miércoles, 2 de enero de 2013

Reconozcámoslo: Jesús está en medio de nosotros

¡Amor y paz!

El Evangelio de hoy nos invita a reconocer que Jesús está en medio de nosotros, en un mundo que nada nos habla de Dios. Lo vemos simbólicamente en el pesebre, pero sobre todo, está realmente presente en nuestros hermanos, con más veras en los más necesitados, en su Palabra, en la Eucaristía, en la oración, en la asamblea reunida en su nombre, etc.

Decía un santo sacerdote: No dejes lo importante por hacer lo urgente… Lo único importante es Dios… todo lo demás siempre será urgente.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles, en la segunda semana de la Feria de Navidad.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 1,19-28.
Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?". El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo no soy el Mesías". "¿Quién eres, entonces?", le preguntaron: "¿Eres Elías?". Juan dijo: "No". "¿Eres el Profeta?". "Tampoco", respondió. Ellos insistieron: "¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?". Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: "¿Por qué bautizas, entonces, si tu no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?". Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia". Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba. 
Comentario

El evangelio de hoy es como un pórtico a lo que nos aguarda en los días siguientes: una galería de respuestas a la pregunta sobre quién es Jesús. Antes de presentarnos esas respuestas, hoy, Juan Bautista, suscita en nosotros la curiosidad. Nos abre el apetito. Sus palabras resultan tan actuales y tan directas como cuando fueron pronunciadas o escritas: "En medio de vosotros hay uno que no conocéis". ¿De qué nos sirve confesar a Jesús como Mesías o como Hijo de Dios si antes no caemos en la cuenta de que está "en medio de nosotros"? Una vieja canción que muchos de vosotros habréis cantado nos lo decía así: "Con vosotros está y no lo conocéis". Y, a continuación, con un lenguaje directo, iba desgranando las diversas presencias "ocultas" de Cristo: "Su nombre es el Señor y pasa hambre ... está desnudo ... está en la cárcel".

¡Este es el misterio de Navidad: caer en la cuenta de que ya está en medio de nosotros y no acabamos de conocerlo! ¿Cómo es posible que venga a los suyos y los suyos no lo conozcan? Esta pregunta, que nos afecta a todos, se me ha hecho muy patente cuando he viajado a Israel. Es como si en el país de Jesús se concentrara toda la indiferencia de la humanidad. En ese diminuto país, "su" país, son muy pocos los que lo confiesan como el Señor. ¿Qué significa eso?

A partir de mañana, el evangelio de Juan nos irá ofreciendo algunas pistas, pero, ¿no os parece que es bueno antes caer en la cuenta de que ese desconocido ya está en medio de nosotros? Os invito a abrir los ojos a la realidad que nos rodea, a dejarnos despabilar por una canción que dice: "Cristo nace cada día / en la cara del obrero cansado, / en el rostro de los niños que ríen jugando, / en cada anciano que tenemos al lado /. Cristo nace cada día / y por mucho que queramos matarlo, / nacerá día tras día, / minuto a minuto, en cada hombre que quiera aceptarlo.

Gonzalo Fernández cmf