¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles es de la XI Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio
según San Mateo 6,1-6.16-18.
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Comentario
Vivimos de cara a la
galería. Nuestra sociedad está instalada en la apariencia vana y no en el ser.
Actuamos con frecuencia no por lo que nos sale de dentro, sino por la presión
exterior, por el “qué dirán” los que nos rodean. Buscamos ser bien vistos,
tener buena reputación; por eso, tal vez, no nos guste juntarnos con gente de
mala calaña. Nos agrada que nos vean, que nos aplaudan, que nos consideren
bien, que se nos tenga en cuenta; todo esto es muy humano. Pero si no hubiese
público a nuestro alrededor, tal vez actuaríamos de otra forma. Nos sentiríamos
más libres, más nosotros; buscaríamos ser y no aparentar. Para muchos ya no se
trata de ser buenos, sino de parecerlo. Somos, con frecuencia, bastante fariseos.
Aunque, a decir verdad,
los fariseos no eran tan malos como los han dibujado. Nadie pone en duda que
hacían buenas obras; los letrados se dedicaban de por vida al estudio de la Ley
de Dios; daban limosna, ayunaban más veces de las que estaba mandado; rezaban
con frecuencia... Pero no eran limpios de corazón, sino hipócritas. Daban
limosna a toque de trompeta para que todos vieran lo que hacían; rezaban de pie
en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse ante la gente. Sus obras eran
buenas, pero sus intenciones vanas. Jesús los llama por dos veces “hipócritas”.
El bien no hace ruido y el ruido no hace bien. Y ellos amaban más el ruido que
el bien.
Jesús recomienda un cambio
radical: las obras de piedad no deben practicarse para ganar prestigio ante los
seres humanos y, con ello, adquirir una posición de poder o privilegio. Los
seguidores de Jesús tienen que renunciar al prestigio y al poder, además de al
dinero. Forman una comunidad de hermanos en las que priman otros valores. Las
obras de piedad que no corresponden a actitudes interiores no tienen valor
ninguno. Quien las hace, ya ha recibido su paga: la fama y el reconocimiento de
los demás. Pero no la recompensa divina que no es otra sino la experiencia de
Dios en la propia vida; ésta la recibe sólo quien no hace de su vida un teatro
de apariencias.
“Dichosos los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios”, porque ellos experimentarán en la vida el
amor de Dios compartido con los demás sin alharacas ni pompas vanas. Esta es la
mejor recompensa divina.
Servicio Bíblico Latinoamericano