¡Amor y paz!
Si decidimos hacer camino con
Jesús, si optamos por seguirlo, debemos ser conscientes de las exigencias qué ese seguimiento implica. Por eso en estos
días titulábamos el comentario al Evangelio: ‘No se trata sólo de saber sobre
Jesús sino de cambiar de vida’. El Señor nos lo recuerda hoy mediante dos ejemplos,
uno de los cuales habla de la construcción de una torre: hay que calcular
primero los gastos, no sea que no la podamos terminar.
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este XXIII Domingo del Tiempo
Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 14,25-33.
Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Comentario
El texto evangélico de hoy
podría titularse: AVISO A LOS CAMINANTES. Lucas sitúa las palabras de Jesús en
el mismo corazón de la marcha; parece recordar aún la afirmación hecha al
principio de la sección del camino: "Jesús tomó la decisión de ir a
Jerusalén" (Lc 9. 51). Jesús sigue caminando al frente de la multitud y
sabiendo qué ocurre a "mucha gente". Por eso "se volvió" y
les habla... Él no es simplemente uno más, que va delante únicamente, como
podría ir otro. Él es quien marca el camino, quien sabe a dónde va y cómo se va
al término... Él condiciona totalmente el sentido de lo que hacen los que con
él caminan. Él, no sólo camina, sino que ¡es EL CAMINO! Las parábolas que
acompañan a la exhortación de Jesús quieren explicar únicamente la actitud que
corresponde a los seguidores: hay que ser realista, y acomodar los medios al
fin. Si es cierto que uno quiere ser discípulo de Jesús, tiene que ser
consecuente y aceptar todas las condiciones. No se puede flirtear al mismo
tiempo con diversos valores contradictorios...
¿Somos realmente
"coherentes" los cristianos que decimos querer seguir el camino de
Jesús? ¿Se da una permanente adecuación entre los medios de vida cristiana que
ponemos y el fin que esperamos obtener? Es cierto que el término de nuestro
camino, y el mismo caminar, son gracia de Dios. Pero ello no significa que
nuestro esfuerzo personal sea innecesario.
La tentación del cristiano
es la del camino paralelo. Es querer tener las ventajas de la autopista sin
pagar peaje..., corriendo por una carretera paralela. Y de este modo jamás se
llegará a compartir sinceramente el camino y la vida de Jesús.
RENUNCIA/SGTO:
El término "renuncia" es clásico en el lenguaje de la iniciación
cristiana. La fe de nuestro bautismo va siempre acompañada -precedida más
exactamente- por la renuncia a cuanto es negativo en relación con la misma fe.
Las formulaciones de esta renuncia pueden ser diversas, pero el sentido
fundamental es el mismo.
La Tradición Apostólica,
de Hipólito de Roma, nos ha dejado un impresionante testimonio de las concretas
renuncias que debía hacer el candidato para iniciar el catecumenado: renuncias
a determinados oficios, a determinadas situaciones sociales. Quizás tendríamos
que preguntarnos a qué renunciamos actualmente los cristianos, en virtud de
nuestro seguimiento de Jesucristo.
Supongamos que hacemos
renuncias internas, espirituales; pero ¿podemos realmente, desde el punto de
vista social, actuar exactamente como todo el mundo? Otro documento primitivo,
la carta de Diogneto, es elocuente en este sentido: "los cristianos
vivimos como todos, ¡pero sin pecado...! "Por eso la vida cristiana no
puede tener como criterio decisivo la estadística -"lo que todo el mundo
hace"-, ni la fascinación de la novedad -"ahora las cosas van por
aquí"-.
En un momento u otro de la
vida cada uno tiene que plantearse -como el hombre de la torre o el rey que
hace la guerra- cómo va a conseguir el objeto propuesto. La cruz es inherente
al seguimiento de Jesucristo. Pensemos en las decisiones a tomar ante un
negocio sucio, ante un amor imposible, ante una causa injusta, ante una
petición de aborto, ante una negación de la fe cristiana...
La renuncia no es más que
la condición para la comunión. Así es el itinerario de la iniciación cristiana.
Aquello que Jesús ofrece es más importante que aquello a lo que renunciamos. La
participación constante en la Eucaristía es el testimonio del don de Dios.
"Así el que me coma vivirá por mí" (Jn 6. 57).
PERE
TENAMISA DOMINICAL 1983/16-23