¡Amor y paz!
Jesús elogia de nuevo al Bautista. Él es modelo de seguidor fiel de los planes de Dios. No se exaltó a sí mismo, sino que disminuyó para que el Señor creciera. No hay espacio para Dios en nuestro corazón si éste está lleno de nosotros mismos. Y es en la soledad del desierto, por donde pasó hasta el mismo Jesús, donde se despoja uno de la soberbia con la que lo reviste a uno el mundo.
Los invito, hermanos, a leer y m editar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 3ª. Semana de Adviento.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 7,24-30.
Cuando los enviados de Juan partieron, Jesús comenzó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que llevan suntuosas vestiduras y viven en la opulencia, están en los palacios de los reyes. ¿Qué salieron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Les aseguro que no hay ningún hombre más grande que Juan, y sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él. Todo el pueblo que lo escuchaba, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los doctores de la Ley, al no hacerse bautizar por él, frustraron el designio de Dios para con ellos.
Comentario
Es preciso pasar por el desierto y permanecer en él para recibir la gracia de Dios; es allí donde uno se vacía, donde uno echa fuera de sí todo lo que no es Dios y vacía completamente esta pequeña casa de nuestra alma para dejar todo el espacio para Dios solo. Los Hebreos pasaron por el desierto, Moisés vivió en él antes de recibir su misión, también san Pablo y san Juan Crisóstomo se prepararon en el desierto...
Es un tiempo de gracia, es un período por el que toda alma que quiere dar frutos debe necesariamente pasar. Le es necesario ese silencio, ese recogimiento, ese olvido de todo lo creado, en medio de los cuales Dios establece su reinado y forma en ella el espíritu interior: la vida íntima con Dios, el diálogo del alma con Dios en la fe, la esperanza y la caridad. Más tarde el alma dará frutos en la medida exacta en que el hombre interior se habrá formado en ella (Ef 3,16)...
Sólo se da lo que se es y lo que se tiene en esta soledad, en esta vida solo con Dios solo, en ese recogimiento profundo del alma que lo olvida toda para vivir sola en unión con Dios, y Dios se da enteramente todo aquel que se da enteramente a él. Daos enteramente a él solo... y se os dará enteramente...
Mirad a san Pablo, san Benito, san Patricio, san Gregorio Magno, y tantos otros, ¡qué largos tiempos de recogimiento y de silencio! Subid más arriba: mirad a san Juan Bautista, mirad a Nuestro Señor. Nuestro Señor no tenía necesidad de ello, pero quiso darnos ejemplo.
Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara
Carta al Padre Jerónimo del 19 mayo 1898
Carta al Padre Jerónimo del 19 mayo 1898
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