domingo, 15 de agosto de 2010

¡Bendita eres, María, entre todas las mujeres!

¡Amor y paz!

De entre las cuatro solemnidades del calendario litúrgico en las que María es protagonista -1 de enero, Maternidad divina; 8 de diciembre, Inmaculada Concepción; 15 de agosto, gloriosa Asunción- o juega un papel decisivo -25 de marzo, Anunciación del Señor-, podríamos decir que dos de ellas tienen referencias más cristológicas -Maternidad y Anunciación- y las otras dos las tienen más eclesiológicas -Concepción y Asunción-.

Es cierto que para María -como para la Iglesia- todo es cristológico: ¡todo está en función del Cristo salvador! Pero con esta distinción quiero mostrar que en la comprensión de estos dos misterios de María entra un factor "ejemplar" para con la Iglesia que es importante: María es la primera redimida -Inmaculada Concepción- y es la primera glorificada -Asunción- (Pere Tena Misa Dominical 1983, 16).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este domingo en que la Iglesia celebra la solemnidad de la Asunción de la Virgen María.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,39-56.

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Comentario

La mamá y el papá estaban viendo televisión, cuando la mamá dijo: ‘Estoy cansada y se está haciendo tarde; creo que ya me voy a acostar’. Fue a la cocina y dejó arreglada la masa para las arepas del desayuno, sacó carne del congelador para el almuerzo del día siguiente, revisó que el tanque de gas estuviera cerrado, llenó el envase del azúcar, puso la mesa y preparó la cafetera para la mañana. Recogió la ropa seca y la dejó junto a la mesa de la plancha, llenó una carga de ropa sucia en la lavadora, planchó una camisa del marido y le cosió un botón que estaba suelto. Recogió las piezas del juego que estaban en la mesa y puso la guía telefónica amarilla dentro de su cajón. Regó las matas, sacó la basura y colgó una toalla para que se secara. Bostezó y se estiró y se dirigió a su habitación. Se detuvo frente al escritorio y escribió una nota a la profesora de su hijo menor, contó el dinero para el día de excursión y sacó un libro de texto que estaba debajo de la silla. Firmó una tarjeta de cumpleaños para una amiga, la colocó en el sobre y le pegó la estampilla. Escribió una lista de cosas pendientes para comprar al otro día. Puso la carta y la lista cerca de su cartera. Se lavó los dientes, se puso crema facial y después se limó las uñas. El marido la llamó: ‘Creí que ya te ibas a la cama’. ‘Estoy en camino’, dijo ella. Llenó de agua el plato del perro y sacó al gato; se aseguró que las puertas y las ventanas estuvieran bien cerradas. Fue a revisar a los niños y apagó las luces de las lámparas de las camas, colgó una camisa, puso algunas medias en el cesto de la ropa sucia y tuvo una pequeña conversación con uno de los niños que todavía seguía despierto. Ya en su cuarto, puso la alarma del reloj, preparó la ropa para el día siguiente y arregló los zapatos. Incluyó tres cosas en la lista de cosas que hacer para el día siguiente. Para entonces el esposo apagó el televisor y anunció que ya se iba a dormir... y así lo hizo.

El texto que acabas de leer me llegó un día con el título: Honor a quien lo merece. Esta es la rutina simple de una madre de familia normal. La Virgen María debió sufrir del mismo síndrome del servicio. Pocos días después de recibir el anuncio de que sería la madre de Dios, sale de su casa y se va “de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea, y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se le movió en el vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo. Entonces, con voz muy fuerte dijo: –¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se movió de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor ha dicho! (...) María se quedó con Isabel unos tres meses, y después regresó a su casa”.

Tres meses acompañando a su prima Isabel que estaba esperando a Juan Bautista. Tres meses de servicio que debieron tener una continuidad normal a lo largo de su vida oculta en Nazaret. Las mamás, y María en esto no fue la excepción, tienen un don maravilloso de servicio que no siempre valoramos. Horas de dedicación silenciosa y amorosa a los oficios más sencillos y cotidianos. Muchas mamás de hoy comparten estas rutinas hogareñas con un compromiso laboral de tiempo completo por fuera de la casa. Algunas veces reciben el apoyo incondicional de sus maridos y de sus hijos e hijas. Pero otras muchas veces se sienten solas en estas labores diarias. Nadie nota que se hacen, pero sí nos damos cuenta cuando no. La exaltación de la Virgen María en la Asunción, debería animarnos a reconocer el trabajo de mamá en este día como el mejor homenaje a esas mujeres valientes que siempre tienen tiempo para mostrarnos el rostro amoroso de Dios en el servicio cotidiano.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*

* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá.