merecido. Con esta parábola Lucas pretende, una vez más, corregir la expectativa popular de una aparición inminente del Reino.

Tenemos que ser creativos hasta que el Señor vuelva. Él nos concede sus dones para seguir construyendo su proyecto del Reino. Hace de nosotros pequeños creadores. Puede que la cultura actual sea una fábrica de pasividad, pero los hombres y las mujeres seguimos siendo genéticamente creativos. Si no lo fuéramos moriríamos. Forma parte del equipaje con que venimos al mundo para enfrentarnos a este mundo complejo.

¿Qué es lo que descubrimos al investigar en qué consiste la creatividad humana? Que las respuestas nuevas hunden sus raíces en las respuestas aprendidas. Un pensador europeo decía que para tener mucha imaginación hay que tener mucha memoria. Gran parte de las operaciones que llamamos "creadoras" se fundan en una hábil explotación de la memoria. Si esto es así, la desvinculación de las raíces, la falta de profundidad… impide la creatividad. 

La reduce a mera ocurrencia superficial. Cuando se elimina la memoria se elimina la creatividad profunda, y ese hueco hay que rellenarlo, entonces, con el disfrute, con el consumo. Tal vez el hedonismo ambiental sea sólo la búsqueda desesperada de una "exaltación" (fácil pero efímera) que pugna por ocupar el lugar de la "exultación" (ardua pero duradera) que podríamos haber logrado por la vía de la creatividad. Pero, ¿cómo ser creativos cuando nos borran las huellas de la memoria, cuando nos quitan las herramientas del aprendizaje paciente?

Para consumir basta con introducir una moneda en una máquina y extraer una lata de bebida. O apretar un botón del telemando y sintonizar un canal de televisión. Para crear es preciso cargar la memoria, adiestrarla, trabajar sobre ella. Tocar un instrumento musical exige horas interminables de ensayo. 

Muchos de los que empiezan se quedan a medio camino. Practicar bien un deporte requiere días de entrenamiento. Pocos resisten. Lo importante no es sólo la ascética de la resistencia sino la constancia para realizar un buen equipamiento. Las muchas acciones de "usar y tirar" sobrecargan el psiquismo y no consiguen hacernos creativos.

Hacer producir nuestras onzas de oro exige un entrenamiento constante y el coraje de asumir riesgos. Jesús alaba más la capacidad de arriesgarse (aunque implique errores) que los "aciertos" de quien permanece cómodamente instalado.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)