lunes, 24 de agosto de 2009

QUE SEAMOS HOMBRES DE FE, SIN DOBLEZ

¡Amor y paz!

Ven y verás” Es la invitación que todo apóstol de Cristo hace a los incrédulos de todos los tiempos. Es lo que le responde Felipe a Natanael cuando éste le dice: “¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?”

Este Natanael es el mismo apóstol Bartolomé, cuya fiesta celebramos hoy. San Bartolomé era nativo de Caná de Galilea, próximo a Nazaret. Fue, según la tradición, apóstol y evangelizador en la India, donde se le mantiene especial devoción y aprecio.

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 1,45-51.

Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret". Natanael le preguntó: "¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?". "Ven y verás", le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez". "¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera". Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees . Verás cosas más grandes todavía". Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre".

COMENTARIO

Ser verdaderos hombres de fe, en quienes no haya doblez. Eso es lo que espera Dios de nosotros, que decimos haber depositado en Él nuestra fe y nuestra confianza. Jesús conoce hasta lo más profundo de nuestro ser. Ante sus ojos nada hay oculto. Pero el que Él nos conozca y nos ame no tendrá para nosotros ningún significado si no aceptamos ese amor que nos tiene, y si no nos dejamos conducir por Él.

Confesar a Cristo como el Hijo de Dios y Rey de Israel no debe llevarnos a verlo como alguien lejano a nosotros. En Cristo, Dios se acercó a nosotros para liberarnos de nuestra esclavitud al pecado y hacernos hijos de Dios. Jesús es no sólo el Hijo de Dios; Él mismo le recuerda a Natanael que es el Hijo del hombre, que se convierte en nuestro camino para llegar hasta Dios. Mayores cosas habrá de ver Natanael: La glorificación de Jesús, que, pasando por la muerte, se sentará en su trono de Gloria eternamente y nos abrirá el cielo para que, llegado el momento, también nosotros participemos de su Gloria. Sea Él bendito por siempre.

Mientras somos Iglesia peregrina en este mundo el Señor continua presente en medio de su Pueblo, de un modo especial cuando nos reúne para la celebración de su Misterio Pascual. Pareciera que de un poco de pan y de vino nada, o por lo menos sólo algo bueno podría comunicársenos. Pero nuestra fe nos hace saber que es el Señor, con todo su poder el que se nos entrega como alimento, como Pan de Vida eterna. El Señor, así, día a día nos va preparando para las bodas eternas. Nos purifica de nuestros pecados, y su Espíritu Santo va realizando su obra de salvación en nosotros. Ojalá y nuestros nombres queden escritos para siempre en la Ciudad de sólidos cimientos, para que seamos dignos de participar de la Gloria que el Señor nos ofrece.

Somos tan frágiles que no podemos negar que muchas veces el pecado nos ha dominado, y hemos vivido infieles a la Alianza que Dios ha sellado con nosotros mediante la Sangre del Cordero Inmaculado. Pero Dios no nos ha abandonado, sino que espera nuestro retorno, para revestirnos nuevamente de su propio Hijo, con todos los derechos que a Él le corresponden. ¿Acaso podrá salir algo bueno de nosotros? No tengamos miedo ni nos desanimemos. Basta que tengamos fe, pues el Señor hará grandes cosas por nosotros. Si confiamos en el Señor veremos maravillas, pues Dios hará que nuestra vida de pecado quede atrás y que en adelante vivamos como hijos suyos. Confiemos en Él. Veamos a los Apóstoles. Veamos sus fragilidades, defectos y traiciones. Pero contemplemos también la obra que la gracia realizó en ellos. Dios puede hacerlo también con nosotros, si no lo abandonamos ni desconfiamos de su amor ni de su misericordia.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber vivir a plenitud nuestro compromiso de fe en Cristo Jesús, no sólo para disfrutar sus dones, sino también para trabajar intensamente por su Reino. Amén.

Homiliacatolica.com